Capítulo 26




 Tres metros sobre el cielo




El exquisito calor embargaba cada rincón de mi cuerpo adormecido, completamente muerto. ¿Cuánto tiempo había dormido? De seguro se me había hecho tarde... pero aún así no moví ni un sólo músculo.



Repasé mentalmente cada detalle de aquel sueño, temiendo abrir los ojos y encontrarme con la realidad. Apreté mis parpados con fuerza, intentando retener aquellas imágenes increíblemente vívidas.
Un momento. Últimamente los sueños me estaban pasando una mala jugada. ¿Por qué aun seguía sintiendo unos brazos estrechándome?
Lo mejor sería volver a dormir. Sí, estaba demasiado cansada y por ello los sentidos me engañaban.
Pero poco a poco el sueño comenzó a disminuir, dejando que la claridad llegara a mis confusos pensamientos. Me removí entre las sabanas y un peculiar aroma se hizo más que perceptible. ¿Cómo no recocer aquella fragancia arrebatadoramente atractiva?
-A la cuenta de tres abriré los ojos y acabaré con esto de una vez.- pensé.
Entonces uno, dos...-
Tres.
Abrí lentamente los ojos para adaptarme a la luminosidad que reinaba en la habitación.
Y lo primero que vi fue suficiente para despertarme del todo.
Me encontraba tumbada a todas mis anchas sobre Michael, mientras él dormía apaciblemente sin inmutarse siquiera por mi peso.
Y como había sospechado, sus brazos me estrechaban fuertemente, aferrándose a mi cintura.
Mientras observaba su rostro contuve el aliento por un segundo. ¿Cómo podía ser posible que fuera así de hermoso?, aquello era un delito, o al menos debía de serlo. ¿Acaso era legal andar por ahí, causándole taquicardias y paros cardiacos a la gente?
Pues eso era lo que justo en aquel instante ocurría en mí.
Acerqué mi rostro un poco más al suyo para comprobar que estaba realmente dormido. Su pecho subía y bajaba acompasadamente, y la cadencia de su respiración lenta y suave no dejaba duda alguna. Michael estaba a tres metros sobre el cielo.
Y yo, me quedé absolutamente absorta mientras le observaba dormir.
Una extraña expresión reinaba en su rostro. Una sutil sonrisa dejaba al descubierto un aire infantil, pero a la vez tremendamente enigmático. Y cuán misterioso me pareció entonces aquel rostro desconcertante hasta lo imposible, que a cada segundo capturaba aun más mi atención. ¿Qué tenía Michael para deslumbrarme de aquella manera tan irracional?
Aproveché el momento para apretujarme aún más a él, hundiendo mi rostro en el contorno de su cuello. Sus brazos reaccionaron de forma inmediata, cerrándose con firmeza en torno a mí, como si de un acto reflejo se tratara.
Mi corazón aceleró su marcha en ese mismo momento, ¿Michael estaba despierto?
Alcé mi rostro para observarle.
No, Michael aún estaba dormido.
Detuve mi mirada en sus brazos. ¿Habíamos dormido toda la noche abrazados? Al menos eso parecía.
No pude evitar esbozar una gran sonrisa en mi rostro. Y es que, siendo sincera, me encantaba la idea de que Michael sintiera algo por mí, a pesar de que los límites estaban claros.
-Sólo amigos- susurré tan bajito que mis palabras parecieron mezclarse en el silencio reinante.
Pero aquello no evitaría que Michael y yo fuéramos los mejores amigos que se pudiera imaginar. Porque yo estaría ahí para él cuando precisara de mi compañía.

Miré el reloj que estaba sobre la mesita de noche. Ya era hora de levantarme, o se me haría tarde. Acerqué mi rostro al de Michael y rocé suavemente su mejilla con mis labios por un segundo fugaz. Me deshice delicadamente de sus brazos y salí de la cama con cuidado para no despertarle.





Abrí la llave y me metí en la ducha. Cerré la mampara y dejé que el agua se encargara de todo lo demás.
Me concentré en sentir cada gota de agua resbalar por mi piel, relajando mi cuerpo.
Hice figuras con la espuma de baño, trazando dibujos en mis brazos, disfrutando de aquella suave textura. Cerré los ojos mientras el agua escurría por mi pelo, empapándome por entero.
Y en aquel instante mis pensamientos volaron horas atrás.
“-¿En que piensas, Michael?” “En todo, Campanita. En la vida, sus misterios, en el presente, el futuro. En ti.-”
En ti.
Sonreí una vez más. Sí, yo también pensaba en él, quizás demasiado.
Y tenía la ligera impresión de que ya era tarde para solucionarlo.
Pero al abrir los ojos mis cavilaciones fueron interrumpidas por una silueta a través de la mampara. Y sabia exactamente de quien se trataba.
Completamente inmóvil, frente a mí, separados por una delgada placa de vidrio templado.
 Cierto, había olvidado cerrar la puerta.
¿Michael me estaba espiando?
No, no podía ser posible. Él no era así. Seguramente había despertado desorientado y quiso buscar su ropa... ¿verdad?

El pulso atronaba mis oídos, mientras la borrosa superficie de aquella mampara dejaba a al descubierto cada curva de mi cuerpo para él.
Pero lejos de horrorizarme el hecho de estar así de expuesta, una extraña sensación de satisfacción recorrió mi sistema. Y Michael no se movió ni un centímetro.
Siguió ahí plantado, como si le hubiesen echado cemento, completamente inmóvil.
Y yo seguí dejando que el agua rozara mi cuerpo, disfrutando la placentera sensación  de la espuma recorriendo mi piel.

Pude imaginar la expresión de Michael. Avergonzado hasta lo más profundo, recorriendo mi cuerpo de hito en hito, en un transe semejante al que yo había sentido la noche anterior al observarle.
Tenía la certeza de que así era, pues su silueta seguía pasmada al otro lado de la mampara.
-Michael- dije mientras cerraba la llave, sintiendo su mirada clavada en mí.- ¿me pasas la toalla?
Y al instante en que terminé de decirle aquello, mordí mi labio inferior, a sabiendas de lo mala que era. ¡Podría haber jurado sentir el repiqueteo frenético de su corazón!
A continuación abrí ligeramente la mampara y extendí mi mano. Pasaron algunos segundos, pero finalmente Michael cumplió rápidamente mi petición.
Me envolví en la tela en el menor tiempo posible, pero cuando salí de la ducha él ya no estaba ahí. Y entonces sospeché que probablemente la vergüenza estaba carcomiéndole.
Solté una risita casi imperceptible y me dirigí hacia el cuarto.
Al entrar en él lo primero que saltó a mis ojos fue su figura. Michael se encontraba sentado en la cama, con el rostro entre las manos.
-¿Michael, qué sucede?- dije acercándome a él con el corazón entre las manos ante aquella imagen sobrecogedora hasta los huesos.
Y me quedé de pie frente a él, esperando una respuesta. Pero ni una sola palabra salió de sus labios.
-¿Michael?
-Liz, yo...
-¿Si?
-Debes pensar lo peor de mí.- susurró con voz compungida.
-Michael,- dije levantando su rostro para poder mirarle.- no veo razón para pensar lo peor de ti. Sólo relájate.
Deposite un fugaz beso en su mejilla, provocando que el color  rojizo en ellas aumentara aun más. Clavé mi mirada en sus oscuras pupilas y escalofrío recorrió mi cuerpo. Me puse de pie, intentando no caer nuevamente en la adicción que significaban sus ojos para mí. Pero entonces Michael una vez más recorrió mi cuerpo con la mirada, lentamente, desde mis largas piernas hasta llegar a mi rostro, al momento en que sus mejillas se encendían de un escarlata intenso.
Observé mi cuerpo cubierto con una diminuta toalla y comprendí la razón de la conmoción reflejada en su semblante.
-Yo...- dije sin poder acabar la oración.- Prepararé el desayuno. Tu ropa esta seca, por si quieres tomar una ducha.
Y en aquel preciso instante volteé para escapar de su mirada aun fija en mi cuerpo.




Mientras Michael tomaba una ducha y mi pulso volvía a la normalidad, deliberé entre vestir un short o un jeans, pero considerando el radiante sol que hacía fuera, me decidí por la primera opción. Además, hoy no tenía que vestir tan formal, ya que pasaría la mayor parte del día con mi entrevistado.
-Entonces, ¿qué tal has pasado la noche?- le pregunté cuando estábamos desayunando y todo parecía haber vuelto a la normalidad entre nosotros, sin sonrojos de por medio.
-De maravilla.- dijo exhibiendo aquella sonrisa perfecta.- He dormido mucho más de lo que esperaba. Creo que se debe a tu compañía, Liz. Me haces bien, ¿sabes?
-¿Ah si?, pues me alegra ayudarte en algo, aunque la verdad no creo que yo tenga mucho que ver en ello. Debes haber estado muy cansado, Michael. Trabajas demasiado, ¿sabias?, te arrugarás pronto si sigues así.-
-Oh, tonterías. Ya veremos quien se arruga primero.- rió sacándome la lengua.
-¡JA!, ¿estas de muy buen humor hoy eh?, te recuerdo que aquí la que tiene menos años soy yo. Ya te quiero ver hecho un viejote.
-Te advierto que si sigues tratándome de viejo no te irá nada de bien, señorita. ¿O ya te has olvidado de todas las torturas que he descargado en ti?, claro esta que, si quieres caer en otra guerra de cosquillas, estoy completamente dispuesto.- sentenció mientras me guiñaba un ojo.
-Gracias por tu disposición, Michael, pero preferiría que no.
-¿Me tienes miedo, acaso?- dijo levantándose de su asiento, para acercarse más a mi. Mientras aquella sonrisa torcida comenzaba a desconcentrarme.
-¿Yo temerte...a ti?
-Sabes que es cierto.- aseguró cuando su rostro estaba a una distancia poco prudente del mío.
-En tus sueños, cariño.-
Y en aquel instante le empujé levemente, pero lo suficiente para alejar su rostro del mío y ponerme de pie.
-Ya es hora de que nos vayamos, ¿no crees?- dije sonriendo.
-Lo dejaré pasar por esta vez.
-¿Dejar pasar el qué?
Esperé, pero no contestó a mi pregunta. Se limitó a morder su labio inferior mientras soltaba una risita insinuante.
-Tienes razón, se nos hace tarde.- dijo al momento en que tomaba mi mano para conducirme hacia la puerta.












Chicas, finalmente aquí esta el capítulo 26. Espero os haya gustado.
Les quiero informar dos cosas; la primera es que al costado derecho del blog podrán encontrar un recuadro para enviarme preguntas sobre la novela, o lo que les apetezca a mi pagina de Formspring. Así que si tienen alguna duda respecto a la historia o si quieren saber algo más de mí, ese es el lugar. 
Y además, ¿no creen que el blog necesita renovarse? 
Se acercan ciertos acontecimientos en la novela que cambiaran su curso, asi que el blog no se puede quedar atrás. Y para ello haré un concurso en el que todas ustedes pueden participar. La imagen representativa de All you have to do is dream cambiará y serán ustedes quienes la harán. 
¿Alguna vez han imaginado a Michael y Elizabeth? pues esta es la oportunidad de materializar aquella visión y publicarla en el facebook de la novela o enviármela a mi mail nathaalie.-@hotmail.com
Estas creaciones serán expuestas en facebook y decidiré cual de ellas es la más representativa. 
Sólo hay dos condiciones: Deben aparecer Elizabeth y Michael, además del nombre de la novela. El resto corre por su cuenta. 
Entonces, desde este momento están todas invitadas a participar!
Si tienen alguna duda, háganme saber.
Os quiero desde el fondo de mi corazón. 


Comenta!




Capítulo 25





-¿Estás segura de que no quieres que duerma en el sofá?, no quiero incomodarte...-
-Que no.- le interrumpí.- Hay suficiente espacio para las dos.- dije arrastrándole hacia la habitación y con una inmensa sonrisa se dejó conducir por mí.
A continuación, Michael se quitó el suéter que le había prestado, quedándose sólo con una camiseta blanca, peligrosamente ajustada a su esbelta musculatura. No pude evitar mirarle como una boba, de manera muy poco discreta.
Aquella camiseta dejaba al descubierto su torso irresistiblemente masculino, delineando la definida forma de sus músculos.
De pronto sentí la necesidad de desviar la vista, estúpidamente avergonzada.
-Voy a vestirme, ya vuelvo.- dije caminando hacia el baño con el pijama en mis manos.
Cerré la puerta a mis espaldas y recargué mis manos en el borde del lavabo.
Observé directamente mi imagen en el espejo, soltando todo el aire contenido en mis pulmones.
¿Qué clase de estupidez ocurría conmigo?
Cerré mis ojos con fuerza y concentré toda mi atención en apaciguar mi agitada respiración.
Pero mi corazón mantenía su alocada carrera. Sólo le había visto en camiseta y aquello había bastado para provocar una catástrofe con mi pulso.
Volví a observar mi reflejo y no pude evitar reírme de mí misma. Estaba actuando como una tonta. ¿Era posible que sólo vislumbrar su exquisito cuerpo a través de una delgadísima y ajustada tela desatara semejante desastre?
-Oh vamos Liz, esto es demasiado.- susurré.
Perfecto, ahora estaba hablando con mi reflejo. Lo que me faltaba.

Debía tranquilizarme y tomar las cosas con calma, pero con sólo pensar en que Michael estaba a unos cuantos metros me lo hacia cada vez más difícil.
Pero estaba obligada a enfrentar la situación. No podía seguir actuando como una niña asustada... ¿o si?, después de todo, yo misma me había puesto en esta encrucijada a sabiendas de lo que ello significaría.
¿En qué momento había perdido el control sobre mis palabras?, si hubiera sido capaz de reprimir aquel impulso suicida de invitarle a dormir, me encontraría a salvo de caer en cualquier tipo de tentación.
¿Cómo resistiría tenerle a mi lado toda la noche sin dejarme llevar por mis alocados sentimientos?, muy buena pregunta.
No tenía ni las más minima idea de la forma en que reaccionaría ante su peligrosa cercanía. Pero no podía traspasar ningún tipo de límite si quería conservar la cordura, y por supuesto, a él. Además Michael era mi amigo, y los amigos también pueden dormir juntos, no era nada del otro mundo, así que no tenia razón para ponerme tan nerviosa.

Rápidamente me calcé mi clásico pijama, una delicada camiseta color turquesa y unos shorts, antes de armarme de valor y girar la manecilla de la puerta para dirigirme hacia la habitación.
-Vamos, no seas miedica.- susurré al tiempo en que comenzaba a caminar lentamente.

Pero lo que me encontré al entrar en la habitación no fue precisamente lo que me esperaba.
Michael ya estaba recostado sobre la cama, con una expresión impasible, exquisitamente perfecta. Sus ojos se encontraban cerrados, mientras aquellas larguísimas y oscuras pestañas enmarcaban sus parpados de manera sutil. Y sus labios entreabiertos le conferían el aspecto más dulce y enternecedor que podría haber imaginado jamás.
Y entonces, atraída por aquella enigmática fuerza de atracción que Michael ejercía sobre mí, no pude resistir las ganas de acercarme un poco más a él.
¿Cómo se sentiría el rose de sus labios sobre los míos?
Bueno... si me acercaba un poco más él no lo notaria, así que, ¿por qué no averiguarlo?

Me aproximé hacia él, sigilosamente, mientras mi corazón repiqueteaba a mil por hora. Y entonces, deteniéndome un momento, observé detalladamente aquel rostro bello hasta lo imposible.
Incliné mi cuerpo, para embriagarme con su dulce aliento y rosar sus labios sólo un brevísimo segundo que me bastaría para saciar aquella necesidad apremiante.
Pero de pronto, mi cuerpo perdió toda estabilidad debido a aquel brazo que, estrechando mi cintura con suma destreza, había logrado que mi equilibrio se esfumara.
Michael, partido de la risa me tumbó rápidamente a su lado.
-¡Michael!
-¡Caíste, campanita!
-Eres realmente bobo, ¿lo sabias?- dije mientras le asesinaba con la mirada.
Y entre sus sonoras carcajadas, suspiré aliviada de que Michael, aparentemente, no se había percatado de mis intenciones.
-No te enojes, pequeña. De todas formas ha sido increíblemente divertido engañarte.
-Sí, muy divertido.- Murmuré enfuruñada.
-Te ves especialmente adorable cuando te enojas.- dijo Michael inclinándose hacia mí.
Y entonces no pude hacer otra cosa que observar sus ojos.
-¿Lo haces a propósito?- pregunté de pronto.
-¿Hacer que?
-Mirarme de esa forma...- murmuré sin ser capaz de terminar la frase.
Michael sonrió de aquella manera arrebatadoramente pícara.
-¿Y de qué forma te miro, Liz?
-De esa forma tan... -
-¿Tan qué?
“De esa forma enloquecedoramente seductora, Michael.”- pensé.
-Olvídalo, Mike.- dije intentando desviar el tema.- ¿No tienes sueño?, debes estar agotado.
-La verdad es que no.- respondió recargándose sobre su costado, sin dejar de observarme.- Suelo dormir muy poco, ¿sabes?, a veces paso noches enteras sin poder conciliar el sueño.
-Pues si hoy es una de esas noches, te haré compañía. ¿Está bien?
-Gracias, pequeña.- respondió deslumbrándome con una inmensa sonrisa. ¿Había algo en este mundo que le superara en encanto? Claro que no.
-¿Estás segura de que a tus amigas no les molestará que pase la noche aquí?-
-Segurísima. Además, no creo que te veas muy bien andando por ahí en esas pintas.- dije soltando una risita burlona.
-Sigue burlándote de mí y verás como te va en otra guerra de cosquillas.
Reí nuevamente, sin poder evitarlo.
Con Michael todo era tan fácil y simple. Cada momento era especial si de él se trataba.
Guardó silencio, mientras sentía su mirada clavada en mí. Le observé, respondiendo a aquellas pupilas que reflejaban un mar de pensamientos, los cuales se mantenían en secreto para mí.
-¿En que piensas, Michael? – inquirí suavemente, dejándome llevar por la curiosidad. Me recosté sobre mi costado derecho, para así mirarle directamente a los ojos y adentrarme en la inmensidad de ellos.
-En todo, Campanita. En la vida, sus misterios, en el presente, el futuro. En ti.- dijo Michael observándome como si la vida dependiera de ello.-
¿Crees en el destino, Liz?, porque ahora me atrevería a decir que yo sí creo en él, aunque nunca antes lo había hecho. Pero cuando me pierdo en tus ojos, pequeña, no encuentro otra explicación más que recurrir a la misericordia que Dios tuvo de mí, o simplemente al hecho innegable de que el destino, quizás, se apiadó de la soledad en que vivía. Campanita, ¿alguna vez has sentido que alguien es simplemente todo cuanto buscabas?, ¿que al observar sus ojos aquel frío vacío en tu pecho se consume, desapareciendo por completo, dejando únicamente calor?, ¿lo has sentido, Liz?
Pues yo sí. Y no sabes cuanto agradezco al cielo por ello.

Guardé silencio entonces, intentando conservar aquel momento.
Las palabras de Michael hacían eco en mi mente. ¿Qué si había sentido alguna vez lo que él describía?
Por supuesto que sí.
Cada palabra me pareció increíblemente precisa, ya que con exactitud era eso lo que ahora sentía, observando sus ojos, perdiéndome en ellos.
Y que fantástico me pareció en aquel instante la seguridad de que él era quien había ocupado el inmenso vacío que hace tanto reinaba en mi pecho.
Porque si él estaba conmigo, todos los fantasmas de mi pasado se reducirían a sombras que ya no me alcanzarían.
¡Y cuanto dolor sentí al adentrarme en la inmensidad de sus ojos!
Porque ahora su dolor, era mi dolor.
-Gracias por aparecer en el momento en que más lo necesitaba, Campanita. No sabes lo importante que eres para mí.- dijo Michael acariciando mi rostro.
-No Michael, no tienes nada que agradecerme. Siempre estaré contigo, ¿me oyes?, pase lo que pase. Siempre.
-Siempre.-
Y entonces, mi cuerpo encontró su refugio perfecto. Michael me estrechó entre sus brazos, mientras hundía mi rostro en su pecho, embriagándome de aquel exquisito aroma que enloquecía mis sentidos. Y cuando el sueño comenzaba a arrastrarme hacia la inconciencia, sentí como algo suave rozaba mi frente. ¿Sus labios tal vez?
-Te quiero, Campanita.- 








Chicas, no saben cuanto siento tardar tanto en publicar, pero el tiempo se ha vuelto realmente incontrolable. Este es mi ultimo año antes de ingresar a la universidad, y debo concentrar mis energías en ello. Necesito rendir en los últimos exámenes, ya que de eso depende mi futuro. Se que esperar semanas por un capitulo no es nada agradable, pero os pido comprensión. Tengan claro que por ningún motivo dejaré la novela, aunque tarde en publicar. También os agradezco sus comentarios, los cuales son mi alimento ¿saben? adoro encontrar sus opiniones aquí. Ana Maria, Anónimos, Malena, Emely, Rocio, Julia, Gipsy, Mitzuki, Catalina, les agradezco infinitamente por dejar sus comentarios. Perdón si se me escapa algún nombre. Y a todos aquellos lectores que no se han animado a opinar, ¿Por qué no dejar un comentario?, no les tomará mucho tiempo. 
Como siempre, os pido que comenten qué les ha parecido el capi.
Gracias por seguir esta historia.
Las adoro con todo el corazón
Nathalie.









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