Capítulo 13







Mientras sus brazos me envolvían, pude apreciar cómo el tiempo parecía detenerse.
Cuan agradable se sentía la cercanía de su cuerpo, sus manos acariciando mi rostro y el dulce sonido de su voz. Estuvimos así por mucho tiempo, ya que ninguno de los dos parecía querer separarse.
-Liz, prométeme una cosa- dijo de pronto, rompiendo aquel exquisito silencio.
-Lo que quieras- le respondí mientras me acomodaba para poder mirarle.
-Prométeme que siempre antes de creer algo que diga la prensa, me lo preguntarás primero.- dijo acariciando mi mejilla.
-Lo prometo Michael.-
Por un momento pude comprender lo difícil que resultaba ser él. Siempre acechado por el acoso de la prensa y sus constantes rumores.
Acaricié su rostro, mientras aquella sonrisa me deslumbraba una vez más, acelerando los latidos de mi corazón.
Me parecía increíblemente seductora la forma en la que Michael me miraba, era tan... sexy.
-Entonces, ¿A dónde quieres ir?- dijo mientras jugaba con uno de mis rizos.
-¿No crees que antes de decidir donde ir, me deberías preguntar si quiero salir?
-Es cierto- dijo riendo- lo siento. ¿Quieres pasar este día conmigo?, no es por presionarte, pero aun me debes una cita. – me recordó sonriendo, con una expresión traviesa. – No creas que lo he olvidado.
-Oh, estoy segura de que no lo has hecho.-le respondí riendo.- Bueno, esta bien, acepto salir contigo hoy.-
Su sonrisa se ensanchó al instante, e hizo ademán de ponerse de pie.
-Pero primero debo cambiarme- dije riendo ante su entusiasmo- ¿me acompañas?-
Sin responder, tomó mi mano y me ayudó a levantarme. 
Comenzamos a caminar hacia mi departamento. Me agradó el hecho de que Michael no soltara en ningún momento mi mano, ni yo lo intenté tampoco.
 Resultaba divertido lo cómoda que me sentía con él, era como si le conociera desde hace mucho. Reímos todo el camino, ya que siempre me sorprendía con sus tonterías. Simplemente me encantaba todo, absolutamente todo en él.
-Al parecer, no te permití hacer mucho ejercicio- dijo divertido, mirándome de forma maliciosa.
-Claro que no. Por tu culpa solo corrí dos calles.- le respondí sacándole la lengua, como una niña pequeña.
-Entonces, te propongo un trato.-
-Depende de que tipo de trato quieras hacer.- dije alzando una ceja, insinuante.
-Bueno, te hecho una carrera hasta tu departamento.- dijo sonriente, ya que alguna otra idea rondaba por su mente. Hice ademán de contestarle, pero no me dejó hablar.- En el caso de que yo gane, tú tendrás que ser mi esclava por un tiempo indefinido, hasta que yo quiera darte tu abolición.
-¿A si?, ¿y si yo gano, que me darás?
-En el caso de que me venzas, yo seré tu esclavo el tiempo que quieras. Podrás hacer de mi lo que te apetezca.- dijo mordiéndose el labio inferior, aun con una sonrisa gravada en el rostro.
Me eché a reír. ¿Cómo podía ser tan seductor, pero sin embargo tan inocente?
-Acepto, pero te advierto que ganaré de todas formas. Así que prepárate para ser mi esclavo- le amenacé fingiendo una actitud engreída.
-¡Entonces deberías correr!- gritó echando a correr sin previo aviso.
-¡Hey!, ¡eres un tramposo!-
Intenté alcanzarle, pero no pude. Si que corría rápido.
Al verme vencida y pensar en las consecuencias de ello, decidí hacer trampas. Después de todo él había partido con las triquiñuelas.
-¡Auch!, ¡Michel!- grité fingiendo haberme lastimado un tobillo. Me hinqué y comencé a actuar, a la espera de que él se acercara a mí.
 Y así fue, en menos de un segundo estaba de cuclillas frente a mí con la expresión más preocupada que había visto en mi vida, lo que hizo que unas ganas casi irrefrenables de reír me invadieran. Pero haciendo gala de mi habilidad para actuar, seguí con mi farsa.
-¿Qué sucede Liz?, ¿te has lastimado?, Oh cariño, lo siento tanto- dijo mientras tomaba mi rostro entre sus manos, clavando sus angustiados ojos en los míos.
-¡Caíste!- le grite poniéndome de pie nuevamente, partida de la risa. Corrí lo más rápido que pude, temiendo que me alcanzara.
-¡Eres de lo peor!- le escuché gritar entre risas a mis espaldas.
Pero a pesar de mis esfuerzos, cuando casi me encontraba en la meta, Michael me tomó por la cintura, impidiéndome avanzar.
-¡Suéltame!, ¡tramposo!
-¡Hey!, ¿yo tramposo?, ¡aquí la tramposa es otra!
Intenté zafarme de sus brazos para seguir corriendo, pero me fue imposible. Michael sujetaba mi cintura firmemente y parecía que no tenía ni la más minima intención de soltarme.
Pero, la verdad es que el hecho de que sus brazos me aprisionaran no me desagradaba en lo absoluto, es más, me gustaba.
Dejé de resistirme y volteé para encararle. Al encontrarme con su sonrisa me percaté de que sus pensamientos iban en la misma dirección que los míos.
-Eres una tramposa, ¿lo sabias?- susurró muy cerca de mis labios, mientras su dulce aliento me embriagaba. La distancia que quedaba entre nuestros rostros era ínfima y peligrosa. Supe al instante que si no me apartaba rápidamente, seria demasiado tarde.
-No tanto como tú.- dije en un susurro también.
Alejé discretamente mi rostro, intentando que no fuera demasiado evidente.
Sabía a la perfección que si probaba sus labios, el sentimiento que ya se había arraigado en mi corazón crecería de forma impetuosa, dejándome así, atrapada en sus encantos.
No me lo podía permitir, por mi propio bien no podía.  

Sus brazos se habían relajado, y por ello intenté distanciar mi cuerpo del suyo.
-¿A dónde crees que vas?- dijo tomándome una vez más como prisionera.
No pude decir nada, ya que mi mente era un manojo de nervios, y para qué hablar de mi corazón, el cual latía desaforado.-Ahora no podrás hacer trampas señorita.- aseguró con un extraño brillo en los ojos.
Para mi sorpresa, Michael me alzó, tomándome en sus brazos como en aquella ocasión en que, vergonzosamente, me emborraché.
-¿Michael, que haces?, ¡suéltame!- dije riendo.
-Absolutamente no.- dijo tajante, con su radiante sonrisa.
-¿Te das cuenta?, ¡has cedido voluntariamente a ser mi esclavo!, ni siquiera ha sido necesario pedirte que me cargues.- dije partida de la risa.
-Tienes razón- dijo acercándose a mi rostro- Y es que me fascina ser tu esclavo- declaró susurrando en mi oído.
No dije nada, ya que si lo hacia, mi nerviosismo quedaría al descubierto. Mordí mi labio inferior para intentar disimular la sonrisa de satisfacción que había en mi rostro.


Michael era como el fruto prohibido. Peligroso, pero extremadamente apetecible.










Esta vez, me tomaré la libertad de dedicarte a ti Mitsuki este capitulo, solo para decirte GRACIAS.
Eres una amiga excepcional  y lo sabes bien. Te adoro con la vida, eres genial. Te agradezco por siempre escuchar mis locuras pacientemente, aconsejándome, ayudándome a lidiar con mis debilidades y reír conmigo cada vez que la ocasión lo amerita.
Simplemente, te quiero. 


Recuerda, si lees, comenta :)

Capítulo 12











Observé a mi alrededor algo paranoica, sintiendo como alguien tenia la mirada clavada en mí, pero lo único que divisé fue un auto negro aparcado frente a mi edificio.
Decidí hacer caso omiso a aquella absurda sensación, ¿Quién me podría estar observando?- te estás volviendo loca- me mofé de mi misma.
Mientras avanzaba por la calle, conseguí neutralizar mis pensamientos, alejando de esta manera aquel recuerdo que bajo ninguna circunstancia quería revivir. Pero de pronto, sentí que no estaba sola. Miré a mi lado y mi corazón se detuvo. Michael se encontraba junto a mí, corriendo, al igual que yo.
-Hola- me observó con la más bella sonrisa que había visto en mi vida. Y en ese instante, mi mundo se detuvo. Él estaba ahí, junto a mí. Aquellos ojos en los que había pensado una y otra vez me miraban expectantes. Pero antes de que mi sonrisa llegara a formarse, recordé el momento en que vi aquella revista y sentí como la rabia me embargaba.
-Hola- dije fríamente, mientras maldecía al mundo por lo guapo que era.
-¿Cómo estas?- dijo algo extrañado por mi actitud.
-Bien, gracias- le respondí cortante, a la vez que volvía mi vista hacia el frente y aceleraba el paso. Pero como era de esperar, el hizo lo mismo.
-¡Hey!- dijo agarrando mi brazo, lo que me obligó a detenerme.- ¿Liz, que es lo que sucede?, ¿Estas molesta por algo?- inquirió mientras sus ojos marrones me observaban preocupados. Estuve a punto de enternecerme por tal expresión, sin embargo, sus preguntas me parecieron descaradas, ¿acaso se estaba burlando?
-¿Por qué haces esto Michael?- le miré furiosa, al tiempo que me desasía de su brazo.
-¿A que te refieres?- dijo desconcertado.
-¿No sabes a que me refiero?- dije sarcásticamente-, ¿Para qué me buscas, para qué me sigues Michael?, no creo que a tu novia le agrade que estés aquí.- le recriminé.
Inmediatamente, soltó un suspiro y bajó la mirada.
-Ah, hablabas de eso.- dijo con desgano.
-Sí, de eso- respondí aun más furiosa. ¿Ni siquiera lo iba a negar?-
Para mi sorpresa, Michael tomó mi mano y me condujo hacia el interior del gran parque que estaba a nuestro lado. A pesar de mis múltiples objeciones no me soltó en ningún momento, por lo que, contra mi voluntad tuve que seguirle.
Cuando llegamos al centro del lugar, Michael se sentó bajo la sombra de un gran árbol, al momento que me indicaba con la mano que le imitara.
-No quiero sentarme.- le dije cruzándome de brazos.
-Oh vamos Liz, al menos déjame explicarte.
-¿Qué me vas a explicar Michael Jackson?-le respondí poniendo mis manos en la cintura.- Creo que soy lo suficientemente lista como para darme cuenta de lo que intentas hacer.- le acusé.
-Al menos escucha lo que te tengo que decir- dijo con tranquilidad.
-Entonces habla ya.-respondí tajante.
-Esto es un gran mal entendido, yo no tengo ninguna novia Liz.
-¿A no?- le dije incrédula.- ¿Entonces quien era la chica de la fotografía?
-Brooke solo es una amiga. Liz, al menos dame la posibilidad de la duda. Por favor- dijo suplicante, desplegando todo el encanto de sus ojos.
Sin decir nada, decidí concederle la oportunidad de explicarme. Me senté a su lado y le miré.
-Gracias- suspiró, mostrando una débil sonrisa.-Liz, yo no tengo novia, la prensa suele inventarme romances todo el tiempo. Brooke es solo mi amiga. Luego de mucho tiempo me volví a encontrar con ella y la invité a cenar, pero el lugar estaba atestado de paparazzis, quienes tomaron esas fotografías y publicaron lo que se les dio la gana. Eso es todo. Por supuesto que si tuviera novia te lo habría dicho.-
Le observé por un momento a los ojos, buscando algún signo de engaño. Pero no encontré nada de eso en ellos, por el contrario, lo que reflejaban era la más absoluta sinceridad.
-¿Ahora me crees?- dijo acariciando mi mejilla.
Me sentí completamente avergonzada de mi actitud. ¿Cómo no lo había pensado?
Relajé mi postura y asentí.
-Lo siento, debí considerar esa alternativa – dije sonriendo inocentemente.
-No te preocupes, lo comprendo perfectamente. Debes haber pensado lo peor de mí.-dijo bajando la mirada.
-Bueno, algo así.- dije riendo.- Lo siento de verdad Michael. ¿Me disculpas?- inquirí con la expresión más tierna que logré hacer. Rió ante aquello, mientras que su expresión se tornó traviesa.
-Te perdonaré solo si me dices una cosa- me chantajeó con una pícara sonrisa.
-¿Qué quieres saber?- pregunté dubitativa ante su expresión.
-Bueno... quiero saber si estabas celosa- dijo mientras me perforaba con la mirada. Sentí como la sangre huía de mi rostro. Y es que a decir verdad, estar celosa no se comparaba ni un poquito a lo que había sentido en aquellos días.
-¿Yo celosa?,- le miré quitándole importancia al asunto- absolutamente no.- mentí-Además no tengo por que estarlo, solo somos amigos.
-¡Patrañas!, ¡Eres una gran embustera! Claro que estabas celosa, y mucho.- dijo sonriendo aun más, seguro de su acusación.
-Claro que no estaba celosa Michael, no tengo motivos para ello.- aseguré mientras desviaba la mirada.
-Oh vamos Liz, admítelo.- dijo riendo, mientras me atacaba sorpresivamente en una guerra de cosquillas.-
-¡No estaba celosa!- logre decir entre risas.- ¡Michael, suéltame!-dije mientras me retorcía en el verde pasto.
-¡No pararé hasta que lo admitas!- dijo riendo divertido ante la cruel tortura que ejercía contra mi.
-¡Está bien!, ¡está bien, suéltame!- dije cuando ya mi resistencia estaba hecha añicos.
Entonces sus dedos detuvieron aquellos rítmicos movimientos, dejándome recuperar la respiración.
-Sabía que terminarías por reconocerlo- dijo sonriendo engreídamente, mientras sus ojos relucían llenos de picardía.
-No te ilusiones tanto, solo lo dije para que me soltaras tonto.- respondí sacándole la lengua. Me acomodé en el pasto, y sin moverme demasiado, apoyé mi cabeza en sus piernas.
Observé su radiante sonrisa y me embriagué con ella. ¿Alguien podía ser más perfecto?, por supuesto que no.
Sus ojos me observaban divertidos, mientras que sus manos jugueteaban con mis rizos.
-Aunque no lo quieras reconocer, yo sé que si lo estabas.- dijo sonriendo aun más.-
-Oh sí señor irresistible, ¡estaba tan celosa!- dije apoyando dramáticamente el dorso de mi mano en la frente.
Se echó a reír ante aquel gesto, deslumbrándome una vez más con el sonido de su risa. Le miré embobada y pude sentir como miles de mariposas volvían a revolotear en mi vientre.
-Bueno, no importa señorita orgullo. Aunque te resistas, sé lo mucho que te gusto.- dijo acariciando mi colorada mejilla. ¿Cómo lo sabia?, ¿era acaso tan obvia?- maldita sea- pensé al verme descubierta.
-¿A si?, ¿y que te hace pensar eso Michael?- le miré sorprendida por la confianza con la que hablaba.
-Tú misma lo dijiste aquella noche.-
-¡Mentiroso!, yo no dije eso- le acusé.
 A pesar de que no recordaba nada de lo que había dicho esa noche, sabía perfectamente que Michael estaba intentando hacerme confesar.
-Pero lo insinuaste- dijo riendo.
-¡Si que eres un gran embustero!- Dije picándole una costilla.
No sé cuanto tiempo estuvimos riendo, mirándonos como un par de tontos. Me parecía increíble lo rápido que Michael se había ganado mi confianza y cariño, pero lejos de incomodarme, aquello me encantaba, ya que tenia la seguridad de que él sentía lo mismo.
-Un momento- dije de pronto-¿como sabes donde vivo?-
-Bueno, me vi obligado a hacer algunas averiguaciones, ya que el teléfono no parece funcionar contigo.- respondió mirándome con una flamante sonrisa.
-¿Algunas averiguaciones?- dije imitando su voz- ¡¿acaso eres un sicópata?!- me burlé.
-Solo en ciertos casos.- dijo riendo.
-Y este es uno de esos casos...
-Ajá – asintió mientras me miraba divertido.
-¡En que me he metido!- suspiré, cubriéndome el rostro con las manos.
Nuevamente Michael me sometió a una tortura de cosquillas, pero esta vez me encontraba preparada. Respondí a sus cosquillas atacándole de la misma forma que él, aunque para mi desgracia, me vi obligada a ser la primera en rendirse.
Guardamos silencio durante algunos instantes, en los que pude apreciar la fuerza magnética que nos atraía. Me envolvió en sus brazos y me acercó a su calido pecho.
Me quedé allí, arrimada a él, escuchando los acompasados latidos de su corazón, mientras me daba cuenta de que mi mundo había sido irremediablemente encantado por su magia.





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Capítulo 11









Cerré lentamente la puerta a mis espaldas e intenté moderar mi expresión. Al voltear me encontré a Elena, junto al teléfono, mientras que Anne estaba a su lado.
-¿Qué sucede?- pregunte sobresaltada al ver las expresiones de sus rostros. Cualquier persona hubiera pensado que se habían ganado la lotería, o algo por el estilo.
-¡Un segundo antes de que atravesaras la puerta te ha llamado Michael Jackson!- grito Anne. Mi corazón comenzó su ya habitual tamborileo. Pero antes de que mi sonrisa se extendiera, la rabia volvió a apoderarse de mí. ¿Acaso se estaba burlando?, ¿ni una pizca de vergüenza le aquejaba?- ha dicho que volverá a llamar después.- continuó Anne con entusiasmo.
-¿A si?, pues si vuelve a hacerlo dile que no llame nunca más, ¿entendido?- dije caminando hacia la cocina.
-¿No estás contenta?, ¿qué es lo que ocurre Liz?- me persiguió Elena hasta la cocina, evidentemente desconcertada ante mi actitud.
Volteé y le mostré la revista. Al verla, abrió sus ojos como platos.
-Oh, ya veo- susurró impresionada.
No dije nada más. Lo último que me apetecía en ese momento era hablar, y así lo comprendieron ellas.
Me preparé meticulosamente la cena, para así lograr distraerme.
Sin duda alguna, ese había sido uno de los peores días que podía recordar. Comí sin entusiasmo y dejé gran parte de la cena. Mis pensamientos solo le daban vueltas y más vueltas a lo ocurrido.
Llené la tina de agua y me sumergí en ella intentando aclarar mis pensamientos. No podía creer lo que me estaba pasando. Nunca antes me había sentido de esta forma...nunca antes un chico había jugado de esa manera conmigo, ni despertado tales sentimientos en mí. ¿Por qué justamente Michael Jackson tuvo que ser el primero?, el menos indicado robó mi corazón y lo destruyó en mil pedacitos. Una vez más recordé los momentos que había pasado con él, todo lo que hablamos, sus gestos, su mirada. Y por primera vez reparé en un pequeño detalle. No podía estar molesta con él, ya que simplemente, nunca le había preguntado siquiera si tenía novia, ni él me lo había dicho. Di absolutamente por hecho que Michael me coqueteaba porque, obviamente, estaba soltero. Que estupida. Pero ahora daba exactamente igual, porque tendría que olvidarlo.

No se cuanto tiempo estuve exactamente en la tina, pero de seguro habían sido un par de horas. Cuando terminé, me dirigí hacia la sala y prendí la televisión, puse una película de terror bastante patética, pero al menos distrajo mis hostigantes pensamientos.
-Liz, ¿podemos hablar?- dijo Anne sentándose a mi lado.
-Claro, suéltalo ya- le respondí sonriendo.
-Bueno, la verdad es que no quiero seguir con el tema de ya sabes quien, solo quería decirte que los niños te extrañan mucho Liz, hace bastante tiempo que no te pasas por allá. Quizás mañana podrías ir, ¿qué me dices?
-Tienes razón, iré mañana. Me servirá para distraerme un poco.
Realmente la idea era perfecta. Esos pequeños monstruillos me alegrarían.
Una de las razones por las que apreciaba tanto a Anne era su buen corazón. Cuando llegamos a los Ángeles, no dudó ni un segundo en buscar trabajo en alguna fundación de niños huérfanos. Y así fue como gracias a ella yo descubrí una forma de ayudar haciendo lo que sabia, bailando. Cada vez que los visitaba, podía observar en sus tiernos rostros las ganas de aprender, de evadir sus problemas, de olvidar lo triste de sus cortas vidas. Tal como una vez me pasó a mí. Tras la trágica muerte de mi padre, la danza me absorbió completamente, ya que era la única forma de calmar mi dolor, de alejar mis sombras. Sin duda alguna esto provocó un absoluto placer para mi madre, quien siempre soñó que su pequeña hija siguiera sus pasos.  Es por ello que me sentía tan comprometida con esos niños, ya que entendía su dolor.

Cuando el sueño comenzó a invadirme, me metí a la cama. Intenté dormirme, pero al cerrar los ojos solo pude ver una imagen detrás de mis parpados, la de su rostro.


Anne interrumpió mi profundo sueño a eso de las nueve de la mañana. Salté de la cama y me arreglé rápidamente. Ese día no me permitiría darle más vueltas al asunto.

El camino hacia la fundación se hizo realmente corto, ya que gracias a las tonterías de las que hablaba Anne, la risa no abandonó mis labios ni por un segundo.
Al cruzar el gran portón, vi como los niños corrían hacia mí. -¡Liz!, ¡Liz!- el sonido de sus vocecitas repiqueteaba por todo el lugar. Les abracé uno por uno, respondiendo a sus insaciables preguntas. Pasar el día con ellos me hizo olvidar todos aquellos pensamientos que quería evitar.
 La música invadió mi cuerpo, mientras que los niños observaban atentamente mis instrucciones. Les enseñaría todo lo que sabía, verdaderamente quería hacerlo. Podía ver como al son de la música liberaban la tristeza que habitaba en sus corazones a tan temprana edad.

Al caer la tarde llegó la hora de las despedidas, ante sus miradas suplicantes.
-Volverás ¿no es cierto Liz?- preguntó Bree, la más pequeña y aplicada de mis alumnas. Como me enternecía verla bailar, sin duda alguna, con entrenamiento y dedicación, ella podría perfectamente dedicarse al arte si así lo decidía.
-Por supuesto que volveré cariño- dije al tiempo que depositaba un beso en su suave mejilla. Pero al instante sentí como jalaban de mi camiseta. Volteé y divisé a Tomi, un pequeño niño de no más de seis años.
-¿Qué ocurre Tomi?- dije acariciando su rosácea mejilla.
-¿Puedo hablar contigo Liz?
-Claro que sí cariño.
Entonces tomó mi mano, llevándome lejos de los demás. Cuando se detuvo, cortó una flor del gran jardín y me la dio, ante lo que yo casi me derrito.
-Oh, muchas gracias Tomi- dije besando su mejilla.-Dime pequeño, ¿qué es lo que querías decirme?
-Liz, solo quería preguntarte si quieres ser mi novia.
-¿Qué dices?- pregunté asombrada.- ¿No crees que soy un poco mayor para ti cariño?- dije conteniendo una carcajada. Mi pregunta lo hizo meditar un momento.
-Claro, ¿pero cuando sea mayor serás mi novia verdad Liz?- dijo con su suave y tierna vocecita.
-Será mejor que cuando seas mayor hablemos de esto, ¿te parece Tomi?- dije riendo. No había nada más adorable que aquel pequeño.
-Está bien.- dijo con una sonrisa de decepción.
-Ahora ve a jugar cariño.
Le observé correr por el jardín, mientras me partía de la risa.



Cuando al fin llegamos a casa, estaba completamente exhausta, lo que me alegraba profundamente. Mientras más cansada estuviera, menos tonterías pensaría.
 Me senté junto a las chicas para cenar algo antes de ir a la cama, pero justamente lo que menos me apetecía escuchar llegó a mis oídos.
-Esta tarde Michael volvió a llamar Liz. -dijo Elena-  Dos veces.
-¡¿Dos veces?!
-Sí, dos veces y parecía desilusionado de no encontrarte. Liz, ¿no crees que deberías hablar con él antes de decidir hacerle la ley del hielo?
-Por supuesto que no. Ya no quiero tener absolutamente nada que ver con él. Mañana hablaré con George para que me encargue de otros asuntos.
-Pero Liz, si sigue insistiendo es por algo.
-No, no y no. No hablaré ni una palabra con él. ¿Le has dicho que no vuelva a llamar verdad?
Elena bajó la mirada, lo que me dio a entender inmediatamente la respuesta.
-¡Pero Elena!, no por ser quien es se merece un trato especial. No después de lo descarado que fue.
-Lo siento Liz, pero es tan amable y sonaba tan decepcionado por no hablar contigo que, no se...simplemente no pude.
-No te preocupes. Algún día se cansará de llamar.- dije sonriendo, ya que a decir verdad, me encantaba el hecho de que me recordara.
Las tres reímos ante mi respuesta. La cena siguió su curso, entre bromas y risas.
Ese día me había devuelto la cordura.



Los rayos de luz que entraban por mi ventana terminaron por despertarme. Me levanté y observé el radiante sol que había esa mañana, lo que me animó para salir a correr. Hace mucho que no hacía deporte y esta era la oportunidad perfecta. Me lavé la cara, cepillé mis dientes y me puse un short deportivo que hacia juego con la camiseta. No me detuve a arreglarme demasiado y salí del apartamento. Al llegar a la calle, respiré profundo, llenando mis pulmones de aire y eché a correr...con la extraña sensación de estar siendo observada.




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Capítulo 10






No se bien si el piso se movió, o si fueron mis piernas las que comenzaron a temblar.
-¿Cómo saben eso?- pregunté casi en un susurro.
En ese momento Graciela giró sobre sus talones y tomó una revista que se encontraba en el escritorio de al lado, para luego mostrármela.
-¿No hacen una linda pareja?- dijo entusiasmada mientras observaba la fotografía.
Bajé la vista, temerosa de ver aquella imagen. ¿Acaso alguien nos había visto cenando?, o peor aun, ¿alguien me había visto saliendo de su habitación?

Decidí enfrentar las consecuencias de mis actos. Extendí mi brazo y tomé la revista. En cuanto mis ojos encontraron lo que buscaban en la portada, mi corazón dio un vuelco.
La mujer que ahí aparecía, alta, estilizada, rubia y de cabello rizado, la cual tomaba la mano de Michael, no era yo.
Sentí como palidecía y se me formaba un nudo gigantesco en la garganta.
-¿Me la prestas un momento? –logré decirle a Graciela, a la vez que indicaba la revista.
-Claro, ¿Liz te sientes bien?- preguntó preocupada.
-Oh si, es solo que no desayuné- mentí, intentando sonreír. Di la vuelta alrededor de mi escritorio y me senté en la silla. Observé una vez más lo que mis ojos no podían creer.
Una lágrima asomó por mi ojo. Le atajé inmediatamente. ¿Cómo había sido tan ingenua?, ¿Cómo permití que una superestrella jugara de ese modo conmigo?
Tonta, tonta, tonta. Mil veces tonta. Había hecho el ridículo todo este tiempo.
Miré detenidamente a la chica que salía de un restaurante tomada de la mano de un sonriente Michael Jackson. Era toda una belleza. Abrí la revista y busqué la noticia.

“En la noche de ayer, Michael Jackson fue visto cenando con su novia, la modelo y actriz Brooke Shields. La joven pareja...”

Cerré la revista indignada. ¿Para qué seguir leyendo esa basura?
Cada segundo que transcurría, la pena que en algún momento sentí fue desapareciendo, para solo dejar en mi interior la más profunda rabia.
Levanté la vista lentamente y lo primero que vi fue aquel flamante ramo de rosas. Me paré de inmediato y las tomé bruscamente. Sabía perfectamente que las flores no tenían la culpa de nada, pero aun así descargué mi furia en ellas. Se podría decir que las descuarticé e hice añicos, para luego botarlas en el tacho de la basura.
Suspiré orgullosa de mi infantil acción, como si de alguna manera hubiera hecho mi pequeña venganza.
Mi cerebro me lo había advertido, cuantas veces una vocecita gritó en mi interior que debía ignorar sus coqueteos. Pero no, tuve que dejar que mi corazón se creara falsas esperanzas. ¿Por qué había sido tan ingenua? Era más que evidente que él solo quería divertirse un momento conmigo. Encima de todo, tenía el descaro de pedirme una nueva cita y mandarme sus estupidas flores. Esto ya era suficiente, intentaría olvidar lo que alguna vez pasó y seguiría con mi vida.


El resto del día pasó lentamente. Intenté olvidar lo sucedido a toda costa, pero simplemente fue imposible. Y es que todos parecían querer restregarme la gran noticia, ya que en todo el maldito día no hubo ni un solo segundo en que de las bocas de mis compañeros no saliera una palabra referida al tema. Esto se estaba volviendo realmente un fastidio. Pero eso no fue lo peor de todo. La guinda de la torta fue cuando, por enésima vez me encontraba observando la fotografía de la “feliz pareja” y Eric me dijo;
-¿Es muy guapa no?, se parece bastante a ti.- volteé y lo fulminé con la mirada, sintiendo como la cabeza me palpitaba debido a la rabia contenida- Hey, tranquila- dijo riendo- tu eres mucho más guapa, es solo un cierto parecido, ya sabes por el cabello y...-su frase fue perdiendo fuerza cuando notó que solo empeoraba la situación.
Aquello era lo último que me faltaba. Que me compararan con esa...- ya basta- pensé- cualquiera diría que estas celosa-.
Y sí, efectivamente estaba muy celosa. ¿Pero de qué?, no tenia razón alguna para estarlo, Michael y yo no éramos nada, absolutamente nada... ¿entonces por qué me sentía así, tan celosa y molesta?
Claro está que mi orgullo había salido herido. Nunca en mi vida me sentí tan humillada por un hombre. Pero, ¿para qué hacia esto?, ¿acaso no le bastaba con tener a miles de mujeres gritando su nombre?, por un momento sentí pena por aquella chica de la fotografía. Quizás, solo quizás, esto a la larga seria un bien para mí.

El lunes a primera hora zanjaría esta situación de una vez. Pediría que me reemplazaran en todo lo que se refiere a él. No lo vería nunca más.


Dilaté lo más posible mi llegada a casa. Caminé por el centro de los Ángeles, perdida en mis pensamientos. No quería que mis amigas me vieran así, no quería que notaran lo mucho que esto me había afectado. Llevaba en mis manos aquella revista, la que finalmente no había devuelto a Graciela. Sentía la necesidad de mirar de vez en cuando su portada, para convencerme de lo equivocada que estuve en confiar en Michael. ¿Pero quien no habría creído que aquella mirada de sinceridad era verdadera? Recordé aquella cena, sus palabras, sus ojos y su bella sonrisa. Fue una actuación brillante de su parte, ya que nunca se me pasó por la mente desconfiar de él. Creí por completo en sus miradas cómplices, en aquellos ojos que destilaban dulzura, en su caballerosidad y en su aparente transparencia. Caí como una estupida en su juego de seducción.
 ¡Pero como no haber caído en su encanto, si desde la primera vez que lo vi mi mundo se detuvo!












Chicas, este es un mini capitulo para no hacer tan larga la espera :)
Espero que les guste y comenten. Recuerden que sus comentarios son de vital importancia para mi, ya que son un gran impulso para seguir escribiendo.
El sábado intentare subir el próximo :D Gracias por leer. 

Capitulo 9





Entré completamente en pánico. Mi corazón se disparó y palidecí.  Me puse de pie rápidamente y corrí hacia el teléfono, pero cuando estuve frente a él me detuve. Un tremendo nerviosismo se apoderó de mí, pero debía comportarme como una chica madura y superar aquello. Lentamente levanté el auricular, mientras mi mente estaba hecha un lío de ideas.
-¿Hola?
-Hola cariño, ¿como estas?-dijo una suave voz. Inmediatamente el alivio recorrió mi sistema. Solté de un solo golpe todo el aire que había contenido en mis pulmones.
-¡Mamà!, ¡hola!
-Guau, si que estas eufórica, ¿sucede algo?- preguntó riendo.
-No, nada.-mentí-  Es solo que me alegra mucho escucharte.-
-Pensé que ya no me querías- dijo bromeando-hace mucho que no me llamas cariño, supongo que tienes miles de cosas que contarme.
-¡Claro!, creo que esto te encantará, aunque de seguro ya lo sabes.- adiviné riendo- Tío George me ha contratado como reportera en el periódico.
-¡Pues claro que lo sabia!, no tienes una idea de lo entusiasmado que estaba George cuando me llamó. Está tan contento de que estés trabajando con él cariño...
-Lo sé mamà, tío George es realmente adorable conmigo.
-¿Sabes Liz?, cada vez que extraño a tu padre, hablar con George me reconforta. Él es realmente un sol. Pero ahora quiero que me cuentes todo lo que me he perdido eh, de seguro tienes toneladas de cosas que contarme. ¿Como son todos en la oficina, te han tratado bien?
Y así comenzó nuestra larga conversación de cerca de una hora, y es que si de hablar se trata, mamà es la numero uno. Respondí todas sus preguntas y le conté hasta el más mínimo detalle de mi nueva vida...omitiendo solo a una persona.
-Bueno Liz, quiero que me cuentes por qué estás tan feliz, y no me mientas, te conozco como la palma de mi mano-dijo con un tono socarrón.
-Ya te lo he dicho mamà. Estar trabajando me hace realmente feliz.
-¡Patrañas!, es más que obvio que tu alegría se debe a algún chico.
Maldita sea, el único tema que no me apetecía hablar era el que más interés despertaba en ella. Pero, ¿para qué mentirle a mamà?, después de todo no era nada del otro mundo.
-Esta bien, me has pillado- dije riendo.
-¡Lo sabia!, ¿quien es, lo conozco?- preguntó animadamente.
-Mmm... Creo que sí, pero no de la manera en que tú piensas.
-Si que estás misteriosa señorita...entonces supongo que merezco saber el nombre de tu novio.
-Mamà, él no es mi novio, solo somos amigos ¿esta bien?, y que sepas quien es no tiene importancia. Algún día te lo diré, quizás cuando nos veamos. ¿Qué te parece?- dije burlona, sabiendo que eso no ocurriría demasiado pronto.
-Eres muy, muy mala Elizabeth. Algún día me vengaré de ti.
En cuanto la escuché decir esto, estallé en risas. Mi madre tenía un don especial para hacerme reír.
-¡Si no me quieres contar su nombre, al menos dime si es guapo!
-Claro que es guapo, increíblemente guapo. ¿Estás contenta ahora?- dije mirando a mi alrededor, pendiente de que mis amigas no escucharan mi declaración.
-Sí, estoy muy satisfecha. ¡Conociéndote, debe ser todo un bombón!-
-¡Ya basta mamà!-dije avergonzada- deja de reírte de mí o no te contaré nada más.
-Oh, cariño no te enojes. Es la pura verdad. Para que ese chico te guste tanto debe ser muy especial...espero saber quien es pronto.
-Cuando vengas a visitarme te diré quien es. Bueno mamà, estoy algo cansada, me gustaría ir a dormir. Prometo llamarte en cuanto pueda, ¿está bien?
-Claro Liz, ¿sabes lo mucho que te amo verdad?
-Sí, como no saberlo si me lo repites siempre. Adiós mamà, te quiero.
-Adiós cariño- dijo finalizando la llamada.

Me levanté del sofá y estire mi cuerpo. Había pasado más de una hora hablando con mamà.
Me dispuse a ir a mi cuarto, pero en cuando di un paso hacia este, mis amigas me acecharon con la mirada.
-¿Qué sucede?- les observe extrañada.
-Liz, ¿podemos hablar un momento?- preguntó Elena.
Me acerqué a la mesa y me senté en una de las sillitas.
-Soy toda oídos- bromeé. Esperé que comenzaran a hablar, pero ninguna de ellas lo hizo.- ¿Qué es lo que me querían decir?- les presioné.- se miraron un momento, con expresión seria.
-Bueno Liz, estamos algo preocupadas.- soltó Anne.
-¿Por qué?- les pregunte asustada, ya que sus ojos realmente reflejaban algo de temor.
-Por ti Liz, nos preocupa el hecho de que te guste tanto Michael Jackson.
-Pero no tienen por qué sentirse de esa forma. Ya les he dicho que nada pasará entre él y yo.
-¿Estas segura de eso Liz?, porque a mi me parece que no. Sabes muy bien que si sigues así terminaras por enamorarte de él. Y es que es cosa de mirarte. El cambio que ha habido en ti en estos últimos días es evidente. No queremos que sufras Liz.
-Chicas, les agradezco mucho todo esto, pero realmente su preocupación no viene al caso. Si bien es cierto, Michael me gusta, no se los puedo negar. Pero también tengo las cosas muy claras. Sé perfectamente lo que conlleva ser una súper estrella.- dije suspirando.
-Solo disfruta esto que te está pasando, pero ten presente que no puede llegar más lejos. Sabes que si te enamoras del serás la única perdedora... él está rodeado de mujeres bellas, que poseen dinero y fama Liz,  la que él escoja se rendirá inmediatamente a sus pies. No dejes que un capricho de parte suya te destruya.
No pude decir nada más. Ellas tenían toda la razón, la que por algunos momentos de ilusión olvidaba. Michael, aunque me doliera, estaba absolutamente fuera de mi alcance...Esa era la realidad.
Suspiré nuevamente y caminé hacia mi habitación. Cerré la puerta a mis espaldas y me dejé caer en la cama. No sé cuanto tiempo estuve ahí, pensando lo que las chicas y yo habíamos conversado. ¡Como era posible que este chico en tan solo una semana pudiera haber penetrado tan fuertemente en mi vida!, aquello que me ocurría era una gran locura, no tenia lógica alguna. Pero sin embargo, el protagonista de mis pensamientos era él. ¿Qué diablos haría si este sentimiento crecía?, realmente era desconcertante considerar esa opción. Nunca en mis diecinueve años había experimentado esta sensación que me aterraba, pero al mismo tiempo me desafiaba, casi obligándome a vivirla.
Poco a poco perdí el hilo de mis pensamientos y me deje llevar por el sueño.


El estresante sonido del despertador comenzó a sonar. Realmente deseaba quedarme en la cama, aunque solo fueran cinco minutos. Pero la fastidiosa de Elena saltó sobre mí obstruyéndome la respiración.
-¡Elena!, ¡sal de aquí ahora mismo!
-¡levántate ya dormilona!, ¿se te olvida que tienes un trabajo?- dijo estallando en carcajadas. Me levanté bruscamente, dejándola caer en el suelo.
-Te lo advertí- dije acusándola con el dedo índice, lo que por supuesto, solo provocó que sus risas aumentaran- eres insoportable, ¿sabias?
Salí inmediatamente del cuarto y me metí a la ducha. Tenia tanto sueño, como si no hubiera cerrado los ojos en toda la noche. –Al fin es viernes- me consolé.
Me arreglé un poco y fui a la cocina en busca de un vaso de leche y algunas galletas. Miré mi reloj, ya era hora de partir así que tome mi bolso y abrí la puerta.
A medida que mis pasos avanzaban, el mal humor iba disminuyendo, dando paso a una gran sonrisa en mi rostro.
Entré al periódico, y me sorprendí al ver el gran alboroto que allí había, pero hice caso omiso a ello y caminé hasta mi escritorio. Mi corazón dio un vuelco cuando mis ojos vieron el gran ramo de rosas que ahí se encontraban. Rápidamente saqué la pequeña tarjetita, ansiosa de leer lo que esta vez el hombre más maravilloso que pisaba la faz de la tierra me había escrito.
Te mando estas flores para que recuerdes que aun me debes una cita. No creas que lo olvidaré tan fácilmente. Espero verte muy, muy pronto.
Con cariño, Michael.
Comencé a reír como una boba. ¿Cómo podría olvidar una cita con el chico que ponía mi mundo de cabeza? Observé atentamente las bellas rosas que se encontraban recostadas sobre la mesa. Ya se había vuelto toda una costumbre encontrar sus obsequios por la mañana. Acerqué la tarjeta a mi pecho, muy cerca de mi corazón. Sentía como éste intentaba salirse de su lugar, dando saltos irregulares, completamente agitado. Era totalmente increíble lo que solo unas palabras de Michael causaban en mí.
-¡Wow, que le has hecho a ese pobre chico!-dijo Graciela, mientras observaba las flores.
-Hola Graciela- sonreí, algo sonrojada. Graciela era una chica de unos veintitrés años, la cual se había ganado mi aprecio en el corto tiempo que llevaba trabajando ahí. – ¿Que es lo que pasa?- pregunté mientras mi mirada se fijaba en el gran cúmulo de personas, que con real interés conversaban sobre algo.
-¿Acaso no sabes la nueva noticia?- pregunto extrañada.
-Mmm, creo que no- le respondí sonriendo.
-¿En que mundo vives Liz?, todo el mundo habla sobre ello.
-¿Y a que noticia se debe tanto alboroto?
-A Michael Jackson, claro.
Inmediatamente mi interés sobre el tema creció.
-¿Qué ocurrió?
-¡Michael Jackson tiene una nueva novia!, ¡¿lo puedes creer?!


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