Capítulo 28



La propuesta



Aquel día el tiempo corrió a su propio ritmo.

De manera desconcertante, aquel estudio de grabación había puesto una barrera titánica entre nosotros dos. Y entonces, me conformé con clavar mis ojos de miel en su esbelta figura a través de aquel vidrio.
-¿Siempre trabaja tanto?- pregunté de pronto, soltando un suspiro extenuado.
-Siempre. Día y noche si lo considera necesario.- respondió Karen, pasando uno de sus brazos por mis hombros.-Sólo queda armarnos de paciencia, cariño.
Y entonces suspiré nuevamente.
Aquello me estaba costando más de la cuenta.
Verle a menos de seis metros de distancia y no poder sumergirme en una de aquellas conversaciones llenas de sonrisas o en la profundidad de sus ojos...simplemente se estaba volviendo insoportable. Tenía que reconocerlo, me estaba volviendo sumamente egoísta, al extremo de que el hecho de no tener su atención se estaba tornando una completa tortura.
¿Cuánto tiempo había estado gravando?, ¿mil horas acaso?, pues eso me parecía.
-Vamos, cariño. Ya terminará, te lo aseguro.- me consoló Karen, observándome con aquella sonrisa llena de destellos de sol.- Michael es así. Cuando de trabajo se trata, no lo deja hasta que sea absolutamente perfecto. Ese es su límite.
-De todos modos, ya es perfecto.- dije con más sinceridad de la necesaria, causando una divertida risita.
-Sí que es perfecto, ¿no?- soltó Karen, observándome de manera acusadora, insinuante. Vergonzosamente certera.  Lo que por supuesto, demostró  que mis palabras me habían delatado. ¿Era tan evidente acaso?
-Me refiero a que ya es el mejor. No necesita esforzarse de esta manera.- me justifiqué, mientras aquella mujer de porcelana me observaba divertida.
-¿Sabes, Liz? Hay algo que me parece sumamente curioso.
-¿El qué, Karen?
-Para serte sincera, no lo sé con precisión. Es todo, en realidad.- dijo con aquella mirada segura.- Me sorprende la conexión que hay entre tú y Michael. Honestamente, nunca le había visto confiar tanto en alguien como lo hace contigo. Ya debes conocerlo, es bastante diferente al resto de las personas, Michael es especial, es un ser único en su especie.-
Me detuve un instante infinito y me sumergí en los ojos cristalinos de aquella mujer, sopesando cada una de sus palabras.
-¿Y sabes una cosa? Veo en ti el mismo brillo enigmático que posee Michael.
Aquella exquisita cualidad atrayente, absurdamente especial. Y sé que le quieres cariño. Por ello, no sabes cuánto me alegra el hecho de que te haya encontrado. Ha sido una perfecta jugada del destino, ¿no crees?
Y entonces sonreí, dándole las gracias a aquel destino, mientras dirigía mi mirada a través del vidrio hacia el otro lado del estudio.
Aquellos oscuros ojos me observaban de esa manera profunda, escudriñando cada expresión de mi rostro, a la vez que una sonrisa ladeada arrebatadoramente hermosa, me dejaba sin posibilidad alguna de reaccionar de manera coherente.
Mi corazón se detuvo por un instante eterno, mientras el brillo diamantino de aquellos ojos despertaba el cosquilleo, ya habitual, en mi estómago.
Lo que estaba ocurriendo conmigo no tenia ninguna lógica.
¿Por qué mis piernas habían comenzado a perder estabilidad y los latidos de mi corazón se habían vuelto frenéticos de un segundo a otro?
Y por un instante eterno creí ver en  aquellos ojos la respuesta. Michael mordió con exquisita sutileza su labio inferior, sin dejar de deslumbrarme con aquella sonrisa de diamantes.
-¿Michael?, ¿Qué es lo que te pasa, muchacho?, ¿has olvidado la letra?- dijo Frank de pronto, presionando el comunicador.
Me sobresalté levemente al escuchar aquella interrupción, a la vez que el chico de la sonrisa despegaba rápidamente sus pupilas de las mías, con las mejillas encendidas.
Frank no tardó en seguir la dirección de su mirada, clavando sus ojos en mí.
-Ya veo.- dijo, al tiempo en que soltaba un cansado suspiro.- Michael, ¿podrías enfocar tu atención, por favor?, o de lo contrario, sabes muy bien qué es lo que sucederá con ciertas distracciones.- le amenazó, observándome con el rabillo del ojo.
Oh sí. ¿Ahora yo era la distracción?
Já. Muy divertido, Frank.

Después de aquel minuto de conmoción, busqué un lugar seguro en donde fijar mis ojos, para evitar ciertas desconcentraciones y lapsus algo... ¿vergonzosos?
Pero el alivio no duró demasiado, pues me encontré con el agudo escrutinio de esos ojos azul intenso.
-¿Ahora entiendes lo que te digo sobre la conexión?- susurró Karen entre risitas confidentes.
Sentí cómo un leve calor subía hasta mis mejillas, lo cual últimamente se había vuelto habitual, cuando de Michael se trataba.
-¿Puedo hacerte una pregunta, Liz?
-Claro, Karen. ¿Qué sucede?
Entonces ella guardó silencio por un instante, mientras sus ojos, fijos en los míos se debatían por alguna razón desconocida para mí.
-Karen, ¿qué ocurre?, me estas poniendo nerviosa.- dije con una sonrisa en mis labios para infundirle confianza.
-Liz, ¿lo que sientes por Michael es más que una amistad, verdad?- preguntó, aunque a decir verdad, parecía más una afirmación.

Silencio entonces.

Sus ojos expectantes aguardaban que una respuesta saliese de mis labios, ¿pero qué podía responder?, si ni yo misma era capas de aclarar aquello.
Y mientras la música seguía resonando y la voz de Michael llenaba cada recoveco del lugar, me limité a guardar silencio ante la confusión que se apoderó de mí.
Es cierto, no tenía respuesta para ello. Pero Karen comprendió mucho más rápido lo que sucedía, sin dejarme tiempo alguno para maquinar alguna frase coherente que me ayudara a desviar su interés.
-No te preocupes, cariño. Creo que ya sé la respuesta.- contestó por mí con aquella encantadora sonrisa.
Tardé algunos segundos en reaccionar. ¿Por qué últimamente todos parecían saber más que yo sobre mi misma?, ¿era tan evidente?
-Karen, realmente yo...-
-Oh, querida, no tienes que decir nada. Lo noto perfectamente. Al igual que con Michael.
-¿Te ha dicho algo?
-Oh, créeme que no es necesario.- dijo entre risitas.
Le observé aún más confundida de lo que había estado ya.
-¿No has notado aún la manera en que le afectas?, ¿has notado acaso la forma en que te mira, Liz?
-¿De qué hablas, Karen?, ¿de qué forma me mira?
Karen puso los ojos en blanco.
-Sólo observa.- susurró acercándose a mi oído. Entonces seguí la dirección de su mirada.
Y ahí estaba mi sueño a medida.
Esa tarde estaba excepcionalmente guapo. Vestía unos vaqueros oscuros y ajustados, mientras que una camisa de un sutil amarillo contrastaba con su piel chocolatada.
-Cinco, cuatro, tres, dos...uno.- volvió a susurrar Karen, sin que ninguna de las dos desviara la dirección de su mirada.
Y en ese preciso instante, los ojos de Michael buscaron los míos, atrapando nuevamente mi atención en sus pupilas. Entonces un ligero rubor cubrió sus mejillas al verse descubierto. Despegó su mirada de la mía rápidamente para mirar al frente nuevamente.
-Espera un momento...- dijo Karen.
Obedecí a sus palabras y sin despegar mis ojos de aquella figura, aguardé.
-Cuatro, tres, dos...-

Y otra vez aquellos ojos se detuvieron en los míos.
Pero esta vez fue diferente.

Su mirada sostuvo la mía sin titubeos. Y entonces un molesto cosquilleo recorrió mi espina dorsal.
La intensidad con la que sus ojos me observaban causó que el repiqueteo de mi corazón se intensificara de manera absurda.
Y como si hubiese notado la conmoción que había provocado, sus labios se curvaron en una discreta sonrisa, contenida, sensual, incomprensiblemente arrebatadora.

-¿Lo ves?- murmuró Karen, interrumpiendo aquel trance.- he notado que cada quince segundos él vuelve a buscarte, una y otra vez. Es como si observarte fuese una necesidad apremiante para él.- rió.
-¿Lo dices en serio?- pregunté, mientras mi atención luchaba por enfocarse en la conversación que sostenía. Pero Michael no lo hacía demasiado fácil, ya que si no dejaba de sonreírme de aquella manera, no tardaría en perder el último resquicio de cordura que me quedaba... y no quería ni imaginar de lo que seria capas.
-Claro que sí. Estoy segura de lo que te digo, Liz. Conozco a Michael hace bastante tiempo, ¿sabes?, sé de lo que te hablo. Le he visto distinto este último tiempo y creo que la razón eres tú.

Despegué mis pupilas de aquellos ojos para observar a la mujer que me sonreía con seguridad.
Karen Faye tenía uno de los rostros más exquisitos que alguna vez había visto. No sólo por aquel matiz blanquecino y destellante de su delicada piel, sino también  por aquel brillo infinitamente especial de su mirada. Aquella clase de mirada que te hace sentir envuelto en un manto de calidez.



Y el resto del día, aquella conversación fue a parar hasta los más insospechados aspectos. Y no fue hasta que me vi irremediablemente comprometida con Karen, que descubrí lo peligrosa que resultaba su manera aparentemente inofensiva de persuadir y atraparte en el momento menos esperado.
-¡Oh linda!, te aseguro que ese catálogo será el más impactante que hayan podido ver alguna vez. ¡Tu rostro es absolutamente perfecto!, ya verás como tú y yo haremos un gran trabajo, Liz.
-Karen, la verdad es que yo no...-
-¡Cariño!, sabía que aceptarías ser el rostro de mi proyecto, simplemente no podía ser otra que no fueses tú. ¡Gracias, gracias, gracias!, hay tanto por hacer, por probar... pero ya lo veo, sí, sí, ya sé, un estilo con remembranzas griegas, pero a la vez vanguardistas...o quizás un estilo natural inspirado en le plaisir de Paris. ¡No puedo esperar por empezar!
Y sin escapatoria posible, no pude hacer más que resignarme.
Mis ojos se detuvieron en el pequeño reloj diamantino que adornaba con elegancia la pálida muñeca de Karen, quien proseguía extasiada trazando aquellos planes, en los que de un momento a otro, mi rostro ocupaba un rol protagónico.   
-Karen,- le interrumpí de pronto.- debo estar en menos de dos horas preparada para cubrir aquella fiesta. Creo que si no me marcho ahora, ni con toda la suerte del mundo llegaré a tiempo.
-Oh, ¡es cierto!- dijo llevando su mirada hacia su muñeca izquierda.- Linda, ¡aún debes prepararte!, ¿qué es lo que estas haciendo aquí todavía?, ¡vamos, que el tiempo apremia, cariño!-
Y entonces reí ante la expresión urgida de karen.
Clavé mis ojos a través de aquel vidrio y agité mi mano a modo de despedida para Michael. Una sonrisa curvó mis labios y me apresuré hacia la puerta.
-Por cierto- me detuvo karen antes de cruzar el umbral del estudio.- Está demás decirte que debes estar deslumbrante esta noche, ya sabes, tienes a alguien a quien conmocionar.
Y con un guiño de ojos se despidió de mí. Reí mientras me encaminaba hacia el elevador. Pulsé el botón y me dispuse a esperar.  
Las puertas se abrieron y dí un paso al frente, pero una mano se cerró en torno a la mía de pronto, impidiéndome avanzar. Di media vuelta y frente a mí encontré aquella sonrisa, que por un momento me hizo contener el aliento.

-Michael- dije a penas en un susurro, aún deslumbrada.

Y entonces no puede evitarlo. Me dejé caer en sus brazos, que se cerraron en torno a mi cintura inmediatamente. Rodeé su cuello con mis brazos y acomodé mi cabeza en su pecho. Sentí cómo Michael hundía su rostro en mi cabello, disfrutando de mi aroma, llenándose de él.

-Hola pequeña.- susurró, mientras una sonrisa se formaba en mi rostro.- Lo siento, lo siento tanto campanita.
-¿El qué?- pregunté alzando mi rostro, buscando sus ojos.
-El no haber podido pasar todo el tiempo que quería contigo.
Sus labios buscaron mi frente y se posaron con delicadeza sobre mi piel.
-Trabajo es trabajo, ¿no?, ya habrá más tiempo.
-Eso espero. ¿Ya te vas?, si quieres te puedo llevar en un momento, sólo tengo que terminar algunos detalles y...-
-Michael, no te preocupes por mí. Te lo agradezco, pero me tengo que ir ya o no llegaré a tiempo. Nos vemos allá, ¿si?- dije sonriendo a modo de despedida, subiendo al ascensor.

-Liz, espera.
-¿Qué sucede, Michael?
-Quiero pedirte algo.- dijo poniendo su mano en el borde metálico de la estructura, impidiendo que las puertas se cerrasen.
Sonreí nuevamente ante su expresión ansiosa. Llevó la mano restante hacia el interior del bolsillo de su baquero. Un gesto de nerviosismo que ya conocía.
-¿Qué quieres pedirme?
-Quiero que esta noche estés conmigo.- dijo con decisión.
Puse los ojos en blanco.
-Sabes que estaré ahí, Michael.
-Pero no de la manera en que quiero.
-¿Y de qué manera lo quieres entonces?
-Quiero que seas mi pareja esta noche. Y no me digas que no puedes. No aceptaré un no. Además, sólo estarás trabajando una hora o dos, ya lo he averiguado. El resto de la fiesta, serás mi chica.
Solté una risita. Y entonces él también sonrío.
-¿Aceptas?- preguntó con aquel tono persuasivo que tantas otras veces había utilizado conmigo.

¿Cómo negarme si me lo pedía de esa forma?
Subí al elevador y presioné el botón de cierre de puertas, mientras sus ojos seguían detenidos en mi rostro, aún más ansiosos de lo que ya habían estado.

-Esta noche seré la que vaya del brazo, ¿no?
Y entonces, su sonrisa fue lo último que vi antes de que las puertas se cerraran, con un par de palabras resonando en el último resquicio de mi mente.

Mi chica.








Comenta!

Aviso

La espera ha sido bastante larga, creo que hace un par de meses que no se ha publicado un nuevo capítulo. Y lo siento con todo mi corazón. 
Pero ya mis obligaciones han terminado y podré subir capítulos en poco tiempo más. 
Por ello, el día veinte de diciembre el blog se cerrará temporalmente debido a remodelación. ¿Ya es tiempo de cambiar la imagen de este espacio de sueños, verdad? 
El día 24 de diciembre el blog se abrirá y en él encontrarán un nuevo capítulo. Ese será mi regalo de navidad para todas ustedes. 
Espero que nos encontremos muy pronto. 
Os quiero.
Nathalie. 

up