Capitulo 8








Caminé entre la gente, sin ser realmente consiente de lo que acontecía a mi alrededor. Me sentía en las nubes, a penas podía creer lo que había sucedido. Solo recordar su sonrisa, sus ojos marrones o su voz me hacia sonreír.


Al llegar a la oficina, Eric me esperaba con una fingida mirada de reproche, lo cual me causó mucha gracia, provocando que soltara una melodiosa risita.
-Hola Eric, mil gracias por cubrirme- le dije dándole en beso en la mejilla.
-¿Dónde has estado Liz?, llamé a tu casa y no estabas ahí.
No supe que responder, y me puse notablemente nerviosa.
-¿Estas saliendo con alguien?- inquirió Eric.
-No.- le respondí desviando la vista- Y ya basta de interrogarme, siento como si fueras mi padre o algo así.
-Lo siento- dijo bajando la mirada.
-Bueno, iré a trabajar. Luego hablamos- me despedí con una sonrisa.
Di media vuelta y caminé hacia mi escritorio, aliviada de haber logrado escabullirme de aquella conversación. Al parecer, mi ausencia había pasado desapercibida, por lo que George probablemente no se había enterado. Ese día si que estaba teniendo suerte.
Mientras recorría la sala, todo me parecía especialmente pintoresco y alegre, lleno de magia. Y sabía perfectamente a que, o mejor dicho, a quien se debía.
Al llegar a mi escritorio me senté y comencé a ordenar los papeles que ahí se encontraban desparramados, pero de pronto mis ojos se concentraron en una sola cosa.
En el momento menos esperado visualicé una hermosa rosa roja. Extendí un brazo para alcanzarla e instantáneamente mi corazón se disparó, ya que tenía una pequeña idea de quien la había enviado. Era sencilla, pero suficiente para provocar que miles de mariposas volaran en mi vientre. Saqué la pequeña tarjetita y la acerqué a mí.


Querida Liz, espero que tengas un buen día. En tanto el mío, ha  tenido el mejor comienzo.
Con cariño, Michael.

Mi corazón parecía querer salirse de su lugar. ¿Michael decía que su día había tenido el mejor comienzo?, ¿Se trataba esto acaso de un sueño? El chico más absolutamente perfecto que pisaba la faz de la tierra parecía estar interesado en mí por alguna extraña razón. Medité esto por algunos segundos, mirando la pequeña tarjeta.
Era más que seguro que seria muy difícil mantener la promesa que me había hecho a mi misma. Ser sólo una amiga de Michael era un gran desafío, pero debía mantenerlo así por mi propio bien, aunque mi corazón ya estuviera creándose esperanzas.

La tarde pasó lentamente. Ayudé a Graciela a terminar algunos reportajes y otros textos, que para ser sincera, de tan solo leerlos me aburrían.

Cuando el cielo ya presentaba suaves colores anaranjados y rosáceos llegué a casa. Subí las escaleras con sumo desdén y abrí la puerta lentamente. Ahí se encontraban Elena y Anne sentadas en el sofá mirando televisión.
-¿Se puede saber donde has estado?- me reprochó Anne- ¿Dónde diablos has pasado la noche Liz?- me quedé perpleja ante sus caras de molestia. Ups, cierto. Había olvidado por completo avisarles.
-Chicas, lo siento. De verdad no quise preocuparlas- dije igual que una pequeña niña reprendida por hacer una travesura.-
-Entonces, al menos cuéntanos donde has pasado la noche- inquirió Elena.
¿Por qué hoy todos actuaban como si fueran mis padres?
Caminé hasta el sofá y tome asiento con ellas. Esto seria difícil de explicar.
-Bueno... ayer Michael me invitó a cenar y yo acepté y como no había comido nada en todo el día, el vino causó estragos en mí por lo que terminé emborrachándome. Por eso Michael me llevó a su habitación y pasé la noche ahí. Esta mañana desperté y me fui lo más rápido que pude al trabajo.- les expliqué rápidamente, tanto que las palabras parecían atropellarse a medida que salían de mi boca.
Observé la expresión de absoluta perplejidad de sus rostros, la cual tras unos segundos cambió para así, reflejar preocupación.
-Entonces tu...y Michael...- dijo Elena con los ojos abiertos como platos.
-¡Oh no!- dije sonrojada debido a la repentina vergüenza que me embargó- Claro que no...Y aunque probablemente él tuvo la oportunidad, se comportó como un caballero. Michael no es como los demás hombres, ¿saben?- expresé ensimismada en mis pensamientos.
-¿Pero cómo?, ¿no paso nada...de nada?- preguntó Anne.
-No, nada de nada. Solo cenamos, charlamos y reímos. Hasta que por supuesto ya no fui conciente de lo que decía.
-Liz, y que pasó con lo que habías dicho de “entre Michael y yo no puede haber ningún tipo de relación sentimental”- se burló Elena imitando ridículamente mi voz.
-Que graciosa- le fulminé con la mirada, aun sonrojada- Eso sigue en pie. Bueno, la verdad es que decidí que una amistad entre nosotros no tiene nada de malo... ¿verdad?
-Oh vamos Liz, mírate...eso no te lo crees ni tu misma.- rió Anne.-Es más que evidente que Michael te gusta, y mucho.
-Es verdad que me gusta, pero no es para tanto, a penas lo conozco.- dije poniendo los ojos en blanco.
Cuando terminé de decir aquello, ambas estallaron en carcajadas.
-¡Hey!, ¿Qué les causa tanta gracia?-dije irritada.
-Liz, no tienes por que negarlo. Es imposible que Michael te guste tan poco como aparentas. Desde que llegamos una decena de chicos te han rogado por una sola cita y tú ni si quiera te detienes a considerar sus propuestas, en cambio con Michael ha sido todo lo contrario. ¡Además mírate!, tus ojos brillan cuando hablas de él.
-¡Bueno ya basta!, ¡lo único que logran es confundirme más!- dije uniéndome a sus risas. Me encantaba hablar con aquellas locas, ya que siempre conseguían sacarme una carcajada, fuese el tema que fuese. Y sí, estaba más que claro que Michael había despertado un sentimiento nunca antes experimentado por mí, aunque me negara a aceptarlo.
Pero de pronto nuestras risas fueron interrumpidas por un sonido que me hizo contener el aliento. El teléfono comenzó a sonar, y yo, a híperventilar. 



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Capitulo 7






Poco a poco estiré mi cuerpo, sin abrir los ojos. Me sentía fatal, cada parte del cuerpo me dolía y aun más la cabeza, pero el recordar a Michael me hizo sonreír. Repasé la noche anterior en mi mente, recordando cada palabra, cada expresión de su bello rostro, hasta que de pronto me percaté. Lo último que podía recordar era a Michael cargándome en sus brazos, luego de eso una gran laguna mental me invadió. ¡¿Qué había pasado luego?! Abrí lentamente mis ojos, intentando adaptarme a la luminosidad de la habitación. Una vez que pude ver claramente recorrí la estancia con la mirada y me sorprendí por lo bonita y lujosa que era, con altas paredes color crema, adornadas con los más hermosos cuadros. La cama en la que me encontraba tenia suaves sabanas de seda, tan delicadas que me preocupé de no hacerles daño. Seguí paseando mi vista por todos los rincones, hasta que le vi. Se encontraba sentado en un gran sofá ubicado a la izquierda de la cama. En cuanto nuestras miradas se encontraron una gran sonrisa se extendió por su rostro, paralizándome el corazón.
-Buenos días, ¿Cómo has dormido?- dijo con la mirada más atractiva que alguien pueda imaginar.
-Hola Michael, ¿Qué es lo que sucedió? -Pregunté con preocupación, ya que una idea se cruzó por mi mente. No recordaba absolutamente nada de lo que había dicho... o hecho en aquel lapsus.
-No ha sucedido nada que no hayas querido- dijo guiñándome un ojo.
En ese instante sentí como un colapso nervioso me atacaba. Su respuesta estaba muy lejos de tranquilizarme, ya que si de querer se trataba no estaba muy segura de mis actos. ¿Y si algo había pasado entre Michael y yo? Rápidamente observé de la forma más discreta mi cuerpo, pero aun llevaba mi vestido y la chaqueta que Michael me había puesto. Mientras el alivio me invadía, su voz atrajo nuevamente mi atención.
-Solo te traje aquí para que pudieras dormir un poco- dijo riendo.
-Gracias. Michael cuanto lo siento- dije apenada.
-No te preocupes Liz, ha sido un verdadero placer verte dormir.-respondió dulcificando su expresión.
-¿Me has estado observando?- pregunté avergonzada.
-Sí, espero que no te moleste. Eres aun más guapa cuando duermes, ¿sabias?
-¡Si que eres un gran mentiroso!- reí- debo estar hecha un desastre.-dije al momento que cubría mi cara con la sabana.
Segundos después sentí como Michael quitaba la manta de mi rostro.
-Eso no es verdad, estás hermosa.- Una vez más provocó que mis latidos aumentaran a un ritmo casi embarazoso. Se sentó a mi lado y descargó todo el efecto de su mirada en mí. Sus ojos eran los más bellos que jamás había visto.
-Eres el hombre más coqueto que he conocido, Michael.- dije riendo.- ya veo por qué todas tus fanáticas hacen tanto alboroto.-
Se sonrojó y soltó una risita bajando la mirada. Luego de un momento posó sus ojos en los míos y habló nuevamente.
-Dime una cosa- dijo mordiéndose el labio inferior-¿de verdad piensas que soy increíblemente guapo y sexy?
Al instante sentí como la sangre subía a mis mejillas. Oh dios, ¡¿Cómo se había enterado de eso?! ...Claro, yo había sido la estúpida que se emborrachó. Cubrí mi rostro con una almohada, rogando que me tragara la tierra. Quien sabe cuantas cosas más había dicho.
Intenté calmarme y controlar la situación. Descubrí  mi rostro lentamente y luego lo miré. Exhibía una gran sonrisa, la más picara que le había visto hasta ese momento.
-¿Qué más dije? –pregunté avergonzada.
-Entonces es verdad.- afirmó mordiéndose el labio.
-¡Ya basta Michael!- dije lanzándole la almohada. Ante mi desesperada acción distractora él se echó a reír, para luego mirarme fijamente.
Por supuesto que a él esta situación le divertía mucho, pero la verdad es que a mi se me hacia extremadamente vergonzosa.
Ante su insistente mirada, comprendí que se encontraba esperando que dijera algo.
-No sé que esperas que te diga, Michael. ¿Te encanta avergonzarme no?
-Espero que me digas por fin lo que piensas y que no intentes ocultármelo. Y sí, la verdad es que me diviertes mucho cuando te sonrojas. Pero no me cambies de tema Liz, dime la verdad.-dijo mientras su sonrisa se ensanchaba, notoriamente divertido.
-Bueno, no sé por qué te sorprende. Miles de chicas histéricas te dicen todo el tiempo lo guapo que eres. Es más, lo gritan.-le respondí haciéndome la desentendida.
-Pero a mi no me interesa si lo gritan ellas, me interesa si lo piensas tú.
Me sentía terriblemente avergonzada y como si fuera poco, Michael me acorralaba con sus preguntas. No sabía como evadir el tema, pero necesitaba hacerlo desesperadamente. Guardé silencio, ya que no sabía que decir.
-Aunque no lo quieras decir, sé que lo piensas.- dijo tomando mi rostro entre sus manos-Y para que lo sepas...yo también te encuentro increíblemente guapa y muy, muy sexy.- finalizó guiñándome un ojo.
Esto ya era suficiente. En cualquier momento me daría un paro cardiaco. Su rostro se encontraba a escasos centímetros del mío, y yo, estaba completamente paralizada. Miles de mariposas revoloteaban en mi estomago y mis mejillas estaban más coloradas que nunca.
Cuando al fin reaccioné, alejé mi rostro del suyo.
-¿Qué hora es Michael?- dije rompiendo la magia.
-Cerca de las diez y treinta de la mañana.
-¡¿Qué, las diez treinta?!- Inmediatamente salté de la cama. Ya estaba retrasada en más de dos horas. Sin ninguna duda, en el trabajo me matarían. Me saqué rápidamente la chaqueta y la dejé en la cama. Tomé mi bolso y corrí por la habitación en busca de mis zapatos, pero no los hallé en ninguna parte.
-Aquí están tus zapatos- dijo Michael mientras me los tendía.
-Gracias. ¿Por qué no me despertaste Michael?, me matarán.- murmuré mientras me ponía los tacones.
-Liz, tranquilízate. Espérame un momento.- dijo mientras caminaba hacia el otro extremo del lugar.
Intenté peinarme un poco con los dedos, para irme lo más rápido posible. Pero cuando levanté la vista Michael se encontraba frente a mí con un teléfono en la mano.
-¿Por qué no llamas y les dices que has tenido un problema, por lo que llegaras más tarde?- dijo convencido de que su idea era brillante. Y sí, era mucho más sensato que salir corriendo.
Tomé el auricular y marqué el número de Eric, quien era el único que me podía salvar.
-¿Hola?-
-¿Eric?
-¡Liz!, ¿Dónde estas?, ya es muy tarde.
-Sí, lo sé. Por eso te llamaba...me preguntaba si me podrías cubrir, solo será un momento. Llegaré lo más rápido posible.
-Claro que si tonta- dijo riendo- sabes que haría cualquier cosa por ti cariño.
-Gracias Eric, de verdad muchas gracias, no se que haría sin ti.
-No me lo agradezcas, regresa pronto.
-Nos vemos, adiós.- dije finalizando la llamada.
Le pasé el teléfono a Michael, quien se encontraba muy serio, lo cual me extrañó.
-¿Quién es Eric?
-Es un compañero de trabajo, Michael.- pero al parecer esa no era la respuesta que esperaba, puesto que sus ojos reflejaban que no había hecho la pregunta que de verdad deseaba. Comprendí lo que quería saber de inmediato, por lo que solté una risita.
-Eric no es mi novio, Michael- dije sonriendo- Yo no tengo uno de esos.
Al escuchar esto, su expresión cambió abruptamente y una gran sonrisa se dibujó en su rostro.-Bueno, ya me tengo que ir.
-Espera, te he comprado algo de ropa para que te cambies, y el baño esta listo por si te quieres duchar.-dijo al momento que me pasaba una fina bolsa de papel blanca.
-Oh, Michael no puedo aceptarlo, gracias de todas maneras.
-¿Por qué no?
-Porque no quiero deberte nada Michael.
-Oh vamos Liz, lo he comprado especialmente para ti. Por favor acéptalo, solo es un regalo.- dijo haciendo un puchero. Reí a carcajadas. Era tan tierno a veces...pero tan seductor a la vez. Depositó la bolsa en mi mano y no me pude negar. Suspiré y me dirigí hacia el baño.
Y sí, tal como me había dicho, se encontraba todo listo para mí. Me di una ducha rápida y le eché un vistazo al vestido que me había comprado. Me quedé boquiabierta al observarlo. Era finísimo, de satén color rojo. Me arrepentí al instante de haberlo aceptado. Ese vestido valía una fortuna, mucho más de lo que yo podría pagar.
Me lo puse y me miré en el espejo. Guau, si que me quedaba bien. Enmarcaba perfectamente mi fina figura, resaltando mis atributos y el suave color de mi piel. Arreglé mi cabello y por suerte, mi rostro no reflejaba lo mal que me sentía. Me observé una vez más y abrí la puerta.
 Al salir del baño, busqué con la mirada a Michael, quien al sentir mi presencia de inmediato se acercó a mi.
¿Y, que opinas?- le dije haciendo pequeñas posesillas.
Reí al ver su expresión. Parecía un completo bobo. Se me quedó mirando alelado, sin responderme nada.
-Bueno, creo que te ha gustado.-dije cerrándole un ojo, para luego picarle una costilla.
No sabía qué era lo que me causaba más gracia, si la cara de tonto de Michael, o la misma situación. Caminé hacia el sofá en donde se encontraba mi bolso y lo puse en mi hombro, lista para irme.
-Liz, ¿quieres desayunar?- logró decir al fin, con la sonrisa más hermosa que alguien podía tener.
-No Michael, gracias pero ya estoy muy retrasada.-dije acercándome a él.- Y discúlpame por favor por lo de anoche, no se como enmendarlo.
-Tus disculpas no sirven de nada en este caso, porque no las aceptaré. Por culpa de tu poca tolerancia al alcohol no he podido disfrutar plenamente de ti, así que si quieres que te perdone tendrás que salir nuevamente conmigo- dijo aun sonriendo.
-Así que quieres otra cita más...si que estás antojadizo. Creo que tendré que pensarlo.-dije jugando a hacerme la difícil.
-Bueno, entonces nunca sabrás que es lo que dijiste sobre mí anoche.- Dijo mirándome picaramente, seguro de lo que hacía.
Su chantaje funcionó a la perfección. No seria capas de quedarme con la duda.
-Eres imposible- intenté fulminarle con la mirada, pero todo lo que conseguí fue reírme más aun.- Adiós Michael- dije dándole un beso en la mejilla.
Me di media vuelta para marcharme pero él me tomó ágilmente por la cintura, rodeándome con su brazo. Aquello me descoloco infinitamente y al instante mi corazón pareció salirse de mi pecho. Quedamos frente a frente, con nuestros cuerpos rozándose. Su brazo me sujetaba fuertemente por la cintura, lo cual no me desagradó para nada.
-¿Qué haces Michael?- dije intentando controlar la situación antes de que se escapara de mi control.
-¿No se te olvida darme algo?
Sentí como me temblaban las piernas, mientras la sangre huía de mi cabeza.
-¿Q-que cosa?- tartamudeé.
-Tu teléfono, claro- dijo sonriendo pícaramente. En sus ojos podía distinguir que tenia muy claro lo que hacia, lo tenia todo calculado para hacerme perder la cabeza.
Me separé del y busqué en mi bolso, saqué un lápiz y tomé su mano para escribir mi numero telefónico en la palma de esta. Si él quería jugar a seducirme, yo podía hacerlo también.
-Te llamaré- dijo guiñándome un ojo.
-En ese caso esperaré tu llamada.-dije repitiendo su tono seductor y caminé hacia la puerta esta vez para salir definitivamente de ahí.


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Capitulo 6





Al decir esto Michael sonrío de oreja a oreja, dejándome una vez más, sin aliento.
- Le diré a mi chofer que te recoja a eso de las ocho.-dijo alegremente.
Asentí, y luego me puse de pie.
-Entonces nos vemos luego Michael- le respondí mientras me acercaba a él para darle un beso en la mejilla. Cuando rocé su rostro con mis labios pude percibir que un leve estremecimiento recorrió su cuerpo, lo cual me hizo sonreír.
Eché a andar hacia la puerta pero el me detuvo.
-Liz, ¿vendrás verdad?- dijo mientras me inspeccionaba con la mirada.
-Claro Michael, si te lo he dicho es porque así será.- exhibí una gran sonrisa para infundirle confianza.
Esta vez fue él quien se inclinó hacia mí y besó mi mejilla, lo que por supuesto provocó que me sonrojara.
-Adiós- susurró en mi oído.
Mientras mi corazón latía desenfrenado, bajé la mirada y caminé rápidamente hacia la puerta para evitar que  notara lo colorada que estaba. Pero obviamente él era completamente consiente del efecto que causaba en mi.

Cuando llegué al periódico comencé a trabajar inmediatamente, a pesar de que nos encontrábamos en hora de almuerzo. Y es que para terminar a tiempo debía apresurarme.
La tarde se me pasó prácticamente volando, cuando me percaté de que ya era hora de salir. Aproveché el tiempo que me quedaba y fui al tocador un momento. Retoqué mi rostro y decidí soltar mi cabello, así que moldeé mis rizos. Ya no tenía tiempo para ir a casa a cambiarme de ropa, por lo que iría con el vestido que llevaba puesto. Después de todo, me quedaba bastante bien.
Cuando me disponía a salir, Eric se acercó a mí.
-Liz, ¿quieres que te lleve a tu casa?
-Gracias Eric, pero no voy hacia allá.- dije algo incomoda.
-¿Saldrás con alguien?- “Sí, saldré con Michael Jackson”-pensé
-Sí, saldré con un amigo. Discúlpame pero estoy retrasada.
-Si quieres te llevo hasta allá-
-No, gracias Eric.- dije mientras salía de la estancia. Últimamente la actitud de Eric hacia mi había cambiado y me estaba causando mucha molestia su insistencia.
Cuando estuve en el exterior del periódico, pude ver una gran limusina apostada en frente. Me acerqué tímidamente hacia allí y una de las puertas delanteras se abrió.
-Buenas tardes señorita- dijo abriéndome la puerta trasera. Era el mismo gorila que me llevó a la habitación de Michael después de la conferencia.
-Buenas tardes Bill- le respondí sonriendo.
Subí al automóvil y me quedé muda del asombro por lo amplio y lujoso que este era.
Durante todo el camino estuve hiperventilando.- ¿Qué es lo que estoy haciendo?- Seguramente terminaré enamorándome y cuando él se aburra de mi quedaré destrozada.- Esa era la pura verdad. Y es por ello que intentaría mantener mis sentimientos lo más a salvo posible. En intentar ser solo su amiga no había engaño... ¿verdad?, esa sería la única relación posible entre nosotros.

Cuando la limosina estacionó frente al hotel, bajé de ella y caminé lentamente hacia la entrada. En cuanto estuve en el recibidor, una recepcionista se acercó a mí.
-Señorita Elizabeth. El señor Jackson la espera en el salón.
-Gracias.- me limité a decir. La verdad estaba muy nerviosa y como ya era costumbre, mi estómago estaba hecho un lío de mariposas.
Nuevamente, caminé lentamente hacia el gran comedor. Le busqué con la mirada, pero no lo encontré. Hata que sentí como unas suaves manos cubrían mis ojos.
-¿Michael?- pregunté mientras retiraba sus manos y me volteaba a verle.
-Hola- dijo quitándome el aliento con su sonrisa, mientras se acercaba a mi mejilla para darme un tierno beso.-
-Hola- fue lo único que fui capaz de responder. Estaba tan, tan guapo que no pude sacarle la vista de encima. Uno de sus rizos caía graciosamente por su frente, mientras que el color rojo de su camisa hacia resaltar su piel chocolatada.
-¿Tienes frío?, estas muy helada- ¿A si, estaba helada?, ni siquiera me había percatado de ello, ya  que lo único que podía sentir en ese momento eran los latidos de mi corazón. A continuación, Michael se sacó su chaqueta y me la puso sobre los hombros, mientras yo sentía que me derretía. Me tomó de la mano y me condujo hacia la mesa más oculta del lugar. Hice ademán de sentarme, pero inmediatamente el me corrigió y como todo un caballero abrió mi asiendo, lo cual me provoco un ataque de risa.
-¿De qué te ríes?- me miró sonriendo.
-De ti- respondí aun entre risas.- Michael Jackson, resultaste ser todo un galán.
-Búrlate todo lo que quieras- dijo sacándome la lengua.
En ese momento se acercó un mozo a nuestra mesa y nos sirvió vino tinto del más exquisito que seguramente se podía encontrar, lo que realmente no me importo demasiado, ya que la sed estaba provocando estragos en mi garganta dado que prácticamente no había tomado agua en todo el día.
De esa forma comenzó la más agradable cena que haya tenido alguna vez. Michael comenzó una especie de interrogatorio, con preguntas de toda clase sobre mi vida, las cuales entre bromas y risas contesté.
-¿Liz, eres de acá?, tienes un acento algo extraño.- preguntó Michael.
-Sí, la verdad es que nací aquí, pero estuve viviendo muchos años en España porque mi padre trabajaba allá.
-¿Y por qué volviste?
-Bueno, quise comenzar mi propia vida... y me quise alejar de ese lugar.
-Eso suena como si te hubiera pasado algo malo ahí.- aseguró pensativo. No quise hacer ningún comentario sobre ello y él pareció comprenderlo.
-¿Y tu madre, no vive contigo?
-No, ella se quedó en España, porque es bailarina y ahí ella formó su propia compañía, por lo que es realmente feliz. Así que no quise molestarla al pedirle que venga conmigo. A veces, hay cosas que es mejor hacer sola ¿no?, además la paso muy bien viviendo con mis amigas.
-¿Y tu padre también está en España?
Guarde silencio por unos momentos.
-No Michael, mi padre murió.- al escuchar esto, la expresión de Michael cambió drásticamente.
-Oh linda, cuanto siento haber tocado ese tema- dijo mientras tomaba mi mano.
-No te preocupes Michael, eso ya pasó hace mucho- le respondí con una sonrisa.- Pero basta de hablar sobre mí. Toda la cena me has acribillado con preguntas, ahora es mi turno.
-Eso no es justo- dijo haciendo una mueca de tristeza- tu sabes mucho más de mi de lo que yo se de ti.
-Te equivocas. No se absolutamente nada de ti, solo conozco tu faceta como artista.
-Es cierto- sonrió.- Bueno, ¿qué es lo que quieres saber?
Y así comencé mi interrogatorio. Me contó toda clase de cosas, desde su niñez y la relación con su familia, sus penas y alegrías. Me impresionó lo abierto y sincero que era conmigo.
-¿Michael, por qué me miras tanto?, ¿tengo algo en la cara?- le pregunté preocupada, ya que él no despegaba su mirada ni un segundo de mi rostro. Rió ante mi pregunta, lo que aumentó mi preocupación aun más. Llevó su mano a mi rostro y acarició mi mentón.
-Te miro porque eres la chica más hermosa que he visto jamás.-Sentí al instante como la sangre subía a mis mejillas.- Y me encanta cuando te sonrojas, te hace ver aun más bella.
-¿Te encanta avergonzarme no?- le reproché.
-Solo digo la verdad.- dijo mirándome a los ojos.
No sabía si era el efecto que causaba su mirada en mí o tal vez el vino, pero me sentía realmente mareada. Intenté disimular y seguir con la conversación. Así la cena siguió su curso hasta que confirmé mis sospechas. Estaba borracha. Lo supe por el poco control que parecía tener al hablar y el gran sentimiento de alegría que me invadía. Sabía que no debía haber comenzado a beber con el estomago vacío, pero ya estaba hecho.
-Liz, creo que eres absolutamente intolerante al alcohol- rió Michael mientras se ponía de pie.-Ven pequeña-dijo mientras me ayudaba a levantarme.
No me percaté del momento en el que me tomó en sus brazos, llevándome cómo si de una princesa se tratara. Y para mi desgracia, siempre que me pasaba de copas, me invadía un ataque de sinceridad.
-¿A dónde me llevas Michael?
-A mi habitación- dijo mirándome divertido.
-¿Así que ese era tu plan no?- le dije mientras recorría su mejilla con mi dedo índice.
No me respondió nada, solo rió ante mi estupida suposición.
-Michael Jackson, aunque seas increíblemente sexy y guapo no lograrás nada conmigo tan fácilmente- rió aun más-. ¿No soy como las otras chicas sabes?, seguramente has tenido muchas de ese tipo.
-Cuando estás ebria eres muy divertida, ¿sabes?- dijo mientras abría la puerta de la habitación.
Cuanto más tiempo pasaba era menos conciente de lo que sucedía. Después de eso, sentí como me recostaba en la cama y me daba un beso casi imperceptible en la frente.  
De pronto ya no supe nada más y me sumergí en la inconciencia del sueño.


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Capitulo 5





Luego de contarles rápidamente a mis amigas, me metí a la ducha con la esperanza de que el agua tibia relajara mis músculos y de paso despejara mi mente. Pero nada de eso ocurrió. Cada instante que trascurría, más pensamientos agolpaban mi mente provocando que mi estomago estuviera hecho un lío de mariposas. –Solo es una conferencia de prensa-intenté convencerme. Pero por más que lo intentaba, no podía evitar fantasear, ¿y si por alguna extraña razón Michael de verdad estaba interesado en mi?, y si no lo estaba, ¿para qué había pedido que yo me encargara de sus asuntos?..Además desde que el mundo es mundo mandar flores es un signo de cortejo...sobre todo después de haberme invitado a cenar. Le di vueltas a esto durante mucho tiempo hasta que recordé la promesa que había hecho esta mañana, pero la verdad es que no me sentía para nada bien en ese momento, así que la llamada a mamà tendría que esperar.
Me metí a la cama y cerré los ojos. Pero esta seria una larga noche.
Ya eran las tres y media de la madrugada y yo aun no podía conciliar el sueño, hasta que de pronto el cansancio venció a mi nerviosismo y me quedé dormida.

Desperté y miré por la ventana, todo hacia presagiar que el sol sería el protagonista del día. Tanteé con la mano mi pequeña mesita de noche en busca del reloj y al observar la hora mis ojos se salieron de sus cuencas. Solo faltaban diez minutos para que empezara la conferencia. Salté de la cama y corrí hacia el baño, me duché rápidamente y abrí el armario en busca de alguna prenda. Saqué el vestido rosa pálido que había comprado y me lo puse apresuradamente a la vez que buscaba mis tacones. Me lancé al baño a arreglar mi cabello, pero ya no me quedaba tiempo para moldear mis rizos, por lo que me recogí el cabello hacia atrás y me hice un peinado clásico de bailarina, pues era lo más rápido y práctico para verme más ordenada.
Nuevamente corrí, tomé mi bolso y salí del apartamento de la forma más rauda que pude. Tomé un taxi y le di la dirección del hotel.
Fantástico, seguramente la conferencia ya había empezado.

 Como ya estaba irremediablemente retrazada, traté de relajarme un poco y saqué de mi bolso el pequeño estuche de maquillaje. Hice lo mismo de siempre. Tratando de conservar un aspecto natural, apliqué un poco de color en los labios y le di forma a mis pestañas. Después de todo, me veía bastante sofisticada con ese peinado, ya que de esa forma, mi cuello y hombros quedaban al descubierto. El pensar en que por lo menos estaba bien presentada me reconfortó un poco.
Al llegar al hotel miré mi reloj. Estaba retrasada en diez minutos.
Al aproximarme a la recepción crucé los dedos para que me dejaran entrar. En el recibidor presenté mi credencial y por suerte me permitieron pasar. Eché a correr por el pasillo sin siquiera importarme el sonido que provocaban mis tacones al chocar contra el suelo. Al divisar la puerta que señalaba con un pequeño cartel que ahí se llevaba a cabo la conferencia de prensa, disminuí el paso intentando frenar. Me planté frente a la entrada, y por primera vez me pregunte qué hacer. Definitivamente debía entrar o en menos de un santiamén estaría despedida, ya que, a pesar de que  tío George me quería mucho, trabajo es trabajo. Así que me armé de valor y giré la manacilla, entré a la gran sala y cerré la puerta a mis espaldas. Michael ya se encontraba hablando, por lo que, con cuidado intenté pasar lo más desapercibida posible. Caminé despacio, sin hacer ruido alguno. Estaba que me moría de la vergüenza, así que procuré no mirar a nadie. Pero de pronto escuché una risilla... y sabia perfectamente de quien era. Levanté mi rostro para mirarle y me percaté de que todos se habían volteado a mirarme. Le fulminé con la mirada, mientras sentía mis mejillas encendidas. –Disculpen- me limité a decir mientras me sentaba observando a Michael, a quien por lo visto le causaba mucha gracia mi vergüenza. –Como les decía,- dijo aun con la mirada clavada en mi- mi nuevo disco se titula Bad- Desvíe mi atención un momento y abrí mi bolso,  busqué en él mi grabadora, pero esta no se encontraba ahí. De seguro, en medio de mi apuro la había dejado en casa.-Genial- pensé -ahora tendré que escribir.- Saqué una pequeña libreta y un lápiz. A esas alturas, mi día no podía ser peor.
Durante toda la conferencia, estuve tomando apuntes sobre lo más importante que decía Michael.
Cuan hastiada me encontraba, solo deseaba poder salir de ahí.
Cuando la conferencia terminó fui la primera en pararse y me lancé a la puerta, pero en ella se encontraba un guardia de seguridad, el cual me detuvo sin explicación alguna. Me tomó por el brazo y me condujo por el pasillo para luego obligarme a entrar en el ascensor. Intenté deshacerme de su mano, pero todos mis intentos fueron inútiles, porque más que un hombre, aquel tipo era un gorila. Cuando el elevador abrió sus puertas comencé a híperventilar-¿y si ese hombre quería hacerme daño?-
-¡Suéltame!- grité con todas mis fuerzas. Estaba segura de que mis palabras se podían sentir desde cualquiera de las habitaciones circundantes.
Mi desesperación era tal que intenté morderle, pero aun así ni se inmutó. Se detuvo frente a una de las recamaras y tocó suavemente la puerta.
-¡Oye gorila, quien te crees que eres! ¡Suéltame!- pero en ese instante mi grito quedó atrapado en mi garganta.
-Gracias Bill, ya puedes soltarla- dijo Michael.
-¡Si Bill suéltame!, ¿así que tú eres el de la idea de traerme aquí a la fuerza no?- le dije a modo de reproche fulminándole con la mirada. Al momento, Bill me soltó y se marchó.
-Lo siento- dijo sonriendo.
-Bueno, creo que por tu sonrisa no lo sientes tanto- dije otra vez reprochándole. Pero esto pareció aumentar más su alegría.
-Es verdad, no lo siento tanto. ¿Quieres pasar?
-¿Así que ahora me lo estas preguntando, o mandarás a un gorila para que me lleve a la fuerza? –dije furiosa.
-Pues eso depende de tu respuesta- dijo con una sonrisa de oreja a oreja.- Oh vamos, entra ya-dijo al momento que tomaba mi mano y me jalaba hacia dentro. A continuación cerró la puerta a mis espaldas, para luego, quedar frente a mí.
-Hola- dijo con la más bella de las sonrisas.
-Hola- respondí. Y es que en un instante había desaparecido todo atisbo de enojo, para así sentir millones de mariposas en mí estomago.
Parecíamos dos tontos sonriendo. Ninguno decía nada, solo nos mirábamos. Así que cuando me percaté de esta estupida y melosa situación, caminé hacia uno de los grandes sofás que ahí habían y me senté.
-Sabía que vendrías.- dijo tomando asiento.
-Bueno, creo que tú te has asegurado de que ello ocurra.- dije con una mirada acusadora, ante lo que él soltó una pícara risita.- ¿Ni si quiera intentarás negarlo?-
-No podría negar algo que es cierto- respondió mordiéndose el labio inferior, lo cual provocó que mi corazón palpitara a un ritmo casi embarazoso. Estaba segura de que hasta él podía oírlo.
-Por cierto, gracias por las flores, realmente eran muy hermosas.
-No sabes lo feliz que me hace que te hayan agradado.- Sus ojos parecían hipnotizarme. No pude decir nada más, hasta que él rompió el silencio.
-Te ves muy hermosa - dijo con una mirada seductora.
-Gracias, Michael- dije mirándole a los ojos- tu también te ves muy guapo.
Al parecer, él no esperaba aquella respuesta de mi parte, ya que bajó la mirada al instante, ocultando sus mejillas coloradas.
-Pensé que harías esta conferencia en un par de semanas, ¿Por qué la adelantaste?- pregunté queriendo cambiar de tema para no incomodarle. Pero cuando levantó la vista me sorprendí por su pícara sonrisa.
-Decidí hacerla hoy porque estaba ansioso por presentar el disco...y por otras cosas también. –Pillé al  vuelo el doble sentido que llevaba su frase, así que le miré con una ceja alzada y una sonrisa torcida.
-¿A si?, ¿qué cosas Michael?- dije haciéndome la desentendida, pero claro, el sabía perfectamente lo que hacía.
-La verdad es que no son varias cosas, es solo una. Y sabes perfectamente a que me refiero.
Solo al escuchar sus palabras me percaté. Estaba coqueteándole a Michael, sin siquiera darme cuenta. Todo lo indicaba, desde mi tono de voz, hasta mi lenguaje corporal. -¿no se suponía que intentaría no involucrarme con él?- Sí, eso se suponía. Pero el realmente me gustaba, a diferencia de los demás chicos con los que había salido. Michael era como un imán para mí, igual o más atrayente aun. Seguramente, si él fuera otro, ya hubiera desplegado toda mi artillería, pero esta vez era distinto. No quería salir herida de esta situación, lo cual es lo más probable.
-Michael, creo que debo irme a trabajar- dije tratando de escabullirme.
-Nada de eso. Recién has llegado, no te puedes ir.- al decir esto, un sentimiento de ternura me invadió. De pronto su actitud se había vuelto dulce e infantil.
-Sr. Jackson, ¿acaso se le olvida a usted que soy su reportera y debo trabajar?- Cuando pronuncie estas palabras me sonrió de tal manera que hizo que me sonrojara.
-Con que eres mi reportera eh...-
-¡Hey ya basta!- dije picándole una costilla.
-¿Basta de que?, tú misma lo has dicho, eres mi reportera y yo no quiero que te vayas- dijo aun jugando. Su deslumbrante e inocente sonrisa me quitó el aliento por unos segundos- Desde este momento eres mi prisionera.
-Michael, no puedo ser tu prisionera. Aun estoy en mi horario de trabajo. Además, ¿qué pensarían tus fans si supieran que ahora eres un secuestrador?- le miré amenazante.
Río a carcajadas, lo cual me contagió de su alegría y terminé uniéndome a él.
-Bueno, pero si te niegas a ser mi prisionera tendrás que compensarme con una cena esta noche.- dijo mientras su mirada causaba estragos en mi sistema nervioso.
Me quedé  pensativa por unos momentos. Lo mejor sería que me mantuviera al margen de cualquier relación de índole personal con él, pero me estaba resultando tan difícil...
-Oh vamos Elizabeth,-dijo interrumpiendo mi debate interior- ¿Cuántas veces más quieres que te ruegue para que salgas conmigo?, solo dime que sí.
Caí rendida ante su mirada. ¿Por qué me tenia que mirar de esa manera?, ¿acaso lo hacia a propósito?
-Está bien, cenaré contigo esta noche.-
Dije no muy segura de estar haciendo lo correcto.


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Capitulo 4







La fuerte luminosidad que entraba por la ventana terminó por despertarme. Miré el reloj y me sorprendí por lo temprano que era. Pero aun así decidí levantarme inmediatamente, ya que, a pesar de haber dormido muy poco no me sentía para nada cansada.
 Aprovechando el tiempo libre que me quedaba, alongué un poco para no perder la elasticidad que durante tantos años había trabajado gracias a la insistencia de mi madre porque fuera bailarina, como ella. Reí al recordarla. Mi loca madre, siempre cercana y alegre. Cuanto la admiraba… y es que criar a una hija sola no debe ser nada fácil, ni mucho menos, reponerse de la perdida repentina de tu ser amado. Pero así era ella, una luchadora. Hace ya un par de días que no hablaba con ella, por lo que sin falta esta noche la llamaría.
Me duché y arreglé. Esta vez me vestí menos formal, con unos jeans azul oscuro, una blusa de seda blanca y mis clásicos tacones.
Una vez ya lista para salir, me dirigí a la cocina. Ahí se encontraban Elena y Anne esperándome para desayunar y obviamente, para interrogarme.
-Hola chicas- les saludé sonriente.
-¡Ya deja los formalismos y cuéntanos!,-dijo Anne agarrándome del brazo para que me sentara-¿cómo te ha ido ayer?, por lo que veo conseguiste un trabajo.
-Sí, finalmente fui al periódico de mi tío y me puso a prueba, quizás hoy sabré si me da el empleo.-dije con una sonrisa de oreja a oreja.
-Guau... ¿y que harás en el periódico?- preguntó Anne, con la sorpresa dibujada en su rostro.
-Bueno…George dijo que me contrataría como reportera, la verdad es que me agrada la idea. De hecho, ayer hice mi primera entrevista-dije al momento que hacia un gesto de arrogancia con los hombros.
-¿Y se puede saber a quien entrevistaste, Oh gran reportera?-dijo Elena riendo.
-Prométanme que no gritaran.- dije entrecerrando los ojos. Ambas asintieron con el rostro y cuando decidí que estaban lo suficientemente tranquilas volví a hablar.
-Entrevisté a Michael Jackson-
Sabía que pasaría. Al instante que pronuncié ese nombre, ambas comenzaron a gritar.
-¡¿A MICHAEL JACKSON?!
-Sí, Michael Jackson…si no se calman me iré ahora y no les contare más.- aseguré amenazante. Y como esperé, funcionó a la perfección, ya que se callaron inmediatamente.
-Así me gusta.- sonreí.
-¿Y es tan guapo como parece?, ¡vamos Liz cuéntanos algo!
-La verdad es que es mucho, muchísimo más guapo en persona.
-¡Woo! ¡Pero que suerte tienes!- gritó Elena.
-Eso creo, pero aun no les he contado la mejor parte- dije agregándole misterio a la situación, por lo que las dos me miraron con suma atención.- La cosa es que cuando terminamos la entrevista, él me invitó a cenar.
-¿Y tú qué le dijiste, aceptaste verdad?
-Le dije que no.- al decir esto me sentí muy estupida. Le había dicho que no al hombre más perfecto que una chica puede soñar, pero aun así, tenía mis razones para haberlo echo.
-Liz, ¡¿nos estas diciendo que rechazaste a Michael Jackson?!- preguntó Elena con los ojos abiertos como platos.
-Exactamente, y no me miren como si estuviera loca. Lo hice por que seguramente él solo quería divertirse un momento conmigo, ¿o creen que Michael saldría con una simple reportera?
Ambas meditaron esta posibilidad y vi como entendían poco a poco mis motivos.
-La verdad es que tienes toda la razón Liz, es mejor que hayas dicho que no.- dijo Anne comprensivamente.
-Sí, chicas. No les negare cuanto me hubiera gustado salir con él, pero no quiero hacerme falsas ilusiones. Además en este momento lo último que quiero es enrollarme en un romance.
Miré mi reloj y ya se me estaba haciendo tarde, era increíble lo rápido que se pasaba el tiempo cuando estaba con ese par de locas.
Me despedí de las chicas y me fui hacia el periódico. Tomé un taxi, el cual llevaba la radio encendida, pero con lo distraída que era no le puse ninguna atención. Hasta que escuché su nombre. El locutor mencionaba que según una entrevista, en muy poco tiempo Michael Jackson lanzaría su nuevo disco. Inmediatamente en mi rostro se dibujo una amplia sonrisa. ¡Esa era MI entrevista!, ¡guau!, finalmente esto de ser reportera me estaba gustando.

Al entrar al periódico, todos me miraban… ¿acaso habría pasado algo?
-Hola Eric- le saludé.
-¡Liz!, me encanta esto de verte todos los días.- dijo con todo el encanto de sus bellos ojos verdes.-Por cierto, el jefe te está esperando en su despacho.
-Gracias Eric- dije dando media vuelta para dirigirme hacia la oficina de George. De seguro me daría la respuesta que estaba esperando.
Toqué la puerta y abrí lentamente.
-¡Pasa Liz!- dijo animadamente.
-Hola tío, veo que estas de muy buen humor hoy.
-¡Claro que si!- dijo ampliando su sonrisa- Siéntate pequeña.- Seguí su orden y tomé asiento. A continuación el prosiguió.-Esta mañana querida Liz, he recibido una llamada para felicitarme por mi talentosa reportera-dijo sonriendo aun más.-Han quedado encantados con la entrevista que hiciste. ¡No tengo más que hacer que felicitarte pequeña, sabía que lo llevabas en la sangre, mi ojo no se equivoca!, así que definitivamente estás contratada.
No podía más de la impresión. ¿Alguien había llamado para felicitarme?
-Tío, ¿puedo saber quien fue el que llamó?
-Claro Liz, el manager de Michael, Frank Dileo. Me ha dicho que su representado quedó encantado por tu gran habilidad para entrevistar, y me ha hecho saber expresamente sus deseos de que seas tú la encargada desde hoy en delante de entrevistar y hacer todo tipo de informes para Jackson. ¡Oh Liz, estoy tan orgulloso de ti pequeña!, quiero que firmes el contrato ahora mismo- dijo mientras abría un cajón de su escritorio y sacaba aquel documento. Me lo entregó y sin más firmé, mientras lo que me había dicho daba vueltas en mi cabeza… ¿Michael había hecho que su manager llamara al periódico para felicitarme?, ¿Qué rayos significaba eso?
-Liz, aquí tienes un adelanto de tu sueldo.
-Gracias tío… gracias por todo.
-Pequeña ya te he dicho que no debes agradecerme. ¿Sabes cuanto te quiero verdad?
-Si George… de aquí a las estrellas- dije sonriendo con ternura al recordar aquella frase que desde pequeña solía decirme.
-Bueno Liz, ahora ve a trabajar.

Salí del despacho completamente sorprendida por aquella llamada. Así que Michael quería que yo me encargara de todo lo referido a él en el periódico. Menudo casanova... y pensar que la gente creía que era tímido.

-¡Hey Liz!- escuche gritar a Graciela- ¡Ha llegado algo para ti, te lo he dejado en tu escritorio!- termino de decir la frase con un tono bastante insinuante. ¿Qué sería aquello? Caminé lo más rápido posible hacia mi escritorio y cuando llegué me quedé helada del asombro.
Sobre la mesa había un gran, GRAN arreglo floral. Me acerqué a él y busqué la tarjeta. Esta decía así:
Elizabeth, estoy más que seguro de que conseguiste el empleo. Esta mañana leí la entrevista y me ha encantado absolutamente. Espero que nos veamos muy pronto.
Con cariño, Michael.

Mi corazón latía a un ritmo desenfrenado. Levanté la cabeza y vi a Eric observándome.
-Guau, ¿quien te mando estas flores Liz?- dijo mirando el imponente y hermoso conjunto de flores.
¿Qué se suponía debía contestarle?, “el que me mandó estas flores Eric, es Michael Jackson”. Si le contestaba esto jamás lo creería. Por lo que decidí mentir.
-No lo sé, la tarjeta no tiene nombre alguno.
-Entonces tienes un admirador secreto- aseguró con el semblante algo molesto.
-Eso creo.-respondí secamente.-Bueno Eric, debo comenzar a trabajar. Si me disculpas…
-Si, claro Liz. ¿Necesitas que te ayude en algo?
-No, gracias por preguntar- le sonreí a modo de despedida.

Me senté en mi escritorio y me dispuse a trabajar, mientras miradas curiosas me acosaban.
El resto de la tarde, intenté enfocarme en las noticias que debía redactar, pero cada vez que levantaba la vista lo primero que veía eran aquellas flores, lo que inmediatamente me ponía nerviosa. Las cosquillas en el estómago no habían desaparecido en todo el día... ¿y si realmente le gustaba a Michael?, de todas formas lo sabría, porque era más que seguro que lo volvería a ver. Nunca me había pasado algo así, nunca un chico me había puesto tan nerviosa y nunca, nunca de los nuncas un hombre había ocupado mis pensamientos casi por completo.
Ni siquiera me había sucedido esto con mis antiguos novios, los que realmente, no significaron mucho para mí.

Cuando al fin llegó la hora de salida, sabia perfectamente donde quería ir. Es así como me encaminé hacia las tiendas de ropa. Después de todo llevaba cerca de dos meses en Los Ángeles y no había ido de compras ni una sola vez, pero ahora tenía dinero, lo cual me lo permitía.
Di paso al desenfreno y entré a las tiendas que más me llamaban la atención, sin importar el precio de sus prendas. Después de un rato buscando algo que me gustara, entré en el probador y me puse un lindo vestido, que si bien era algo provocativo, mantenía su elegancia. La verdad es que me quedaba bastante bien, ya que estilizaba aun más mi figura. Revelaba gran parte de mis piernas y dejaba mis hombros al descubierto, lo que le daba un toque muy sexy. Sin pensarlo dos veces lo compré y me marché a casa.
Como siempre, Elena y Anne me esperaban recostadas en el sofá mirando la televisión.
-Hola chicas, ¡adivinen que!
-¡Conseguiste el empleo!- gritaron ambas a la vez.
-¡Si!- al decir esto, las tuve en menos de un segundo abrazándome.
-Bueno basta de abrazos. Tengo mucha hambre.
Fui a la cocina y me preparé un gran sándwich. Me senté en el comedor y las llamé.
-Chicas, a que no adivinan lo que me pasó hoy.
-¡Ya cuéntanos!- dijo Anne a la vez que me lanzaba un trozo de pan.
-Bueno…resulta que el manager de Michael llamó a George para felicitarle por mi entrevista y además pedirle que yo sea la encargada de todo lo referente a su representado.- les solté todo de una vez, con la más amplia sonrisa que podía tener alguien en el mundo entero.- ¿Qué opinan?
Sus rostros reflejaban el más absoluto asombro.
-Creo que le has gustado tanto a Michael, que se ha querido asegurar de verte otra vez- declaró Elena con una gran sonrisa llena de picardía.
-¿De verdad crees eso?
-¡Claro!, Liz es más que obvio… le has flechado-dijo haciendo caritas bobas.
-¡Ya basta!- reí.- Pero eso no es todo chicas…también me mandó un gran ramo de flores- dije al momento que sacaba la pequeña tarjeta y se las enseñaba.
-¡Este chico si que ha picado el anzuelo!- dijo Anne muerta de la risa.
-¡Hey, no te burles!
-No me estoy burlando, es la verdad.
-No lo se chicas, me cuesta creer que el se haya fijado en mi.
-Oh vamos Liz, eres muy guapa y simpática. Por lo demás, él es un chico al fin y al cabo. Que sea tremendamente guapo, sexy y famoso es otra cosa.-dijo pícaramente.
-No tienes ni que decirlo… hubieras visto su sonrisa- recordar su rostro me hacia sentir miles de sensaciones inexplicables…- O sus ojos, son tan bellos-
-¡Ya quita esa cara de tonta!- dijo Anne partiéndose de la risa, lo que provocó que me uniera a ella.
Entre risas y burlas de parte de mis bobas amigas, terminamos enfrentándonos en una guerra de comida. Pero de pronto sonó el teléfono.
-¿Hola?- respondió Elena y a continuación se acercó a mi.-un momento por favor.-
Es para ti Liz-dijo pasándome el auricular.
-¿Si?-
-Hola Liz, ¿Cómo estas pequeña?
-Muy bien tío, gracias. ¿A que se debe tu llamada George?
-Bueno, te llamo para avisarte que mañana debes estar a las 9:30 A.m. en el mismo hotel que ayer. Michael dará una conferencia de prensa, así que ya sabes Liz…debes ser puntual, recuérdalo.
-Claro tío, no te preocupes, ahí estaré. Adiós.
-Adiós pequeña.-dijo George terminando la conversación.
Dejé el teléfono en la mesa y me senté. Una crisis nerviosa me atacaba en ese mismo instante. Mañana lo vería de nuevo.





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