Capítulo 18








La cena estuvo llena de risas, indirectas, sonrojos de parte de Michael y básicamente, miles de preguntas que respondí con gusto.
La familia parecía bastante sorprendida e interesada por mi presencia.
Las miradas curiosas de La Toya y Rebbie lograron cohibirme en más de un momento y las miraditas coquetas de Germaine, ante el disgusto de Michael, me incomodaron de cierta forma.
Me imaginé que tanta conmoción se debía a que rara vez Michael llevaba una chica a  casa, lo que casi de manera infantil, causó en mi una extraña sensación de satisfacción.
-Liz, ¿podemos hablar un momento?- dijo Janet al finalizar la cena.
Le miré con curiosidad. ¿Qué querría hablar Janet conmigo?
-Claro que sí- le respondí con una sonrisa.
-¿Nos disculpas Michael?
-¿A si enana?, ¿y por que no puedo escuchar su conversación?- le desafió Michael cruzándose de brazos.
-Porque son cosas de chicas, y tú, si no me equivoco eres un chico al fin y al cabo ¿no?
Michael entrecerró los ojos y dirigió su mirada hacia mí, buscando apoyo.
-Michael, solo será un momento, no seas dramático.- dije riendo.
Tras decir aquello, Michael nos fulminó con la mirada.
-¿Ya son muy amigas, no?- dijo disgustado, con notorios celos en su voz.
-¿Estás celoso?, ¡no lo puedo creer!- dije estallando en carcajadas.
-¿Yo celoso?, ¿de esta pequeñaja? – dijo poniendo los ojos en blanco- Absolutamente no.
-Bueno, entonces vamos Liz.-
Y en el acto, Janet tomó mi mano y me llevó hacia el inmenso jardín, dejando a Michael ahí, echando humos de manera infantil. Pero en el fondo, yo sabía perfectamente que más allá de su momentánea rabieta, Michael estaba completamente feliz debido a la simpatía que su familia tenía hacia mí. Lo podía ver a través de sus centellantes ojos color marrón, que con sus constantes y casi permanentes miradas, me observaban llenos de regocijo, expectantes a lo que desde un principio fue su objetivo. Mostrarme su mundo por entero, aquel universo perteneciente al hombre que, bajo una estela de irrealidad y fantasía hacía frente a la multitud. Desnudando así, su tesoro más preciado. Aquello que intentaba proteger con todas sus fuerzas, luchando contra los hambrientos monstruos mediáticos, salvaguardando la vida que se ocultaba tras el telón y las luces. Y exactamente era ese chico, el que con simpleza y sencillez, había captado mi atención e interés. Ya que en instantes, cuando su cálida mirada llena de magia me envolvía,  mi mente olvidaba las sombras de la fama, develando ante mí la sorprendente realidad que se ocultaba tras el guante y el brillo. Solo Michael.
Michael una y otra vez, a cada instante, a cada latido.


Cuando Janet se detuvo, aprecié con fascinación la hermosa fuente de agua que se encontraba frente a nosotras en medio de ese inmenso jardín.
Una cascada de agua caía desde las bases de aquel adorable querubín que impregnaba de encanto la oscuridad de la noche.
Mientras mis ojos maravillados presenciaban tal espectáculo, Janet atrajo mi atención desde donde se encontraba.
Sentada en el borde de la gran pileta, la pequeña niña me invitó a imitarla.
Tomé asiento a su lado, observando como sus bonitos ojos de chocolate derretido me miraban, bañándome en una extraña alegría.
Su sonrisa se amplió al percibir la reciprocidad de aquella simpatía, adquiriendo en su rostro un matiz extremadamente parecido al de Michael. Era increíble lo parecidos que eran. Desde sus despiertos ojos, hasta su radiante sonrisa podía ver el reflejo de Michael, embargándome la misma sensación de irrealidad ante tan sobrecogedora belleza.
-Bueno Liz, iré al grano.- dijo riendo, mientras sus ojos se encontraban fijos en mi, escudriñando mi expresión.
-Esta bien, solo dilo Janet- le respondí, correspondiendo a sus centellantes risitas- ¿Qué es lo que me quieres decir?
-La verdad es que te quiero hablar sobre mi hermano, Liz- dijo dudando un instante, cavilando cada una de mis expresiones. Asentí para infundirle confianza.
-¿Sobre Michael?, ¿qué sucede Janet?- le insistí, mientras la preocupación crecía en mi interior debido a su prolongado silencio.
-No es nada malo,- me tranquilizó Janet con una sonrisa -sólo que dadas las circunstancias es necesario que sepas algunas cosas.
-¡Janet, me estas matando!, ¡¿puedes hablar ya?! ¿Qué es lo que sucede con Michael?-
Janet soltó una carcajada, descolocándome por completo.
-No es nada Liz- dijo tranquilizando su respiración nuevamente, mientras me miraba con una expresión divertida.- Es solo que le debes gustar muchísimo a mi hermano. Eres la primera chica que trae a casa, ¿sabes?
Sentí como la sangre huía de mi rostro.
Janet volvió a reír, mofándose de mi expresión.
-¿Soy la primera chica que trae a casa?- dije sin poder creérmelo.
-Ajá. Eso demuestra que no me equivoco Liz, Michael debe estar loco por ti si ha decidido que nos conozcas. Es muy reservado en ese aspecto. Y es por ello que he querido hablar contigo. Sé que él a ti también te gusta mucho.-dijo escudriñando mi mirada.
-Janet yo... Michael es sólo mi amigo, nada más.- sentencié algo sonrojada, esperando que la niña se tragara mi embuste.
-¡Oh Liz, por favor!, no intentes negarlo, prometo no contárselo a nadie, puedes confiar en mí.-
Observé a Janet un momento, intentando descifrar su mirada.
-Esta bien,-dije soltando el aire contenido en mis pulmones- lo reconozco, Michael me gusta. Pero Janet, ¡debes prometerme que no se lo dirás, por favor!
-Tienes mi palabra.- dijo Janet ofreciéndome su mano graciosamente.
-Gracias.- dije esbozando una sonrisa, mientras estrechaba su mano.
Realmente aquella niña se había ganado mi aprecio en un tiempo record.
-¿Sabes, Liz?- dijo de pronto, estudiando mi rostro con gesto pensativo.- Pensé que Michael exageraba, pero de verdad eres muy bonita.
Otra vez el rubor tiñó mis mejillas. Bajé la mirada, avergonzada. 
-¿Michael te ha hablado de mi?- le pregunté casi en un susurro.
Janet estalló nuevamente en risitas, acrecentando mi nerviosismo.
-¿Qué si Michael me ha hablado de ti?, ¡pero si es lo único que ha hecho en las ultimas semanas!
-¿Lo dices en serio?- dije mirándole sorprendida.
-Claro que si. Verdaderamente le gustas, ¿sabes?, conozco muy bien a mi hermano, y por ello sé que esto es importante para él, Liz. Por favor ten cuidado con herirle, Michael es una persona muy sensible.
-No te preocupes Janet, jamás mi intención seria herirle.
-Lo sé Liz, puedo darme cuenta. Pero debes saber que Michael es una persona solitaria, debido a...ya sabes, su inmensa fama. Y es que la gente suele acercarse a él solo por interés. Por ello es tan difícil para mi hermano confiar en las personas.
Pero él confía en ti, lo cual es el centro del asunto, y no sabes cuanto me alegra que te haya encontrado.
La sinceridad de las palabras de Janet me embargó. Ella tenía toda la razón. Michael estaba confiando en mi ciegamente, lo cual por un momento, me inquietó.
¿Y si las cosas no salían como él esperaba?, ¿Y si en el transcurso de esta relación él salía herido por mi culpa?
El dolor que este pensamiento me causó fue absolutamente sorpresivo. ¿Por qué me afectaba tanto lo que pudiera pasar, si me había convencido hasta el cansancio de que entre Michael y yo no habría nada más que una amistad?

Y la abismante realidad calló sobre mis hombros.
Si yo le hería, de cualquier forma posible, él no seria el único afectado, ya que su sufrimiento era mi sufrimiento. Pero, ¿qué pasaría si fuera al revés?, ¿y si él me hería a mi?
-¿Liz?, ¿estás bien?- inquirió Janet, sacudiendo levemente mi brazo.
-Oh, lo siento- dije despertando de mis cavilaciones.
-Liz, prométeme una cosa.
-Lo que quieras- le dije sonriendo.
-Prométeme que no dejarás a Michael, pase lo que pase.
-¿Por qué quieres que prometa eso Janet?
-Porque será muy difícil después, Liz.
 Este es solo el comienzo, pero cuando te encuentres con el mundo que rodea a Michael comprenderás lo que te digo, y probablemente decidas alejarte.
-No me alejaré de Michael, cariño. Lo prometo.
Entonces, sin previo aviso, la pequeña Janet se lanzó hacia mí y me rodeó con sus brazos.
-Gracias Liz.- susurró Janet.
Cuanta ternura sentí hacia esa pequeña niña, que a decir verdad, era muy madura, mucho más de lo que me podría haber imaginado.
-Recuerda, ni una palabra de esto a mi hermano.- dijo con su bonita sonrisa, mientras miraba hacia la casa.
Giré mi cuerpo para seguir la dirección de su mirada., y con ello, mi corazón comenzó su ya habitual repiqueteo.
Michael caminaba hacia nosotras, con aquel paso enloquecedoramente seductor y garboso. Fijó su mirada en mí, provocando que, a pesar de los metros que nos separaban, una especie de descarga eléctrica recorriera mi cuerpo.

No pude contener la gran sonrisa que se formó en mi rostro.
-¿Ya puedo monopolizar a Elizabeth?- le dijo a Janet, con expresión divertida.
-Claro. Toda tuya.- rió la niña, dirigiéndome una cómplice miradita. Y al instante se acercó a Michael, tirando de él para decirle algo al oído.
-Tenías razón Peter, ella es campanita.- escuché decir a Janet.
-Te lo dije.- le respondió Michael, con la mirada fija en mí, exhibiendo aquella sonrisa que me quitaba el aliento.
Pero antes de que pudiera preguntarle a Janet sobre lo que había dicho, echó a correr hacia la gran casa.
-Y bien señorita, ¿ya puedo saber qué es lo que te quería decir Janet?- dijo Michael acercándose un poco más a mí. Su bella sonrisa hizo que por un momento mi respiración se detuviera, mientras su profunda mirada me recordó las palabras de Janet, “Verdaderamente le gustas ¿sabes?, Michael debe estar loco por ti si ha decidido que nos conozcas.”

De pronto me sentí mucho más nerviosa, y con ello, mi corazón emprendió una nueva marcha alocada.
No pude evitar las ganas de poner a prueba mi control sobre Michael, ya que si le gustaba tanto como decía Janet, debía causar alguna reacción en él... así que comencé a caminar lentamente hacia donde se encontraba, observándole fijamente a los ojos, desplegando toda la artillería.
Noté como su cuerpo se tensaba ante mi cercanía. Cuando ya había acortado la distancia que nos separaba, apoyé mi mano derecha suavemente en su pecho. De esta forma, pude percatarme de los agitados latidos de su corazón.
Mordí mi labio inferior, intentando contener la sonrisa que se había formado en mi rostro.
Acerqué mis labios hacia su oído, siendo perfectamente consciente del nerviosismo de Michael.
-Por supuesto que no te lo diré- le dije casi en un susurro, para luego soltar una risita traviesa, alejándome nuevamente de él.
Le miré de reojo, y pude ver su lívido semblante. Caminé unos cuantos pasos, pero él no tardó demasiado en detenerme.
Tomó mi brazo con su mano, impidiendo mi avance. Volteé para enfrentar aquella poderosa mirada.
-¿Por qué no?- inquirió con esa sonrisa torcida y pícara, mi favorita.-
-Eres muy curioso... ¿sabes?- dije mirándole a los ojos, conteniendo las ganas de reír.- Ya te he dicho que no, Michael. Son cosas de chicas.
-No mientas, Liz. Si no me quieres decir, es porque estaban hablando de mí.-
-¿De ti?- dije poniendo los ojos en blanco.- Alguien aquí es un tanto egocéntrico.
Estallé en risitas mientras me acercaba hacia su rostro. Besé el borde de su mandíbula, sintiendo cómo Michael se estremecía levemente.
Aprovechándose del momento, rodeó mi cintura con sus brazos, provocando que esta vez, fuese yo la que tenía los nervios a flor de piel.
La sangre subió a mis mejillas, haciendo evidente lo que en mi interior ocurría.
Sólo él tenía la capacidad de cohibirme hasta tal punto.

Al percatarse de lo que había provocado en mí, su sonrisa se amplió aun más, dejándome totalmente derrotada.
-No importa que no me lo quieras decir, de todas formas, algún día lo sabré.- aseguró estrechando mi cuerpo al suyo, mientras los hoyuelos de sus mejillas me derretían hasta lo más profundo.
Esto era suficiente. Si no encontraba una salida rápida, mi actitud me delataría frente a él, ya que en ese momento, cuando sus brazos me envolvían y sus ojos centellantes me observaban de aquella forma arrebatadora, me era bastante difícil mantener una expresión digna y controlar aquellas ganas irracionales de lanzarme a él.
Hundí mi rostro en su pecho, en un intento algo desesperado por ocultar mis mejillas encendidas, a pesar de que él ya sabía lo que ocurría.
-Hace mucho frío aquí. ¿Te parece si entramos y te presto algo para que te abrigues?- dijo al percatarse de lo helada que estaba.- No quiero que pesques un resfrío por mi culpa.
Asentí, separándome de él en el acto. Pero como si de un acto reflejo se tratara, Michael buscó inmediatamente mi mano, para entrelazarla con la suya.
Sonreí al percatarme de esto. La imagen de nuestras manos me pareció simplemente una maravilla.
Subí la mirada y me encontré con sus ojos rebosantes de alegría. Observé su rostro bañado por la luz nocturna. Cuán exquisita me pareció su suave y chocolatada piel, mientras su sonrisa invadía mis pensamientos, deslumbrándome segundo a segundo.



Entramos a la gran casa, en donde todos estaban reunidos aun, inmersos en una animada charla.
Puede apreciar la sutil mirada que se dirigieron Michael y Germaine, ante lo que este último pareció entender algo que a mí se me escapaba.
Observé a Michael extrañada ante la actitud de su hermano, quien desvió la mirada rápidamente de mí, pero no pude percatarme del significado de aquello. ¿Michael le habría dicho algo a Germaine durante mi ausencia?, seguramente mi imaginación estaba conjeturando conclusiones equivocadas.

Con nuestras manos entrelazadas, nos dirigimos hacia el segundo piso. Entre risas recorrimos aquellos largos y lujosos pasillos, que a pesar de su fastuosa naturaleza, no perdían el encanto y calidez representativa de la familia Jackson.

Finalmente, nos detuvimos ante una de las habitaciones.
Sentí como mi estomago era invadido por una extraña sensación. Una mezcla de sorpresa, nerviosismo y ansiedad.
Estaba a punto de entrar a su cuarto.

Michael me condujo hacia el interior de la habitación. Observé detenidamente todo lo que ahí había, como si se tratara de un universo totalmente desconocido para mí. 
Y así era, porque con aquel chico que tenia a mi lado, estudiando con sus bonitos ojos marrones cada uno de mis movimientos, todo, absolutamente todo era distinto.

Admiré cada detalle con atención. Al contrario de lo que se podría esperar, el cuarto era bastante sencillo. Sus paredes estaban exquisitamente teñidas de un sutil amarillo, el cual contrastaba con el gran ventanal que exhibía a sus anchas la infinita oscuridad de la noche.
Pero mi asombro creció cuando mis ojos se detuvieron el los extraordinarios dibujos enmarcados que aquellos muros sostenían.

Delicadas pinceladas formaban hermosas figuras llenas de fantasía e irrealidad.
-¿Los has hecho tú?- le pregunté mientras mi mirada, absolutamente maravillada, aun recorría aquellos dibujos.
-Ajá.- asintió tímidamente- ¿Te gustan?
Sus dulces ojos me miraban expectantes, llenos de incertidumbre.
-¡Claro que me gustan!, me encantan Michael.- le dije con una radiante sonrisa gravada en mi rostro.- ¿Acaso hay algo que no sepas hacer de manera perfecta?
Sus mejillas se tiñeron inmediatamente de un intenso rojo, mientras su mirada rehuía la mía. Solté una risita ante su timidez, a la vez que me ponía de puntitas para alcanzar con mis labios su sonrosada mejilla, lo cual para mi diversión, pareció no ayudarle demasiado.
-¿Son Peter Pan y Campanita?- inquirí mientras observaba nuevamente aquellos cuadros.- De pequeña Peter Pan era mi novela favorita.-
Al decir aquello la expresión de Michael cambió rotundamente.
Sus ojos casi salen de sus orbitas, mientras que su sonrisa se ensanchó hasta más no poder.
-¿Lo dices en serio? – dijo lanzándose hacia mí.
-Claro que lo digo en serio. ¿Por qué te mentiría?- logré decir al fin, mientras sus brazos me rodeaban fuertemente, dejándome absolutamente incapacitada para respirar.
-¡Esto es asombroso, Liz! Oh pequeña, no sabes lo totalmente perfecta que eres. ¡No puedo creer que haya tenido que esperar tal cantidad de años para conocerte!
-Michael- murmuré- si no me sueltas en este mismo instante creo que no me tendrás por mucho tiempo.
-¿A que te refieres?- preguntó sin soltarme, aún con euforia en su voz.
-No pue-do res-pirar.-
-Oh- dijo soltándome abruptamente- Lo siento, lo siento mucho.-murmuró avergonzado.
Tomé una gran bocada de aire, recuperando todo el oxigeno que necesitaba.
-No te preocupes, chico fuerte.-dije sonriendo.
-Lo siento.- Dijo aun con las mejillas encendidas.- Es sólo que aquella historia es una de mis pasiones, ¿sabes?, realmente adoro a Peter y Campanita. Quizás pienses que estoy loco, pero simplemente me encanta.
Le miré durante algunos instantes y el tiempo perdió toda coherencia.
¿Acaso había alguien más perfecto que él? Por supuesto que no.
Y ahí estaba yo, derritiéndome de ternura.
-Claro que no estás loco Mike.-
Su sonrisa se ensanchó dramáticamente, provocando que mi corazón se acelerara de forma vertiginosa.
-¿Qué he dicho?- le pregunté algo nerviosa, mientras un leve cosquilleo atacaba a mi estomago.
-¿Qué has dicho?-dijo con aquella sonrisa torcida, irresistible.
-He dicho que no estás loco.
-No, ¿cómo me has llamado?
Le miré extrañada ante aquella pregunta.
-¿Mike?... ¿Michael, qué es lo que pasa?
-Me has llamado Mike- dijo alucinado.
-Sí, Mike.- recalqué - ¿Qué pasa con eso?
-Nunca antes lo habías hecho.
-¿No te gusta que te llame así?- dije mirándole confundida- Si es así, no lo volveré a hacer...
-¡Oh, no!, ¡Claro que me gusta!- me interrumpió- Me encanta que me llames Mike.

Llevó su mano hacia mí, recorriendo el contorno de mi rostro con ella, tacándome con suma delicadeza.
Sonreí. ¿Acaso podía hacer otra cosa más que sonreír, si tenía en frente al hombre que siempre había soñado?
El contacto de su piel contra la mía provocaba que cientos de descargas eléctricas sacudieran mi interior, causando una catástrofe de proporciones en mis confusos e incoherentes pensamientos.
Acaricié su mano, ladeando el rostro un poco más para hacer aún más poderosa aquella sensación.
¿Qué estaba ocurriendo conmigo?, ¿Por qué su cercanía provocaba que mi cuerpo se estremeciera por completo?, ¿Por qué le quería tener más y más cerca?
-Entonces Liz, ¿aceptas ser mi Campanita?- dijo entonces, hipnotizándome con su mirada, destruyendo mis defensas.
-Claro que sí, Peter.
Entonces Peter Pan rió, llenando la habitación de magia.

Michael se dirigió hacia su inmenso armario, sumergiéndose en aquel mundo de ropa.

Aprovechando mi momento de soledad, estudié con la mirada nuevamente el cuarto.
Un escritorio lleno de dispersos papeles en su superficie llamó mi atención. Me acerqué a él, fijando mi vista en lo que parecía ser una gran pintura.
Estaba cubierta con una delicada tela. Mi curiosidad era incontenible.
Tomé el bordillo de la delgada capa dispuesta a descubrir aquella obra. Pero Michael, para mi sorpresa, me lo impidió.
-Liz...- murmuró notoriamente nervioso.
-¿Es otro de tus dibujos, Michael?, ¿puedo verlo?
Pero él no contestó a mi pregunta, simplemente guardó silencio, observándome evidentemente nervioso.
-Lo siento, Michael.- me disculpé- Es sólo que me dió mucha curiosidad.

Me alejé algunos pasos, recargando mi cuerpo contra el borde del inmenso ventanal.
No pude comprender su actitud. ¿Era acaso aquella timidez la causante de aquello?, ¿o Michael me estaba ocultando algo?

-Liz, ¿estás molesta?- dijo mientras sus manos se posaban en mi cintura y apoyaba su mentón en mi hombro.
-No, Michael. Es tu dibujo, ¿no?, estás en todo tu derecho de no querer enseñármelo.
-No es eso campanita. Es sólo que no es un buen dibujo.
Asentí ante su disculpa, siendo conciente de que aquel no era el verdadero motivo por el cuál le había incomodado tanto mi intromisión.
-No te preocupes.- dije sonriendo, haciendo un intento por superar ese tenso momento.

Me perdí en la oscuridad de la noche, observando la inmensidad de aquel lugar repleto de árboles, semejante a un paraíso que, iluminado por la luna, aumentaba la irrealidad de lo que estaba ocurriéndome.
-Es muy hermoso.- murmuró Michael muy cerca de mi oído.- Muchas veces, en noches como esta vengo aquí con mi grabadora y dejo que las melodías que tengo en mi mente fluyan.
Giré mi rostro para observarle, pero fue mucho más que eso lo que ocurrió.
Nuestros labios quedaron a escasos centímetros de distancia, lo que me dejó completamente congelada.
Percibí como nuestras respiraciones se agitaban, emprendiendo una cadencia frenética e irregular. Su dulce aliento rozaba mis labios, enloqueciéndome, desorientando mis pensamientos, desatando la locura.
Y cuando fui conciente de lo que estaba a punto de ocurrir, supe que ya no había salida.
No podía, ni quería seguir conteniendo aquel sentimiento abrazador que quemaba mis venas.
Sus manos se acomodaron en mi cintura, tomándola con firmeza.
Mientras sus ojos, seguros y expectantes recorrían mi rostro, humedeció sus labios de forma sensual, arrebatadora.
Y entonces ya no quedaba nada, ni un rastro de cordura de mi parte.
Sólo dejaría que ocurriera lo que ya hace tiempo ambos deseábamos.

 Michael acortó la distancia que separaba nuestros labios.
-¡Michael!- gritó una voz aguda, interrumpiendo lo que estuvo a punto de acontecer.
Nuestros labios, que casi se habían rosado, se separaron bruscamente.
Volteé para identificar a quien pertenecía aquella vocecita.
-Lo siento- dijo Janet notoriamente sorprendida.
-¿Qué es lo que quieres?- le gruñó Michael, quien visiblemente irritado le fulminó con la mirada.
- Sólo vine a avisarles que ya se está haciendo tarde y mamá dice que es hora de que vayas a dejar a Liz.-
-Está bien, bajamos en un momento.- suspiró Michael.
Janet cerró la puerta a sus espaldas y se marchó, mientras yo, aprovechando aquel instante me alejé  unos cuantos pasos, escabulléndome.
-Supongo que ya es hora de que te lleve a casa- dijo Michael, suspirando nuevamente, acercándose a mí.- Ponte esto, hace mucho frío ahí afuera.
Me dedicó una bonita sonrisa, a la vez que extendía hacia mi una de sus chaquetas.




Cuando el coche aparcó en frente del edificio, como ya era costumbre, Michael extendió caballerosamente su mano y me ayudó a bajar.

Caminamos hacia la puerta lentamente, intentando extender aquel momento.
Nos detuvimos, quedando frente a frente, observando nuestros ojos, taladrando nuestras miradas llenas de confesiones no realizadas.
-Este día ha sido completamente maravilloso, Liz. Verdaderamente la he pasado muy bien contigo.- dijo Michael tomando mis manos.- Desearía que esta noche no acabara.
Al escuchar sus palabras una inmensa sonrisa se extendió por mi rostro.
-A mi también me ha encantado pasar este día contigo, Michael. Además, tu familia es realmente adorable.
-Entonces, ¿nos veremos mañana?- preguntó él, mordiendo su exquisito labio.
Solté una risita tímida entonces.
-Michael, ambos tenemos un trabajo, ¿recuerdas?-
La sonrisa que había en su rostro desapareció, siendo reemplazada por la más absoluta desilusión.
-Pero eso no significa que no nos vayamos a ver, tonto.- dije picándole una costilla.- Prometo que te dedicaré mis momentos libres, si tu quieres, claro.
-Claro que quiero. Pero no sé si me bastará con esos momentos.
Y ahí estaba otra vez aquella sonrisa pícara, insinuante.
-Si tan sólo hubiera otra forma para poder estar juntos...-murmuró esta vez, mientras ideaba algún plan. Pero cuando volvió a mirar fijamente mis ojos, tuve la seguridad, por el extraño brillo que exhibían los suyos, de que alguna idea rondaba por su mente para una vez más, lograr lo que quería. –Creo que eso sólo debes dejármelo a mí.
No pude hacer nada más que reír y confiar en lo que, sus ojos marrones ocultaban.
-Entonces así lo haré. – dije mientras me comenzaba a desprender de su chaqueta.
-Oh no, quédatela esta noche.-dijo deteniéndome- Así tendré una excusa para volver a verte.
Mi corazón se detuvo.
¿Era justo que este chico jugara de esta forma con mi sistema nervioso? Absolutamente no.
-No necesitas una excusa para volver a verme,- dije sonriendo- ya que quiero hacerlo, Michael.
Y si antes mis latidos se habían disparado, esta vez su sonrisa terminó por aniquilar mis ya dañados nervios.
-En ese caso, tengo otro motivo por el cual cavilar algunas opciones.- aseguró acercándose a mis labios.
Pero cuando nos encontrábamos a escasos tres centímetros, desvíe mi rostro, por lo que su plan se vió  frustrado.
En lo más profundo de mí, una risita traviesa resonaba victoriosa al poseer la seguridad de lo que ya sabía.

Michael estaba loco por mí. 











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Un día especial




Hoy no habrá capitulo.
Hace ya dos años, el mundo perdió a uno de los artistas más talentosos y extraordinarios que ha tenido jamás. Pero el 25 de junio del 2009, no sólo nos ha dejado el alucinante artista del guante y las lentejuelas, sino que hemos perdido algo mucho más importante que eso. Michael, el hombre detrás del brillo y las luces, aquel ser que poseía un corazón puro e inocente, aquel humanitario siempre dispuesto a luchar por las injusticias, la pobreza, el maltrato infantil y la preservación de nuestro planeta.
Simplemente no hay palabras que abarquen la inmensidad de lo que fue, y sigue siendo, Michael Jackson.
Porque la historia de la música no hubiera sido igual sin su gran influencia, ni el mundo tendría la conciencia de haber sido deslumbrado con tal magia. Ni miles de admiradores alrededor del planeta habrían sido inspirados de tal forma.
En este día, sólo queda decirte Gracias. Mil gracias, Michael, por habernos encantado con un movimiento o una sonrisa. Gracias por haber luchado por tus ideales, por habernos entregado ese mensaje tan simple y poderoso. AMOR.
Love lives for ever. Michael Jackson.


Hoy, he querido hacer un alto para recordar al hombre que llenó este mundo de magia, de amor. Muchas veces incomprendido, debido a la estreches mental y envidia de algunas personas. Sin embargo, aquello no pudo opacar el gran legado de Michael.
Les dejo aquí, un testimonio que refleja lo que he querido expresar en este pequeño e intimo rincón;


No hay problema si eres el rey del pop, y acabas de hacer amistad con un policía de Bangkok, encargado de proteger a la estrella.
Pol Col Taveesak (en lo sucesivo PCT) miembro de la policía turística, tenía todo el derecho de estar afectado por la muerte de Michael Jackson. Había acompañado a la mega estrella durante su tour por Tailandia en 1993 y 1996 y estuvo suficientemente cerca de él para reconocer que Jackson fué un gran genio musical con el alma inocente de un niño juguetón.
"Estuve en shock cuando me enteré de su repentina muerte, como todo el mundo. Fué paralizante. Y pienso que no para menos porque creo que el mundo ha perdido no solamente el artista más grande, sino probablemente a la persona más agradable" dijo PCT.
En agosto de 1993 tuvo lugar el primer tour de Michael Jackson en Tailandia. Llegó inesperadamente con un día de antelación a Bangkok, procedente de Hong Kong, sólo iba acompañado por un guardia de seguridad, dijo el policía.
Me apresuré para llegar al Hotel Oriental, donde se había organizado el encuentro con Jackson, tuve que atravesar una masa de cientos de fans que expectantes se encontraban enfrente del hotel. "Me dijeron que me encontraría con él muy pronto en la habitación del hotel. Me metí en el ascensor, que me llevaría directamente a la habitación, y para mi sorpresa me encontré justo delante de Michael y su guardaespaldas.
Era como la escena de una película. Jackson saludó al policía PCT con un simple "hola", después de ser informado que sería el encargado de su seguridad. "El era muy tímido. Me miró, y tocó con el dedo mi uniforme y luego dijo simplemente "bonito". En ese momento los medios de comunicación informaban de que Jackson y su equipo tenían dificultades.
Al policía le parecía todo el asunto como si Jackson estaba huyendo de algo. "No llevaba equipaje consigo". Un guardaespaldas de Michael, con el que tuvo cierta confianza, le explicó que la estrella estaba rodeada
de "gente mala" que sólo buscaba beneficiarse aprovechándose de su fama e iban detrás del dinero.
"Como no había nada organizado, pregunté al guardaespaldas que quería hacer el cantante". Michael susurró tímidamente que deseaba hacer una pequeña visita por la ciudad. Quería conocer como vivía la población de Bangkok. Y el Sioam Square por supuesto."
A la mañana siguiente PCT, los recogió en el hotel. "Había comprado un regalo para Michael, pero no tuve tiempo de envolverlo. Michael vió la pequeña bolsa de plástico que yo llevaba. Creo que sabía que era algo para él. Miró con curiosidad la bolsa todo el tiempo. Su guardaespaldas no dijo nada, así que me atreví a decirle a Michael "Esto es para usted, señor". Puedo decir que estaba emocionado cuando lo abrió. Sus ojos se iluminaron y una amplia sonrisa apareció en su cara, se movía hacia atrás y adelante con entusiasmo, como un niño que ha recibido una barra de chocolate. "muchas, muchas gracias" me dijo Michael.
"Era una bonita placa igualita a la de mi uniforme, que tanto le gustó el día anterior". En Siam Square, los tres visitaron una tienda de discos. Jackson parecía interesarse por la música típica de los tailandeses. Compró una gran cantidad de CDs, luego nos fuimos a Siam Centro y se quedó un rato en una tienda de instrumentos musicales.
"Era un hombre sencillo, que podía disfrutar de un poco aventura y aprovechar cada momento de libertad personal", recordó PCT.
"¿No fué muy exigente?" No para nada, más bien todo lo contrario. Su único deseo fué poder jugar con un bebé elefante en el hotel, encontrarse con niños y disponer de una sala de juegos llena de globos y juguetes, tanto en el hotel como en su camerino en el National Stadium, donde tenía lugar el concierto. Esto era muy comprensible, pues sabíamos que había crecido sin tener una infancia normal"
Como siempre el tiempo libre se acaba y Jackson volvió a su trabajo. Estaba previsto el rodaje de un video musical en la Academia Militar de la Real Fuerza Aérea de Tailandia. El desfilaba junto con los cadetes, el clip se muestra con frecuencia en la MTV.
"Michael estaba muy seguro de sí mismo y mostró mucha profesionalidad, y el rodaje fué un éxito. En el escenario fué mucho más impresionante. Fué con diferencia el mayor concierto que tuvo lugar en Tailandia en toda su historia".
PCT, dijo que mientras él estaba sentado en el coche junto a Michael y su guardaespaldas personal, el artista se encontraba debilitado y cansado después de haber dejado toda su energía en el concierto.
"Así es" exclamó Michael, y el guardaespaldas, que había estado muy amable conmigo, me dió una bolsa. La abrí. Ahora era yo el que estaba emocionado como un niño. Recibí unas gafas de sol de aviador de Michael,
un pañuelo y una foto firmada por él. "Gracias por tu regalo y por haber cuidado de mí," dijo Michael con la sonrisa más inocente que jamás había visto. Eso me hizo inmensamente feliz.




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Capítulo 17






Llevé mi mano hacia su rostro y acaricié suavemente su mejilla. Una vez más mis ojos se detuvieron en sus exquisitos labios entreabiertos.
 En un acto completamente inconsciente, me acerqué aun más hacia ellos, poniendo a prueba mi resistencia, teniendo la absoluta certeza del poder magnético que estos ejercían en mí.
De qué manera tan desesperada ansiaba probarlos... fundir mis labios en los suyos en un beso.

 Por un momento, mi mente fabricó mil estrategias para ello. ¿Y si le besaba ahora?, quizás, sólo quizás él no lo notaria. Pero no era justo para él que yo me comportara de tal forma.
Acaricié su mejilla con la punta de mi nariz, lentamente, disfrutando aquel aroma que enloquecía mis sentidos.

-Michael – susurré- Michael, despierta.
Sus parpados se abrieron lentamente, dejando al descubierto aquellas hermosas pupilas color chocolate.
-Hola de nuevo- dijo mientras su bella sonrisa me deslumbraba una vez más
Solté una risita un tanto boba debido a lo encantador que me resultaba.
-Michael, ya debe ser muy tarde, tengo que irme.-
Tras decir aquello, intenté incorporarme, pero Michael me detuvo tomando mi mano, atrayéndome nuevamente hacia él.
-No te vayas aun, quédate a cenar- dijo mientras sus ojos perforaban los míos, aniquilando el hilo de mis pensamientos.
-¿A cenar?- pregunté dubitativa ante tal proposición. 
-Sí.- dijo con la más dulce de las sonrisas- Por favor, quédate. A mi familia le encantará conocerte.- aseguró desplegando todo el poder de persuasión que poseía su mirada.
 ¿Cómo resistirme a aquel pedazo de ángel?
-¿Estás seguro Michael?, no quiero comprometerte ni nada por el estilo- dije mirándole aun dubitativa.
-Por favor, por favor, por favor- murmuró mordiéndose el labio inferior, sin dejar de sonreír, absolutamente conciente de las pocas fuerzas que me quedaban para negarme cuando me miraba de esa forma.
- ¿Siempre consigues lo que quieres no?, eres  imposible...esta bien, me quedaré a cenar.- terminé por aceptar entre risitas ante tal escena.
En una fracción de segundo ya estaba de pie ofreciéndome su ayuda para levantarme.
Tomé su mano sonriente, sintiendo todo el entusiasmo que Michael irradiaba a través de su sonrisa cincelada con polvo de hadas.






Al dejar atrás los últimos árboles, se presentó ante nuestros ojos aquella majestuosa e imponente casa, con lo que un inesperado nerviosismo se apoderó de mi cuerpo.
-¿Estará ahí tu padre, Michael? – le pregunté alzando mi rostro para mirarle.
-No, él esta fuera de la ciudad firmando algunos contratos y ese tipo de cosas junto a Tito.- dijo Michael con cierto alivio en su voz.-
Nuevamente dirigí mi mirada hacia la casa, pero un nuevo fugaz pensamiento me inquietó.
-Michael- dije jalando su mano, deteniéndole un momento.
-¿Qué sucede, Liz?- inquirió con curiosidad, mientras se acercaba un poco más a mi, para así apartar un mechón de mi frente.
-¿No crees que es algo pronto para que tu familia me conozca?- dije mirándole a los ojos. Me sostuvo la mirada, mientras esta se dulcificaba.
-¿Por qué piensas eso?- dijo mirándome divertido.
-No lo sé...nos conocemos hace bastante poco, ¿no crees?, aun no se por qué confías tanto en mi. Quizás tu familia lo mal interprete.
Entrelazó sus dedos con los míos y besó tiernamente mi frente, provocando que miles de descargas eléctricas recorrieran mi columna vertebral.
-Es cierto pequeña, pero te conozco lo suficiente como para saber  que no me equivoco. Puedo ver en tus ojos la transparencia de tu alma. Por eso eres tan especial para mí.-
No pude evitar sonreír, mientras sus ojos escudriñaban mi rostro, rebosantes de dulzura.
-Pero, ¿y si no les gusto?
Soltó una melodiosa risita, semejante al tintineo de miles de campanillas, inundando el ambiente.
-¿Acaso aun no notas lo encantadora que eres?- dijo acariciando mi mejilla con la punta de sus dedos- Claro que les agradarás.
Estrechó  fuertemente su mano contra la mía, emprendiendo nuevamente el camino.


Mientras subíamos los escalones que antecedían aquella gran puerta, comprendí que estaba a un paso de que Michael me confiara por completo la inmensidad de su mundo, en el cual ya estaba irremediablemente involucrada.
Comprendí en ese mismo instante la importancia que esto debía tener para él, ya que me podía hacer una idea de lo difícil que le resultaba confiar en las personas, siempre rodeándole con el afán de beneficiarse con ello. Y que sorprendente me pareció entonces la facilidad con que Michael y yo habíamos congeniado, encajando perfectamente el uno con el otro, de manera simple y natural. Porque estar con Michael se sentía tan fácil como respirar.
Pero entonces, mis cavilaciones fueron interrumpidas.
Una pequeña niña de no más de trece años se lanzó a los brazos de Michael, mientras este reía junto a ella, desordenando sus alborotados y largos rizos.
-¡Hey enana!, ¿puedes soltarme?- gritó Michael entre risas.
La niña lo liberó de sus brazos, para mirarle fijamente.
-¿Me has traído lo que te pedí Peter?- inquirió con las manos en la cintura, escudriñando a Michael.
-No, pero prometo que mañana te lo daré.- dijo aun riendo.
Pero en ese momento, la pequeña pareció notar mi presencia. Me examinó rápidamente con sus despiertos ojos sin discreción alguna, con evidente interés. Luego volvió la vista hacia Michael, para mirarle con complicidad.
-¿Tu debes ser Liz, no?, yo soy Janet, la hermana menor de Michael- dijo sonriente, dejando al descubierto sus blanquísimos dientes.
 -Hola Janet- dije ofreciéndole mi mano, pero inesperadamente se lanzó hacia mí para abrazarme.
Observé sorprendida a Michael, quien cruzado de brazos, parecía bastante divertido con la escena.
-Por cierto Janet,- dije una vez que sus brazos me liberaron- ¿Cómo sabes mi nombre?- pregunté extrañada.
-¡¿Bromeas?!- dijo riendo- ¡Michael habla de ti todo el tiempo!- 
Mi estómago se convirtió en un manojo de nervios al instante en que la pequeña niña pronuncio aquella frase.
Alcé mi rostro para encontrarme con los ojos de Michael.
Mientras bajaba la vista rápidamente desviándola de la mía, noté como sus mejillas se coloreaban de un rojo intenso. Miré nuevamente a Janet, quien partida de la risa observaba a su hermano.
Solté una risita por lo bajo, uniéndome a la niña.
Disfruté de sobremanera ver lo avergonzado que estaba Michael debido al comentario de Janet, lo que me demostraba con creces la autenticidad de aquella indiscreción.
No pude evitar el impulso que la actitud de Michael provocó en mí. Tomé su mentón, obligándole a mirarme y deposité un pequeño beso en su enrojecida mejilla, lo cual hizo que el color de su rostro se avivara aun más para mi diversión.
-¿Entramos?- dijo Janet tomando mi mano, obligándome a seguirla.

No pude más que sorprenderme ante la majestuosidad de cada detalle con que el interior de aquella gran mansión estaba decorada.
Desde el más insignificante de los objetos, hasta los imponentes cuadros llenos de recuerdos familiares otorgaban la sensación de estar en un mundo de fantasías, absolutamente irreal. 
De pronto me vi embobada observando el inmenso recibidor, en el cual divisé a los que deduje, debían ser los hermanos de Michael conversando con entusiasmo.

Prácticamente arrastrada por Janet, entramos en aquella habitación.
Al instante tuve tres pares de ojos sobre mí.
-Chicos les presento a Liz, la amiga de Michael- dijo Janet, con su vocecita llena de emoción.
Y entonces, no supe cual de ellos estuvo frente a mi primero.
-Jacky, Germaine y Marlon- dijo Janet indicándoles uno a uno, ya que al parecer, se había autoimpuesto el rol de presentadora.
Cada uno de ellos me saludó afectuosamente, visiblemente sorprendidos por mi visita. Pero fue Jermaine quien tomó mi mano, besándola en el acto.
-Es un verdadero gusto conocerte, Liz- dijo con aquella sonrisa tan bonita, que ya había visto antes en otra persona, mientras sus ojos no se despegaban de los míos. 
Y como si mis pensamientos le hubieran llamado, sentí el brazo de Michael rodeando con firmeza mi cintura. Busqué sus ojos con los míos, pero estos estaban fijos en Jermaine.
Escudriñé su expresión, la cual me sorprendió. No pude descifrar completamente el significado de aquella mirada dirigida hacia su hermano, pero me pareció un tanto... ¿amenazante?
-Quiero que conozcas a alguien- dijo de pronto, cortando el hilo de mis pensamientos, alejándome rápidamente de ahí, mientras sus hermanos reiniciaban animadamente su conversación.


Me condujo hacia una gran cocina, probablemente unas diez veces más amplia que la de mis padres.
La calidez de aquel sabroso aroma me embriagó completamente. Recorrí la estancia con la mirada, en busca de esa persona tan especial para Michael. Y mientras él me guiaba, una mujer llena de dulzura en su rostro chocolatado vino a nuestro encuentro con la sonrisa más amorosa que había visto en mi vida entera.
Michael la envolvió en sus brazos, y entonces supe de quien se trataba. Definitivamente, esa mujer de ensortijados cabellos y calida sonrisa debía de ser su madre.
Y como si de una confirmación a mis pensamientos se tratara, esta volvió la vista hacia mí, rebosante de alegría.
-Oh cariño, tu debes ser Elizabeth, yo soy la madre de Michael. - dijo con gesto acogedor, mientras sus brazos me rodeaban y depositaba un tierno beso en mi mejilla.- No sabes cuanto gusto me da conocerte querida.-
-El gusto es mío señora Jackson-
-Oh no, nada de formalismos, dime Kate-
- Esta bien, Kate- le respondí sonriente.
No pude evitar cierta nostalgia. Cuanto extrañaba a mi madre y sus abrazos.
-Kate, Liz se quedará a cenar con nosotros.- le dijo Michael mientras su brazo rodeaba nuevamente mi cintura.
- ¡Claro que sí. No hacía falta que lo digas cariño!- rió peñiscado suavemente la mejilla de su hijo.

El ver de esa forma a Michael me enterneció profundamente. El amor entre su madre y él era evidente.
Mientras Kate volvía a lo que estaba haciendo, Michael buscó mi mirada. Y una vez más me perdí en la profundidad de sus pupilas. 
Simplemente, sus ojos eran para mí un nuevo cosmos, lleno de magia, el cual me absorbía hasta lo inverosímil tocando cada fibra de mi alma.
Sentí como mi cuerpo perdía su peso y mis piernas comenzaban a entumecerse. Mis pensamientos no eran más que un manojo alborotado de incoherencias, todas referidas al ángel que estaba frente a mí, sosteniéndome la mirada, rodeando mi cintura.
Cuan magnifico me pareció en aquel instante el hecho de que los pensamientos errados que en algún instante tuve sobre Michael se hubieran disipado. Y es que estuve tan equivocada al creer que él se asemejaba mínimamente a cualquiera de los demás hombres.
Michael era completamente único, especial, ya que en la infinita transparencia de sus ojos, podía vislumbrar la pureza de su alma.
-La cena estará lista en un momento chicos- dijo Kate, despertándome de mis cavilaciones. 
Entonces, mi príncipe personal tomó mi mano, mirándome como si correspondiera perfectamente a mis pensamientos y yo, en una increíble coincidencia, fuera el destino que él quería recorrer.







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