Capítulo 16







Ante la mirada penetrante y convencida que Michael me dirigía, supe que sus palabras buscaban una reacción en mi interior, y así fue. 
Los latidos de mi corazón se estrellaban contra mi pecho a un ritmo embarazosamente acelerado, impetuoso y completamente irracional, mientras que las mariposas en mi vientre revoloteaban sin control alguno.
Desvié mi mirada de la suya, al tiempo que volvía a recostarme sobre su cálido pecho, en un intento algo desesperado por ocultar mis mejillas sonrosadas.
-Que chica tan afortunada- murmuré, para así responder a la evidente curiosidad reflejada en su rostro causada por mi silencio.
Al momento escuché sus centellantes risitas chocar contra mi cabello, mientras sus brazos me estrechaban aun más contra su cuerpo.
-El afortunado sería yo – susurró muy cerca de mi oído.
Esto era demasiado. Si mi corazón no se tranquilizaba, moriría en cualquier momento de un paro cardiaco.

Seguramente, mis alocados latidos eran más que perceptibles ante la cercanía de nuestros cuerpos, lo que me puso aun más nerviosa. Así que solo cerré los ojos e inhalé el exquisito aroma de su camisa, intentando regular mi pulso y calmar los alocados e incoherentes pensamientos que revoloteaban por mi mente.
-Muero de ganas por verte bailar- dijo suavemente, ahuyentando aquel nerviosismo irracional de mi sistema.
-Quizás algún día me veas- le contesté, mientras una sonrisa se formaba en mi rostro.
-Tengo una propuesta que hacerte.
-¿Qué cosa?- pregunté alzando levemente mi rostro, sin despegarme de su pecho.
-Quiero que bailes para mí.- Le miré extrañada, sin entender a lo que se refería.- Necesito nuevos bailarines para mi gira, y quiero que tú estés ahí.
Observé sus ojos por unos segundos, intentando procesar su propuesta.
-Michael, no creo que sea lo correcto...
-¿Por qué no?, eres absolutamente extraordinaria.-aseguró con su flamante sonrisa.
-Michael, no quiero sacar provecho de nuestra amistad, no debes darme nada.- dije acariciando su rostro, ante la ternura que me causaba lo puro y simple que era.- Con solo tenerte cerca me haces feliz.
Sus ojos resplandecieron con un extraño brillo, dejándome completamente embobada.
-Eso es una tontería, no estarás sacando provecho de mí, sino todo lo contrario, yo me estaré beneficiando de lo maravillosa que eres.
Acarició el contorno de mi rostro lentamente, memorizando con sus dedos cada lugar de este. El tacto de sus dedos hacía que debajo de mi piel se desencadenaran cientos de descargas eléctricas, estremeciendo cada fibra de mi cuerpo.
-¿Qué me dices?, ¿aceptas?- inquirió mientras mordía levemente su labio inferior.
-No puedo aceptarlo, Michael. Te lo agradezco, pero no tienes por que preocuparte por mí, soy feliz con lo que hago.
-Aun no comprendo por qué trabajas como reportera, y no bailando. ¿No te gustaría poder hacer lo que amas?
-Claro que sí, pero la danza es como un pequeño tesoro para mi, ¿sabes?, desde que mi padre murió, bailar ha sido algo realmente especial en mi vida. Por eso no quiero lucrar con ello, hasta que sea realmente necesario.
-Liz, ¿puedo hacerte una pregunta?, tienes todo el derecho de no responderla.- dijo dubitativo.
-Ajá, solo suéltalo- bromeé.
-¿Cómo murió tu padre?- dijo al fin, cautelosamente.
Al instante sentí como se formaba un inmenso nudo en mi garganta.
-Si no quieres hablar de ello no tienes por que hacerlo.- me tranquilizó Michael, acariciando suavemente mis rizos, seguramente adivinando mis pensamientos.
-Quiero contártelo.- dije intentando formar una sonrisa. Me sumergí en extraños y vívidos recuerdos, los que cada noche venían a mi mente en sueños.- Solo tenía trece años cuando papá murió. Ese día estaba especialmente bello, por lo que él quiso pasar el día conmigo.
De niña me encantaba la naturaleza, por ello papá decidió llevarme a las afueras de la ciudad, solo él y yo.
 Fuimos a una reserva gigantesca, similar a un bosque, repleta de árboles y plantas de todo tipo. Tenía un gran lago y una decena de manantiales. Simplemente ese era mi lugar favorito en todo el mundo, al igual que para papá. Así que nos subimos al coche y emprendimos nuestro camino.
 Fue un día hermoso, sobre todo porque estábamos los dos. Aun recuerdo la magia que despedía mi padre y la adoración que yo sentía hacia él. Pasamos toda la tarde nadando en el lago, recorriendo aquel extenso lugar, mientras yo escuchaba sus enseñanzas frente a cada mínimo detalle, pero cuando calló la noche y salimos de la reserva, algo extraño provocó que mi padre detuviera el automóvil, mientras yo le observaba atónita retorcerse. Intenté preguntarle qué ocurría, pero no hubo respuesta de su parte, pues ya era demasiado tarde. Como pude, le saqué del coche y con mis pequeños bracitos le aferré a mi cuerpo, deseando que todo aquello fuera solo una pesadilla. Estaba sola, absolutamente sola en ese inmenso bosque, sin nadie a quien pedir socorro. Entre sollozos grité lo más fuerte que me permitieron mis fuerzas, pero mis suplicas se perdieron en el silencio abismante del lugar y no hubo respuesta alguna.
Me quedé ahí, abrazada al cuerpo de papá, esperando que él abriera los ojos y me consolara, despertándome de ese amargo y aterrador sueño.

Al día siguiente desperté entre los brazos de mi madre, mientras sus lágrimas mojaban mi cabello, pero mi mente no fue capaz de soportar la realidad que se abría a mi paso y me sumergí nuevamente en la inconciencia.-
Una lágrima rodó por mi mejilla, mientras luchaba por contener los sollozos que se formaban en mi garganta.
-No llores- susurró Michael, mientras atrapaba con sus dulces dedos la lágrima que corría por mi mejilla.- No llores por favor. –volvió a decir, estrechándome aun más entre sus cálidos brazos.-Liz, no debes sentirte culpable, pequeña. No ha sido tu culpa.
-Lo sé Michael, pero no puedo evitar sentirlo de ese modo.- dije hundiendo mi rostro en su pecho.
-No pequeña, solo eras una niña. No lo podrías haber evitado. No debes torturarte, es lo que debía ocurrir. A veces la vida da giros inesperados e injustos, pero sin embargo aquellos momentos de dolor tienen un propósito.-  dijo intentando calmar mi angustia, al  tiempo que besaba mi frente.- De todas formas has sido mucho más afortunada que yo, ¿sabes? Al menos disfrutaste de momentos hermosos con tu padre, llenos de cariño. En cambio el mío nunca  ha demostrado ni el más mínimo atisbo de comprensión o amor hacia mí. Cuando era pequeño, solía pensar que para papá mis hermanos y yo no éramos más que una maquina generadora de dinero de la cual sacaba el mayor provecho posible. Y aun sigo pensando lo mismo. –
Le miré por un momento, examinando su dura expresión.
 Parecía muy enfadado y herido, lo cual me produjo un fuerte sentimiento de angustia.
Simplemente no soportaba verle así. Sus dulces y calidos ojos mostraban una fría mirada hacia algún punto inexistente en el infinito, mientras que sus facciones se encontraban rígidas y serias. Toda aquella ternura había desaparecido de su rostro ante el recuerdo de su padre. ¿Qué  había hecho aquel hombre para que el ángel que sostenía mi cuerpo entre sus brazos se hubiera transformado de pronto en nada más que una fría escultura de piedra? Seguramente, todo aquel rencor y resentimiento había plantado sus cimientos hace mucho tiempo y las razones para ello iban mucho más allá de lo aparente.
No pude resistirme a la impetuosa necesidad de calmar su dolor y derretir esa aguda capa de hielo que había cincelado su hermoso rostro.
 Levanté mi rostro, para así quedar de frente al suyo y acerqué mis labios hacia su mejilla, depositando ahí un dulce beso, lleno de significado. Su gesto cambió en el mismo instante en que posé mis labios muy cerca de los suyos. Su expresión se dulcificó, haciendo que sus ojos marrones se asemejaran al chocolate derretido, fijos en mí, penetrando en mis pupilas y disparando mis latidos. Alejé mis labios mínimamente de su mejilla para observarle mejor.
Noté como humedecía sus labios, mientras su mirada perforaba mis ojos, quemándome, provocando que una ola de fuego hiciera hervir mis venas.
Observé nuevamente sus labios y supe que la decisión era mía. Tenía el completo poder de la situación, ya que sabía perfectamente que él no se negaría a mis deseos. Es más, Michael lo deseaba tanto como yo.

Mi mente trabajaba a una rapidez vertiginosa, cavilando cada posibilidad.
Tenía exactamente dos opciones; la primera de ellas era dejar de evadirme y enfrentar aquel sentimiento que atormentaba a mi razón y simplemente devorar sus labios, saciando la necesidad apremiante que los míos tenían de ellos. Y la segunda, era ser cobarde, una vez más.
Pero al sentir su mirada fija en mí a la espera de mi decisión, expectante, mis pensamientos parecieron nublarse nuevamente. Lo único perceptible en aquel momento era el fuerte martilleo de mi pulso, y sus brazos envolviendo mi cintura.
La distancia inexistente de nuestros cuerpos me hacia aun más difícil discernir, mientras el calor de su cuerpo me embargaba.
Michael esperaba paciente mi decisión, haciéndome la única responsable de lo que estaba por ocurrir.
Observé sus labios una vez más. Cuanto deseaba besarlos... simplemente era pura necesidad. Mi cuerpo exigía y ansiaba su cercanía, su rose, su tacto. Necesitaba sentir sus brazos estrechándome, añoraba la proximidad de su cuerpo y básicamente deliraba por probar sus labios.
Percibí como su pecho, bajo el mío, se agitaba drásticamente debido al aumento del ritmo de su respiración. El aire estaba cargado de pura atracción, invitándonos a consumir aquel fuego que reflejaban nuestras miradas. Pero la decisión era completamente mía y Michael aguardaba a que comenzara el primer movimiento.
Luché por aclarar mis ideas, las cuales a cada segundo eran más y más incoherentes, dejando como único blanco de atención a aquel rostro perfecto, mientras su aliento dulce y embriagante atraía todos mis sentidos en una incomprensible locura por obtener el sabor de sus labios rellenos.

Como deseé que Michael acabara con aquella tortura y que hiciera de mis labios lo que le diera en gana, tomando el control, llevándome a lo más profundo de su alma, rasgando por completo mis defensas.
¿Por qué lo complicaba tanto para mi?, ¿Por qué no venía y buscaba lo que, con su magia y absurdo encanto había ya hecho suyo? –
Estuve a punto de romper la distancia que había entre sus labios y los míos, pero mi cuerpo pareció no responder a las suplicas que mi alma enloquecida quería gritar. Simplemente no pude moverme, ya que el deseo fue acorralado por el miedo.
Si le besaba, ya no habría vuelta atrás.

¿Pero, y si después de aquello arruinaba todo lo que habíamos construido?, ¿Si mi pequeño idilio se derrumbaba luego de saciar la necesidad apremiante de tomar su alma y hacerla mía, llevándome todo lo que sus ojos me ofrecían?
Era más que evidente que luego de llegar tan lejos no podríamos ser solo amigos. Entonces, realmente temí al imaginarme sin él. Michael se había convertido en una necesidad, en mi marca de heroína personal.
Y entonces, ante aquella aguda y seductora mirada rebosante de ansiedad, fui cobarde, una vez más y decidí apoyar nuevamente mi rostro sobre su pecho, rompiendo la magia existente entre nuestras miradas.

Cerré los ojos con impotencia, deseando que todo fuera distinto.
Pero la verdad es que temía ridículamente a sufrir, a querer de un modo irracional, de enamorarme. Y ahí recaía exactamente el problema, Michael era el único que podía lograr tocar mi alma con sus dedos, alzándola hacia lo más alto e infinito, destruyéndome con cada rose.
-No eres una maquina de dinero Michael, eres mucho, mucho más que eso.- susurré sintiendo como mi corazón disminuía su ritmo, decepcionado por no haber logrado su objetivo.
Sus labios besaron mi cabello, haciendo que un leve estremecimiento recorriera mi cuerpo.
Despegó una de sus manos de mi cintura y buscó con ella mi rostro, alzándolo para que así le mirase. Mis ojos quedaron una vez más enganchados de sus dulces pupilas, mostrándome en ellas la inmensidad de su alma.
-Te quiero Elizabeth.- dijo al momento que su dedo índice recorría mis labios  suavemente.- No sé como lo has hecho, pero desde aquel día en que te conocí te has convertido en el centro de mis pensamientos.

Un colibrí batiendo sus alas era poco para describir el tamborileo de mi corazón, nuevamente descontrolado.
-Te quiero aun más Michael- musite besando la yema de su dedo índice.
Y así nos quedamos, perdidos en las pupilas del otro contemplándonos sin noción alguna del tiempo, mientras el sonido del agua se entremezclaba con el suave y armonioso cantar de las aves que allí habitaban, formando la melodía más perfecta que mis oídos habían escuchado jamás.



Cuando abrí los ojos, me sobresalté al percatarme de que ya había anochecido. ¿Cómo el tiempo había pasado así de rápido?
No tenía ni la menor idea de cuantas horas había estado durmiendo, pero de seguro habían sido muchas. Alcé la mirada y tuve el placer de ver a Michael dormido.
Sus largas pestañas y sus rosáceas mejillas le daban un toque irreal, hasta el punto que dudé de si lo que estaba viviendo no era más que un sueño.
Pero hasta el más perfecto de los sueños tenía un final.












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Chicas, espero que este capitulo les haya gustado tanto como a mí y me digan cada sensación que han tenido al leerlo. Llegando a este punto de la historia, ¿quieren que la novela continúe?
Sus opiniones son fundamentales para mí.
Espero sus comentarios, ya sean buenos o malos :)









Capítulo 15








A través del oscuro vidrio, pude observar el gran portón que se abría para cedernos el paso.
Un manto verde y grandes árboles rodeaban el camino, mientras que de vez en cuando se asomaban bellas y esculturales figuras de fantasía, recreando un mundo fantástico e inverosímil. 
Mientras mi mirada asombrada recorría aquel sendero, una enorme y majestuosa casa que parecía sacada de cuentos de hadas fue alcanzada por mi vista.
-¿Bajamos?- inquirió Michael, cuando el automóvil se había detenido.
-Ajá- murmuré algo ida.
Antes de que pudiera hacer ademán de abrir la puerta, Michael ya lo había hecho. Como todo un galán  extendió su mano para ayudarme a bajar. Acepté aquel gesto, sonriendo ante su amabilidad.
-¿Dónde se supone que estamos Michael?-pregunté observando mi alrededor.
-En mi casa- dijo con una flamante sonrisa.
-¿En tu casa?- sin duda no me esperaba aquello. Esto demostraba absolutamente que Michael no me tomaba para nada a la ligera, lo cual absurdamente me asustó un poco.
-¿Qué sucede?- preguntó Michael observando mi rostro, con una ligera sonrisa llena de curiosidad.
-Nada, es solo que no me esperaba esto.-  dije sinceramente, encogiéndome de hombros, ya que ir a su casa no se me había cruzado por la mente en ningún momento.
-No veo por qué te sorprendes, tarde o temprano tendrías que conocerla.- dijo acariciando mi mejilla, mirándome atentamente.
Le observé directamente a los ojos. Inmediatamente descubrí que esto era importante para él, ya que me podía hacer una idea de la confianza que estaba depositando en mí al mostrarme su mundo por entero.
No sabía bien si esto me alegraba, o sinceramente, me asustaba. En aquel momento, mientras Michael acariciaba mi rostro, penetrando con el brillo centellante de sus pupilas en las mías, temí que esto estuviera llegando demasiado lejos.
Verdaderamente esto me aterraba, ya que desconocía por completo la magnitud de mis sentimientos, y la fuerza que podría alcanzar nuestra relación.
 ¿Qué sucedería si ya era demasiado tarde como para hacer oídos sordos a los impetuosos martilleos que mi corazón se empeñaba a dar contra mi pecho cuando tenía al más perfecto de los hombres mirándome de esa forma?, ¿Qué tal si ya era imposible mantener a ralla mis alocados e irracionales sentimientos? Intenté buscar la respuesta, pero el tener a Michael a solo centímetros de mi rostro no lo hacia nada fácil...lo único que podía pensar en ese instante era en su rostro, en sus ojos, y por supuesto, en sus apetecibles labios.
Necesitaba una salida rápida y segura a aquella situación. No podía enamorarme de esta manera, pues me hacía una idea de las consecuencias. ¿Qué pasaría cuando Michael se aburriera de mi?, ¿Y si otra súper modelo, otra Brooke Shields u otra actriz le deslumbraba de la misma forma en que yo tenia la seguridad de estar haciéndolo en este momento?, ¿Qué diablos haría entonces, lamentarme por haber sido tan ingenua?
Absolutamente no. Debía evitarlo a como fuera lugar. Sabía la dificultad que aquella decisión conllevaba, pero tenía que intentarlo...no me alejaría de él, pero una amistad era mucho más segura para mí.
-Entonces, ¿Qué era lo que me querías mostrar?- logre decir al fin, intentando distanciarme algunos centímetros más de Michael.
-Oh- dijo soltando mi rostro, despertando de aquel trance- por poco lo olvido.
Solté una risita algo nerviosa, mientras que él tomaba mi mano y me llevaba hacia el enorme jardín. Para mi sorpresa, no nos dirigimos al interior de la casa, sino que nos internamos en aquel inmenso paraíso lleno de árboles, que a cada momento me parecía más y más infinito.
Guardamos silencio, escuchando el murmullo de las aves que en aquel lugar encontraban su refugio. Alcé la mirada para observar a Michael, quien maravillado recorría aquel oasis. Sonreí al centrar mi atención en nuestras manos, las que en ningún momento tomaron distancia.
Caminamos durante largo rato, provocándome la sensación de estar en una mismísima utopia.
-Ya casi llegamos- murmuró mezclando su voz con aquel silencio. Me miró con una gran sonrisa, a la cual respondí rebosante de alegría.- Te encantará, estoy seguro.
De pronto despegó su mirada de la mía, para quedar absorto con lo que se nos presentaba. Le imité para conocer al fin aquello que con tanto entusiasmo se había empeñado en mostrarme.
Dirigí mi mirada hacia el frente y me sorprendí de tal manera que contuve el aliento.
Un pequeño lago rodeado de florecillas silvestres se abría camino, ensanchando sus formas, para al fin dejar al descubierto una cascada que, con su embriagadora belleza completaba la misticidad del lugar.
-Es tan hermoso- dije maravillada con aquel paisaje inverosímil.
-Sabía que te gustaría tanto como a mí. Este es mi lugar especial ¿sabes?, es uno de mis favoritos. Por ello te traje aquí.
Nuevamente le miré, absolutamente conmovida por aquel momento. Sus ojos color marrón se fundieron en los míos una vez más, haciendo del tiempo algo inexistente.
Me condujo hacia uno de los grandes árboles que rodeaban el lugar, tumbándose a los pies de este. Jaló mi mano para que le imitase, y naturalmente obedecí a su deseo.
Me estrechó a su cuerpo, acomodando mi cabeza en su calido pecho. Amoldé mi cuerpo al suyo, acurrucándome aun más.

Perdí absolutamente la noción del tiempo. Enfoqué mi atención en oír los acompasados latidos de su corazón. El momento era sublimemente perfecto en toda su magnitud.
-Michael, ¿puedo hacerte una pregunta?- dije de pronto, mientras mis dedos trazaban figuritas en su pecho.
-Lo que quieras- dijo depositando un beso sobre mi cabello.
-¿Por qué confías tanto en mi?, ¿no te da miedo que solo esté interesada en tu fama o dinero?, ¿lo has pensado?
-Bueno, para serte sincero claro que lo he pensado, no porque desconfíe de ti, sino que siempre debo hacerlo con cada persona que conozco. Esa es una de las cosas odio de mi vida...el no poder confiar, simplemente dejarme llevar ¿sabes?, las personas suelen acercarse a mi solo por quien soy como artista, ellos quieren a la superestrella en todo momento, pero son realmente pocos los que se interesan por quien soy en verdad.- dijo con evidente tristeza- Pero contigo es distinto.- aseguró. Esta vez percibí como la amargura de su voz se alejaba, para dar paso a un sentimiento muy distinto... ¿felicidad?
-¿Por qué?, ¿Cómo lo sabes?- inquirí, incorporándome para poder mirarle.
Pareció perderse en sus pensamientos por un breve momento, mientras una sonrisa asomaba en su rostro.
-La verdad es que no lo sé, solo lo siento.- dijo sonriendo- Bueno, la verdad es que eres muy distinta a las demás chicas que he conocido, porque solo eres tu, ¿entiendes?, no intentas aparentar cuando estas conmigo, ni me tratas de una manera especial. De hecho, ni siquiera parece importarte que yo sea Michael Jackson. Contigo puedo ser solo yo, dejando a un lado al personaje que debo interpretar día a día.-
Acarició mi mano, mientras algún pensamiento parecía divertirle.
-¿Recuerdas aquel día en que nos conocimos?- preguntó, esperando mi respuesta. Asentí y él prosiguió- Cuando te encontré en las escaleras y te ofrecí mi ayuda- dijo entre risitas- esperaba que al mirarme comenzaras a gritar, o que simplemente entraras en shock o algo por el estilo. Pero nada de eso sucedió, para mi sorpresa, claro. Solo me miraste, dijiste “gracias” y te marchaste dejándome ahí, absolutamente descolocado.
Alcé una ceja, mientras le miraba divertida.
-Bueno, no veo cual es el motivo de tanto alarde. Solo actúe como una persona normal Michael.
-Liz, lo normal habría sido que te lanzaras hacia mi histéricamente, que te desmayaras o simplemente me hubieras pedido un autógrafo. Pero no te importó quien era yo...solo seguiste tu camino. Eso me demostró de inmediato que eras alguien especial.

Realmente no lo comprendía. ¿Acaso la confianza de Michael se basaba en ese echo?
-Eso no explica nada Michael- dije riendo, ante lo absurdo que me parecía su raciocinio.- ¿Y si luego hubiera aceptado salir contigo solo por interés? – le desafié nuevamente.
-¡¿Bromeas?!- dijo riendo, abriendo los ojos exageradamente, fingiendo sorpresa.- ¡Después de todo lo que me costó que aceptaras salir conmigo!, por poco pensé que no aceptarías. Eres una chica muy difícil e inalcanzable, ¿sabias?
Reí por lo bajo, poniendo los ojos en blanco.
-Eres muy exagerado- aseguré riendo.
-Claro que no, solo digo la verdad.-dijo sonriendo- Debes haber tenido muchos novios.
-¿No decías hace un momento que soy una chica difícil e inalcanzable?- dije riendo.
-Pues por lo mismo.- aseguró mordiéndose el labio inferior.- Además, eres muy hermosa. De seguro has tenido muchos.
-Unos cuantos- dije encogiéndome de hombros, restándole importancia.- Pero nunca han sido realmente importantes para mi. ¿Qué hay de ti?
-Para serte sincero, no soy un experto en aquellas cosas- dijo tímidamente, imitando mi gesto displicente.-
No le creí ni media palabra. ¿Qué no era un experto?, seguramente por eso me traía loca- pensé irónicamente.
-Pero cuando encuentre a la chica indicada, haré absolutamente todo lo que esté a mi alcance para conquistarla.
Súbitamente me sentí nerviosa, ya que me miraba fijamente, sonriendo de aquella manera que aceleraba los latidos de mi corazón.




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Capítulo 14








Sus ojos marrones se clavaron en los míos, mientras ambos sonreíamos embobados.
Aquella mirada simplemente me incapacitaba discernir, penetrando completamente en mi mente, ocupando cada rincón, nublándola absolutamente.
Mientras Michael subía las escaleras, mi corazón latía desaforado. Me sentía como si fuese una novia en su noche de bodas, lo que demostraba lo absurdo de la situación.

Al parecer, mi autoproclamado esclavo había hecho una exhaustiva investigación, ya que no tuvo la necesidad de preguntar frente a qué puerta detenerse.
Esperé a que él decidiera soltarme, pero para mi diversión, yo no era la única que perdía el hilo de sus pensamientos, ya que Michael parecía haberse olvidado por completo que, estando así, en sus brazos, poco podía hacer por entrar al apartamento.
-Michael- le dije sonriendo.
-¿Si?- me respondió en un susurro, mientras su atenta mirada se dirigía a mis labios.
-Creo que podría abrir la puerta si me bajaras.-
Inmediatamente sus mejillas adquirieron un suave color carmesí, aumentando así mis ganas de reír. Era asombroso que Michael, a pesar del hecho de ser una superestrella, fuera tan tímido y sencillo.
-Oh, es cierto- dijo avergonzado.
Reí por lo bajo, mientras él me liberaba de sus brazos.
Abrí la puerta, esperando que el departamento no estuviera hecho un desastre.
-Bueno, debes saber de antemano que la organización no va bien con nosotras...así que no te sorprendas si ahí dentro hay algo de desorden.
Su vergüenza desapareció tan rápido como llegó. Rió a carcajadas debido a mi comentario. Entramos a la estancia, que aun se encontraba vacía.
-Estamos solos, las chicas han salido temprano.-dije mientras dejaba las llaves en la mesa.
Me volteé para observar a Michael, quien parecía muy entusiasmado por conocer mi hogar. Inmediatamente, se dirigió con una gran sonrisa a la mesita de centro, en donde había fotografías de las chicas, de sus familias y por supuesto, mías.
-¿Son tus padres?- preguntó mientras indicaba una fotografía, volteando para mirarme.
-Ajá, ¿Cómo lo supiste?- me pareció interesante que los reconociera de inmediato, ya que ahí también había fotografías de los padres de mis amigas.
-Bueno, tu madre es casi tan bella como tú. Son muy parecidas.-
Una vez más, Michael logró sonrojarme. No tenía ni la menor idea de por qué él era capaz de cohibirme tanto con sus piropos, puesto que nunca me había pasado con los demás chicos con los que había salido. Pero claro, con Michael cada sensación era diferente.
-Supongo que gracias por eso- dije sonriéndole.-Si quieres, mientras me visto puedes ver una película o algo así.- le espeté indicando la repisa en la que habían cientos de películas y cds. La idea pareció agradarle. Se acercó al mueble y escudriñó los títulos musicales.
-Sabía que te gustaba mi música- dijo mientras sostenía en sus manos uno de sus discos, fingiendo un gesto de arrogancia.
-Bueno, lamento desilusionarte superestrella- dije riendo- pero ese disco no es mío.
-¿A no?- me miró decepcionado.
-No, es de Elena. Es una gran fan tuya ¿sabes?-
-¿Y tú, no eres mi fan?- dijo haciendo un dramático puchero.
Me eché a reír ante su tono afectado.
-La verdad es que no.- le respondí encogiéndome de hombros.- No se me da muy bien eso de enloquecer por un artista.- dije quitándole toda importancia al asunto.
-Bueno, ya veremos. Es solo cuestión de tiempo- dijo guiñándome un ojo.
-Soñar no cuesta nada- le respondí palmeando suavemente su hombro.-Aunque solo porque me agradas, compraré tu próximo disco.-dije observándolo con una mirada burlona.
-No será necesario que lo compres. Te aseguro que serás la primera en tenerlo.
Su descarada forma de coquetear provocó que las carcajadas se apoderaran de mí.
-Wow, muchas gracias. ¡No puedo creer que Michael Jackson me regalará su cd!- dije imitando a una fan histérica.
Michael se partió de la risa, sus centellantes y melodiosas carcajadas llenaron el lugar. Una vez más su bella sonrisa me dejó sin aliento. Por un momento tuve que recordarme a mi misma en donde estaban mis pulmones.
Se acercó un poco más y rodeó mi cintura con sus brazos.
-Eres tan diferente.-dijo con un extraño brillo en la mirada.
-¿A si?, espero que eso sea bueno.- dije algo confundida por sus palabras.
Rió por lo bajo, observando atentamente mi rostro.
-Claro que si tonta-dijo acomodando un mechón de cabello detrás de mi oreja.
No pude evitar exhibir una gran sonrisa. Simplemente me fascinaba que Michael me mirara de esa manera... ¿como evitar coquetearle?, si que me estaba costando trabajo.
-Entonces, ¿a dónde me llevarás?- pregunté intentando que la situación tomara un rumbo más seguro para mi cordura.
-Es una sorpresa- dijo con una sonrisa torcida, mi favorita.
-Si que estás misterioso- le acusé, mientras me liberaba de sus brazos.-Bueno, iré a ducharme. ¡No tardo!- dije caminando hacia mi cuarto.

Abrí mi armario y escogí una blusa color rosa pálido, unos jeans azul oscuro y un par de tacones que hacían juego con el conjunto. Pensé en vestirme de forma sencilla, ya que Michael llevaba prendas bastante simples.
Luego de ducharme rápidamente, arreglé mi cabello ensortijado y apliqué una ínfima cantidad de maquillaje en mi rostro, solo para disimular la palidez de mi piel.
Salí del cuarto de baño y me dirigí hacia la sala.
Escuché a lo lejos como varias voces, las cuales conocía muy bien, resonaban en el cuarto.
-¡Oh, Michael, no veas eso!- dije avergonzada, llevando una mano hacia mi frente.
En la televisión, una pequeña niña rubia, de brillantes ojos color miel, hacia graciosos movimientos a la cámara, en aquel gran escenario lleno de luces de brillantes colores, con un tierno tutù. Mientras que la madre, evidentemente emocionada aplaudía fervientemente. La música se detuvo y la pequeña niña se despidió del emocionado público con una sutil reverencia. – ¡Papi, mira el nuevo paso que me enseñó mamà!-.gritó cuando nuevamente comenzaba a bailar, pero esta vez, ante un reducido publico de tres ositos de felpa y su sonriente padre
-¡Eras tan adorable!- dijo Michael indicando la pantalla.
-¡Michael!- me quejé- ¿tenias que escoger precisamente ese video?
-¡Oh vamos!, ¡eras tan linda!- dijo mirando la pantalla, notoriamente divertido.- ¿Eres bailarina?- inquirió observándome asombrado, con aquellos ojos avellana relucientes de curiosidad.
-Sí.- contesté ante su sorprendida mirada.- ¿recuerdas que te conté que mi madre es bailarina?
-Claro que lo recuerdo- contestó con una gran sonrisa, contemplándome como si yo fuera la séptima maravilla del mundo.
-Bueno, desde pequeña le imité.-dije riendo bajito.- Siempre la admiré mucho y por ello comencé a bailar.
-Wow- dijo volviendo su atención al televisor.- Eres absolutamente maravillosa Liz.
Reí por lo bajo, mientras preparaba café para ambos.
-¿Tienes uno de estos más reciente?- dijo indicando los videos.
-Creo que si...- dije dubitativa, ya que Michael al escuchar mi respuesta se lanzó de lleno a revolver los videos de la repisa, en busca de su objetivo- ¡un momento!, para qué quieres ver eso Michael...-dije avergonzada.
-Solo quiero verte bailar- dijo mirándome con la expresión más inocente que pude haber imaginado. Michael era absoluta y completamente un manipulador, y lo que es peor, me manejaba a su antojo.
Mi oposición no llego muy lejos, ya que después de aquella vil treta de su parte, mi voluntad se hizo añicos.
Michael sacó precisamente el video de mi último show, en el cual había bailado junto a mi madre, con motivo de mi despedida hace un par de meses atrás. Me entretuve preparando el desayuno, ya que no me apetecía para nada verme a mi misma en la pantalla. No pude comprender la fascinación que Michael demostraba por aquellos videos, dado que de seguro él había visto cientos de bailarines mejores que yo, pero aun así me agradó observarlo divertirse como un niño maravillado por su nuevo juguete.
-Me pregunto con qué me sorprenderás ahora- dijo de pronto, mirándome con aquella sonrisa que tanto me gustaba.
-Bueno, aun no has visto nada- le respondí con un engreído y dramático gesto.
-Hablo en serio Liz, realmente eres mucho más de lo que esperaba encontrar.- declaró acariciando mi mejilla. Solo aquel contacto logró erizarme la piel, desencadenando una serie de descargas eléctricas por todo mi cuerpo.
Llevé el tazón hacia mis labios, intentando disimular mi súbito nerviosismo.
¿Qué rayos me pasaba?, ¿por qué me sentía como una adolescente enamorada por primera vez?, ¿por qué las mariposas no dejaban de revolotear en mi vientre?
Observé aquellos ojos que me hacían perder el aliento, y encontré rápidamente la respuesta. Michael era totalmente diferente a todos lo demás y había logrado volverme loca en tan solo unas semanas. Con el simple hecho de mirar la pureza de sus ojos podía darme cuenta de que él era el hombre con el cual había soñado tantas veces.
-Bueno- dije al fin, apartando el tazón de mis labios, ya que él parecía esperar una respuesta- tú también eres mucho más de lo que esperaba encontrar.- le confesé imitando sus palabras.- Nunca imaginé que fueras así, ya sabes...tan...
-¿Normal?- dijo interrumpiendo mis palabras.
-Sí, normal.- reí- Me refiero a que...no lo sé, quizás esperaba a alguien engreído y arrogante. Pero resultaste ser todo lo contrario. Eres el chico más dulce y gentil que he conocido- y  también el más guapo, pensé.
Guardamos silencio por algunos segundos, mientras él mordía sutilmente su labio inferior. Por su expresión pude deducir que algo daba vueltas por su mente.
Con cierto nerviosismo se acercó lentamente a mi, lo que provocó que me quedara petrificada, observando atentamente su rostro, que segundo a segundo se encontraba más cerca del mío.
Por un momento creí que la habitación estaba ardiendo, pero me percaté de que era yo la que estaba hiperventilando. Mi corazón latía desenfrenado, queriendo saltar de mi pecho.
Sus ojos penetraban en los míos, con aquella mirada hipnotizarte, que derribaba todas mis defensas y oposiciones. Me resigné a la fuerza que su cercanía ejercía sobre mí, entregando mi voluntad por completo.
Pero cuando sus labios se encontraban a escasos centímetros de los míos, estos desviaron su dirección, depositando un dulce beso en mi mejilla.
-¿Vamos ya?, si no salimos de aquí pronto no podré llevarte al lugar que quiero.- dijo sonriendo, conciente de mi reacción ante su cercanía.
¿Qué era lo que pretendía?, ¿probar mi resistencia a sus encantos acaso? Sí, precisamente eso era lo que me daba a entender aquella mirada traviesa, excitada por la victoria.
-Claro- le respondí poniéndome de pie.
Intenté normalizar mi pulso, procurando inhalar y exhalar de manera continua.

Salimos del apartamento y aquel coche negro se encontraba esperándonos.
Durante todo el camino, no conseguí tranquilizarme del todo, ya que mis nervios habían quedado irremediablemente destrozados después de tal impacto.
Sus labios habían estado solo a unos centímetros de los míos, casi había probado el sabor de su boca, por poco había caído en el hechizo.







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