Capítulo 22






La estridente melodía llenó el ambiente. Una y otra vez Michael repitió la toma con la mejor de las disposiciones. Y yo, no pude despegar los ojos de su figura.
Cada cierto tiempo sus ojos me buscaban, encontrándome al instante. Y nuevamente, su sonrisa hacia su aparición, sólo para mí.

You´ll Never Make Me Stay
So Take Your Weight Off Of Me
I Know Your Every Move
So Won´t You Just Let Me Be
I´ve Been Here Times Before
But I Was Too Blind To See
That You Seduce Every Man
This Time You Won´t Seduce Me...


Totalmente extasiada, me sumergí en sus palabras.
¿Cuántas Dianas habrían pasado por su vida? Muchas. Muchísimas, de seguro.
El pensar en ello despertó un chispazo en mi interior. Algo parecido a un manojo de nervios en mí estomago. No supe con exactitud que tipo de sentimiento era... ¿incertidumbre?, ¿celos?...no, celos no... No podía estar celosa de fantasmas... ¿verdad?

-Hola, tu debes ser la nueva reportera.
Aquellas palabras me sacaron abruptamente de mis pensamientos. Giré mi rostro para ver a quien correspondía esa melosa y suave voz.
Y me encontré con una chica, no mucho mayor que yo, de cabello largo, oscuro y liso, muy liso. Su piel morena tenía un sutil brillo azulado, provocado por las luces.
Sus ojos eran oscuros y almendrados, pero aquella mirada tenía un aire felino, salvaje.
Y sus labios rellenos, de color rojizo, extremadamente atractivos.
¿Mi primera impresión?, una chica muy guapa.
-Hola.- le dije esbozando una sonrisa de cortesía.- Sí, yo soy la nueva reportera.
-Mi nombre es Shana, gusto en conocerte.- dijo extendiendo su mano hacia mí.
-Elizabeth Forwel, encantada.-
-Es asombroso, ¿no te parece?- dijo indicando con un leve movimiento de cabeza hacia donde se encontraba Michael.
Observé un momento lo que ella me indicaba, y no puede hacer más que asentir.
Soltó una risita espontánea, divertida.
-Te entiendo, sé lo que se siente las primeras veces- dijo dándome un suave golpe en el vientre con su codo.- Es como una ilusión. Cierras los ojos un momento y crees que desaparecerá en cualquier instante.
Exacto, había dado en el clavo. Al estar con Michael era exactamente eso lo que se sentía. Miedo. Miedo a que en cualquier segundo descubrieras lo insustancial de la realidad que tenías por tal, y terminaras despertando de aquel dulce sueño.  
-¿Trabajas aquí?- le pregunté.
-Ajá.- dijo mientras volvía a fijar sus ojos en mí.- Estoy aquí por si necesitan una modelo para el video, ya sabes, siempre requieren alguna.-
Shana hablaba como si fuera parte de esto hace mucho. La naturalidad con la que se desenvolvía me intrigó
-¿Hace mucho que trabajas con Michael?
-Sí, le conozco hace mucho. Trabajo para él desde hace bastante tiempo.
Estudié las palabras de Shana. El tono con el que hablaba dejaba entrever algo más... algo que definitivamente se me escapaba.
-¿Te puedo hacer una pregunta?- dijo de pronto, con mucho más interés. Sus ojos brillaban, rebosantes de curiosidad.
¿Qué querría preguntarme?
-Claro, Shana.
Pero al instante de haberle dicho esto, me arrepentí. Sus ojos me decían que aquella pregunta escondía algo bastante incomodo para mi.
-¿Te gusta Michael?- espetó, escudriñando mi mirada.
No supe qué contestarle. Me había tomado absolutamente desprevenida.
Le sostuve la mirada e intenté calmar aquellos súbitos nervios que me atacaban.
-Creo que no necesito que me respondas.- dijo con una sonrisa, dando por hecho lo que mis labios no habían pronunciado.
Me armé de valor, poniendo la mejor  expresión que me fue posible.
-¿Por qué piensas eso?
-Bueno...es lo de siempre, para serte sincera. Michael es tan encantador con las chicas, que termina por confundirlas y sus intenciones se malinterpretan. Te lo digo, Elizabeth, porque no es la primera vez que Michael trae a una chica...ya sabes. Por eso, solo quiero advertirte. No te ilusiones demasiado, querida. Puedo ver la forma en que le miras, pero ten cuidado, Michael es sinceramente encantador, pero suele entregar el mensaje equivocado.

Mostré una sonrisa, que por todos los medios intenté hacer parecer sincera, ya que por dentro, me había congelado. Los oscuros y felinos ojos de Shana me miraban de una forma extraña. Aquella chica me parecía bastante simpática, pero había algo en su mirada penetrante, inquisidora, que no podía descifrar.
-Shana, tranquila. No me gusta Michael.- me vi obligada a mentir.- Sólo cumplo con mi trabajo lo mejor que puedo. Gracias de todas formas.
Por algunos segundos que me parecieron eternos, sus ojos se clavaron en los míos.
-Siento haberte incomodado.- dijo esbozando una sonrisa.
-No te preocupes, no ha sido nada. Querías mantenerme a salvo, ¿no?- reí, aparentando divertirme, como si fuera una situación absurda.
Shana terminó por unirse a mis risas con jovialidad.



Con el pasar de los minutos la ansiedad ganó terreno y se apoderó de mí.
Mi mirada se fijó en Shana, quien se encontraba al otro extremo del set.


Michael es tan encantador con las chicas, que termina por confundirlas y sus intenciones se malinterpretan. Te lo digo, Elizabeth, porque no es la primera vez que Michael trae a una chica...ya sabes.

¿Por qué demonios mi mente no se callaba sólo por un momento?, aquella frase me estaba volviendo loca.
Pero no podía ser posible... ¿o si?, ¿y si era cierto?
Necesitaba saberlo...
Mis ojos le buscaron con necesidad, con la esperanza de encontrar en los suyos alguna respuesta.
Y le encontré.
Su mirada se clavó en la mía. ¿Cuánto tiempo había estado observándome?
Sentí como un ligero rubor cubría mis mejillas. Y ahí estaba aquella sonrisa torcida y esos ojos que me observaban divertidos, llenos de dulzura, como si yo fuese su punto de atracción. Sonreí al advertir que también sus mejillas estaban cubiertas de un vivo color escarlata.
Las palabras de Shana volvieron a embargar mis pensamientos. Pero el tener a Michael observándome de aquella forma nubló absolutamente mi mente.  
Tal vez no era el momento adecuado para llegar a una conclusión... así que decidí olvidar a Shana. Ya me quebraría la cabeza pensando en ello después. Pero ahora, debía enfocarme en intentar despegar mis ojos de los suyos. Gran problema.
A pesar de la distancia que nos separaba, podía sentir correr por mi cuerpo aquella extraña sensación eléctrica que ya había experimentado antes. Por un momento me pregunté si él también podía sentirlo, o quizás era yo la que estaba volviéndose completamente loca debido a su presencia.

Di gracias al cielo cuando le ordenaron a Michael volver a su posición para gravar la última toma y se vio obligado a cortar aquella conexión entre nosotros, liberándome de la fuerza de atracción que ejercían sobre mí sus ojos marrones.
Giré mi rostro para distraer mi mente y entablar alguna conversación con Eric, pero él ya no se encontraba a mi lado. Le busqué con la mirada y le vi en un costado del escenario sacando fotografías.
Genial, ahora no tenía con quien distraerme.

Abrí mi pequeño cuadernillo y me dispuse a escribir lo que ese día había pasado en el set. Pero la verdad es que ni siquiera supe cuando mi objetivo fue desplazado por aquellos dibujos de corazones.
Completamente absorta en ello, dibujé con cuidado cada corazón, garabateando palabras ininteligibles e iniciales evidentes.
No podía creer lo que me estaba sucediendo. Ni en mis más locos días de adolescente me había comportado de esa forma tan... ¿infantil?
No advertí cuanto tiempo había trascurrido desde que comencé a llenar aquella hoja de dibujos, ni tampoco me percaté del momento en que la grabación terminó. Pero la música había cesado y la iluminación había vuelto a la normalidad.
-¿Qué es tan interesante?- preguntó una voz que ya conocía muy bien. Levanté mi rostro, descolocada, y me encontré con él, a solo unos centímetros de distancia, con su radiante sonrisa, observándome interesado.
-Nada.- dije cerrando abruptamente el cuadernillo, nerviosa ante su proximidad.
Lo que menos quería en este mundo era que Michael viera lo que había estado dibujando, ¿qué pensaría de mí si se daba cuenta de que cientos de corazones contenían sus iniciales?
No lo podía permitir de ninguna manera.
- Nada no es lo que parece.- dijo riendo suavemente, fijando sus ojos en el cuadernillo.- ¿Me dejas ver?
-Michael... no es nada importante...- le respondí intentando evitar su persuasiva mirada.
Fijó sus ojos en mí, manteniendo la expresión más adorable que había visto en mi vida entera.
-Por favor, por favor, por favor- susurró acercándose a mí.
Y entonces supe que si no me escabullía pronto, terminaría por ceder. Así que me levanté de mi asiento y empecé a alejarme discretamente, sosteniéndole la mirada.
-Por favor, por favor...- repitió, causando estragos en mí, aproximándose lentamente.
-No.- murmuré, intentando mantener la poca cordura que me quedaba.
-¿Por qué no?- dijo alargando sus pasos, acortando la distancia entre nosotros, mientras mis piernas comenzaban a perder estabilidad.-
-Porque no tiene importancia alguna, Michael.-
-¿No quieres que lo vea?- preguntó entrecerrando los ojos, aun sonriendo.- No es porque se trate de mi, ¿verdad?
Para ese momento, mi corazón latía desenfrenado.
Negué lentamente con la cabeza.
-Entonces, ¿me dejas verlo?- volvió a inquirir con aquella voz exquisitamente persuasiva, mientras yo seguía caminando lentamente hacia atrás, intentando alejarme de él. Pero sus pasos lentos y largos seguían aquel compás. Michael se encontraba a una mínima distancia de mi cuerpo, por lo que le sería sumamente fácil quitarme de las manos el pequeño block de notas.
Volví a negar lentamente, mientras un extraño brillo relucía en sus ojos.
Le observé atentamente, y adiviné sus intenciones. Con un ágil movimiento intentó alcanzarme, pero yo era mucho más menuda que él, por lo que me escabullí rápidamente de sus brazos.
Sujeté el cuadernillo lo mejor posible, ya que sabía que en cualquier instante Michael me atraparía.
Mientras corría, las musicales risitas de Michael resonaban a mis espaldas, ante lo que no me puede resistir. Me uní a ellas, sin poner fin a mi plan de escape.
Recorrimos velozmente los alrededores del estudio, pero de un momento a otro me vi acorralada. Observé a mí alrededor para encontrar alguna salida, pero aquel era un sector cerrado. La única manera de escapar de allí era devolviéndome, pero Michael, prácticamente me pisaba los talones.
Ya no tenía escapatoria alguna.
Intentando calmar las carcajadas que salían de mis labios y regular mi respiración, volteé para encararle y hacer frente a mi derrota.
Pero al voltear, Michael se estrelló de lleno contra mi cuerpo.
Ágilmente  me sostuve en él para no caer, sin embargo, caímos los dos.
Su cuerpo cayó sobre el mío, mientras mi brazo rodeaba su cuello. Pero ninguno de los dos hizo ademán alguno para levantarse.
Nos sumergimos en un ataque de risas y carcajadas, olvidando por completo el motivo inicial de aquello.
No sabia el por qué, pero ninguno de los dos podía contener aquellas infinitas ganas de reír. Nuestras melodiosas risitas se fundieron en una sola armonía, entremezclándose en aquel silencio.

Podía preveer que si mis carcajadas no cesaban pronto, moriría asfixiada, así que intenté moderar mi respiración y controlar mi pulso.
Michael hizo lo mismo, por lo que nuestro escándalo perdió fuerza, para así dejar lugar a aquel sublime silencio. No hacia falta siquiera una palabra, ya que aquella conexión entre nosotros iba mucho más allá de eso. Michael lo llenaba todo, absolutamente todo para mí.
Una vez más me desvanecí en sus ojos, perdiendo toda temporalidad, haciendo del tiempo algo completamente insustancial, inexistente.
Podría haberme quedado así durante una eternidad, pendida de sus oscuras pupilas, alimentando mi adicción a su embriagador aliento.
Mi mano acarició suavemente su cuello, descendiendo hasta su pecho desnudo.
Y ahí me detuve, para sentir el repiqueteo rápido y dispar de su corazón.
Su mano se acomodó en mi cintura, provocando que mi respiración se agitase nuevamente, pero esta vez, por una razón muy distinta.

-¡¿Elizabeth?!-
Ambos miramos a la vez, sorprendidos por aquella voz.
-¿Qué demonios ocurre aquí?- inquirió Eric, visiblemente extrañado, mientras nos observaba atónito.
Inmediatamente Michael se puso de pie, para luego ayudarme a hacerlo también. Completamente avergonzados, miramos a Eric, quien parecía haber pasado del asombro a un estado de furia controlada.
-No ha sido nada, sólo tropezamos, Eric.
-Lo siento mucho, Liz.- dijo Michael, disculpándose.
-No pasa nada, Michael, yo he tenido la culpa.-dije sonriéndole.
-¡Oh no!, a veces soy muy torpe, lo siento mucho.
Dirigí mi mirada nuevamente hacia Eric, quien nos observaba con los brazos cruzados.
La tensión era absolutamente palpable en el aire.
-Bueno...iré a terminar, ya saben...- dijo Michael, indicando con uno de sus dedos el lugar en donde se encontraban los productores.
Asentí sonriendo tímidamente, intimidada por la sebera expresión de Eric.
Michael se marchó apresuradamente, aún avergonzado.
Y yo, me quedé ahí, estática, ante la mirada reprochadora de mi amigo.
-Veo que te llevas bastante bien con Jackson, ¿no?- dijo afiladamente.
Por supuesto que no me esperaba que aquellas palabras salieran de sus labios.
-¿Qué?
-Ahora entiendo por qué tanta insistencia en tenerte como reportera, se llevan muy bien juntos, ¿o me equivoco?
No podía creer que Eric se estuviera comportando de esa forma.
-¿Qué estás insinuando, Eric?- dije molesta, poniendo las manos en mi cintura.
-Sabes perfectamente lo que estoy diciendo, Elizabeth.
Aquello fue como si me tiraran una cubeta de hilo encima. Ahora la que estaba furiosa era yo.
-¡No puedo creer lo que me estás diciendo!, te has estado comportando de una forma muy extraña Eric. Cualquiera diría que eres mi padre, o mejor aún, ¡mi novio!- bufé, notoriamente caldeada con la situación.
Al instante observé como Eric bajaba la mirada, seguramente dolido con mis irónicas palabras.
-De verdad espero que consideres mejor tus palabras, Eric.-
Y entonces me marché.
Me dirigí hacia el asiento en el cual había estado anteriormente, en busca de mi bolso.
Pero de pronto, sentí un rápido jalón.
-¡Campanita!- dijo Michael tomando mi mano, para conducirme en una dirección desconocida para mí.
-¿Michael, qué haces?- dije extrañada.
-Quiero que conozcas a alguien.- aseguró sin detenerse, arrastrándome con él.
-¿A quién?-
-Ya verás.- dijo sonriendo ampliamente, pasando por alto lo que había pasado hace solo unos minutos.
Me dejé conducir por él sin reparos, hasta que llegamos a lo que parecía ser su camarín.
Ahí se encontraba una mujer rubia y delgada, de bonitas facciones. Usaba una graciosa boina, que le daba un aspecto bastante bohemio. Me pareció que aquella mujer debía tener aproximadamente treinta años, o algo así.
-Karen, ¡mira a quien he traído!- dijo Michael, entusiasmado.
La atención de aquella mujer se fijó inmediatamente en mí. Su expresión cambió, y una gran sonrisa se extendió por su rostro de marfil.
-¡Oh!, ¡tú eres Liz!- dijo Karen abalanzándose contra mi. Sus brazos rodearon mi cuerpo al instante.
Mientras ella me estrechaba cariñosamente, observé a Michael con extrañeza.
El rió levemente, divertido ante tal escena.
-Karen...- murmuró riendo.
-Oh, lo siento, cariño. Ni siquiera me conoces. Mi nombre es Karen Faye, soy la maquilladora de Michael.
-Y amiga- le interrumpió él.
-Es un gusto conocerte Karen.- dije sonriéndole.
-¡El gusto es mío!, ¡Michael me ha hablado muchísimo de ti, querida!- dijo alegremente, como si conocerme fuera todo un acontecimiento. Luego fijó su mirada en mi rostro, examinando cada detalle- Veo que no has exagerado para nada, Michael, ¡que chica tan hermosa!, ¿no has pensado en ser modelo, linda?- pregunto seriamente, esta vez tocando mi rostro, sosteniendo mi barbilla para examinar cada uno de mis ángulos.
No podía negar que me sentía algo intimidada, pero aquella mujer era muy agradable.
-De hecho, lo fui durante algún tiempo, cuando era pequeña.- le respondí cortésmente.
-Pues deberías considerar serlo ahora, cariño. ¿Quieres que te maquille?
-Oh, vamos Karen, ¡la estás hostigando!, Elizabeth terminará por odiarme debido a haberla traído ante tal monstruito.
Karen rió, a la vez que le picaba una costilla a Michael.
-Bueno, ahora nos vamos, antes de que a Karen se le ocurra dejarte como prisionera para maquillarte, Liz.- dijo tomándome de la mano nuevamente.
-No le hagas caso, linda, suele ser un poco loco.- susurró Karen en mi oído.
-¡Escuché eso!- gritó Michael indicándole amenazadoramente con su largo y delgado dedo índice.
Karen estalló en risas, y no pude evitar unirme a ella. Michael jaló mi brazo para salir de ahí.
-¡Diviértanse!-escuché decir a esa risueña voz a nuestras espaldas.

-¿Qué quieres hacer ahora, Liz?- dijo Michael observándome con aquella mirada que solía acelerar los latidos de mi corazón.
-No lo sé, ¿tienes algún plan?
-No.- dijo con la más bella de las sonrisas.- Sólo sé que quiero estar contigo. Y me encanta.-






Comenta!

Capítulo 21





-Elizabeth se va conmigo.- dijo Michael tomando mi mano, emprendiendo el camino hacia la puerta. Y yo, naturalmente, me dejé conducir por él.
Pero la voz de George a nuestras espaldas nos detuvo.
-Michael, espera muchacho.- se refirió a Michael, para luego dirigir su mirada hacia mí.- Liz, creo que deberás alcanzar a Michael luego. Eric te acompañará, para tomar fotografías, así que ve a buscarlo. Un coche del periódico los estará esperando.-
Asentí levemente, al momento en que soltaba la mano de Michael, quien algo desconcertado observó a Frank, que a su vez, se encogió de hombros.
No pude evitar mirar una vez más a Michael. Me encontré con sus ojos ansiosos y decepcionados. Se me escapó una sonrisa, que provocó que él lo hiciera también.
La transparencia de su mirada y la expresividad de su rostro no dejaban dudas de lo que Michael sentía a cada momento, lo cual lo hacia mucho más especial.
Avancé hacia la puerta, con la satisfacción de tener la seguridad de que le volvería a ver muy, muy pronto.



Al entrar a aquel lugar, no pude evitar mi perplejidad.
-Increíble, ¿no?- dijo Eric a mi lado, haciendo eco a mis pensamientos.
Era inmenso, por decirlo de alguna manera. No puede tener la certeza de cuantas personas caminaban rápidamente por el lugar, desempeñando cada una de sus funciones, pero me imaginé que debían de ser, a lo menos, unas cien.
Un gran escenario, rodeado de luces y focos por doquier, cámaras y cables, que parecían salir de cualquier lugar, se presentaron ante nuestros ojos. ¿Qué haría allí?, ni idea.

-¡Elizabeth!, que bueno que hayas llegado.- dijo Frank caminando apresuradamente hacia mí.-
-Hola Frank. Él es Eric- dije presentándolos. Frank asintió, saludando a mi compañero con una sonrisa, para inmediatamente volver su vista hacia mí.
-No tenemos mucho tiempo, así que te he preparado esto para que te informes sobre lo que aquí se hará.- dijo extendiéndome una hoja de papel con una serie de cotejos escritos en ella.- Como ya te habrás dado cuenta, hoy filmaremos uno de los videos musicales del nuevo disco. –
Claro, un video. Y sí, era más que evidente y yo no había caído en la cuenta. Pero la verdad es que en aquel momento traía la cabeza en cualquier lugar, ya que saber que en cualquier instante vería a Michael, no me ayudaba precisamente a concentrarme.
-Empecemos ya.- dijo Frank atrayendo mi atención.-sígueme por aquí Elizabeth.
Obedecí su orden y le seguí.
Que impresionante me pareció todo aquello. No pude evitar imaginármelo como una enorme maquinaria trabajando a todo pulso.
Frank se detuvo frente a unos asientos reservados para el equipo, por eso, me sorprendí al ver mi nombre en uno de ellos. A Michael no se le escapaba nada, ¿eh?
Los minutos pasaban y no había ninguna señal de él.
Mientras se hacían las pruebas de sonido, observé la nota que Frank me había entregado.
“Dirty Diana” era el nombre del video que se filmaría.
-Todo esto es una locura, ¿no crees, Liz?- dijo Eric, observando todo lo que se nos presentaba.
-Pues eso parece.- le respondí.
-Las estrellas y su loco mundo.- susurró esta vez.
Reí casi imperceptiblemente al sentir que ahora formaba parte de aquel mundo. Indirectamente, claro.
-¿No te parece extraño que Michael Jackson quiera que le hagas un reportaje?, ¿ya tiene suficiente publicidad, no?
-No lo sé, Eric.- respondí intentando rehuir el asunto.
Claro que lo sabia. Lo sabía perfectamente.
Michael no buscaba publicidad, eso estaba claro.
-Pero lo más extraño es el repentino interés de Jackson en que lo entrevisten, o le hagan estos seguimientos. Nunca antes se había mostrado tan dispuesto. Y precisamente este cambio ha ocurrido cuando tú le conociste.-dijo Eric observándome atentamente a los ojos.- Si no conociera tan bien a estas superestrellas, diría que hay algo detrás de esto.-
-¿Algo detrás de esto?, Eric, ya deja de jugar al detective, ¿Qué puede haber detrás de un simple reportaje?- dije, fingiendo que aquello era de lo más absurdo. Mientras que la idea de que Eric sospechaba algo se acrecentaba en mi mente.
-No lo sé, Liz, dímelo tú. Cualquiera diría que tanta insistencia de parte de Jackson se debe a algo más.
Los ojos de Eric penetraban en los míos, buscando cualquier resquicio de falsedad en mi mirada. Siempre había sido muy perspicaz e inteligente, lo cual, ciertamente, me asustaba en este momento. No en vano, Eric era de los mejores reporteros del periódico.
Él tenía la capacidad de ver lo que se le ocultaba.
-Ya te he dicho, Eric, que dejes de sacar conclusiones de algo tan simple.- dije mirando esos profundos y despiertos ojos verdes.- Y deja de insinuar cosas que no existen. Es solo un reportaje.
Desvié la mirada hacia otra dirección, mientras Eric emprendía una nueva conversación.
En ese mismo momento el hilo de mis pensamientos perdió toda noción de lo que decía mi compañero. Porque mis ojos se encontraron con algo infinitamente más interesante.
Al otro lado del set, se encontraba el dueño de mis pensamientos y el centro de mi gravedad.
Irresistiblemente guapo, por decirlo de alguna manera, ya que cualquier adjetivo era impreciso para describirle.
Aprovechando que Michael aun no se percataba de mi presencia, me permití la libertad de recorrerle con la mirada. Y sí, mis ojos casi le comieron.
Que va, casi le devoraron.
Vestía un pantalón negro, ajustado a su esbelta figura, que evidenciaba la forma de sus piernas atléticas, fuertes y sexys, increíblemente sexys. Mientras que una camisa blanca y ligera dejaba al descubierto parte de su torso.
Mis ojos le recorrieron por completo, una y otra vez.
Bajé lentamente la mirada y me detuve ahí, donde finalizaba su exquisita espalda.
-Detente- me dije a mi misma, intentando controlar aquel escrutinio descarado.
Pero lo cierto es que lo que veía me gustaba, y mucho.
Me obligué a desviar la mirada. ¡¿Qué me estaba pasando?!
La voz de Eric atrajo mi atención nuevamente. Intenté parecer interesada en lo que éste me decía, pero la verdad es que me estaba costando más de la cuenta.
Inconcientemente mis ojos volvieron a buscarle y le encontré observándome, con aquella sonrisa sobrecogedoramente hermosa.
Mi corazón se detuvo un momento, para luego emprender una nueva carrera alocada.
Su mirada parecía envolverme, atrayéndome hacia él. ¿Miraba de esa forma a todo el mundo, o lo hacia especialmente conmigo? Pues si miraba así a todo aquel que se le ponía por delante, era sin duda un criminal. ¿Ir provocando taquicardias a las personas era su propósito?, entonces, misión cumplida.
No pude hacer más que sonreírle, completamente embobada.
Comenzó a avanzar en mi dirección, a la vez que cientos de mariposas recorrían mi vientre, como ya era costumbre al verle. Michael estaba desencadenando un desastre de proporciones en mi sistema, ¿seria conciente acaso de ello?
Pero justamente en aquel instante el productor musical dio la orden de comenzar con las grabaciones y el hechizo se rompió. Michael me miró un vez más, para luego tomar posiciones en aquel escenario, iluminado por tan sólo un haz de luz, creando una ilusión sublime, manteniendo la atención del espectador solamente en aquel chico. Mientras yo, le observaba extasiada.

¿Sería capaz algún día de resistirme a sus encantos?





Capítulo 20






Sentí como mis piernas súbitamente perdían su peso, entumecidas y temblorosas. La gravedad dejó de surtir efecto en mí, ya que toda fuerza de atracción palidecía ante lo que en ese momento estaba ocurriendo.
Él estaba ahí. Y mi mundo comenzó a girar en su órbita.                  

Tres pares de ojos centraron su atención en mí en cuanto cerré aquella puerta.
 Los de George, Frank Dileo y por supuesto, los de Michael.
 Me quedé ahí, completamente descolocada.
Intenté componer mi expresión y disimular lo sorprendida que estaba.
-Pasa Elizabeth, te estábamos esperando querida- dijo George al verme.
Su semblante era serio, algo extraño en él.
Motivo por el cual entré en pánico. ¿Por qué Michael y su manager estaban ahí?
Busqué una explicación en sus rostros, pero la expresión de Frank era indescifrable, por lo que mis ojos se detuvieron en Michael.
Y en aquel instante supe, que haber hecho aquello había sido el peor error que podía cometer.
 A pesar de que sus hermosos ojos se encontraban ocultos tras unas gafas oscuras, sentí el escrutinio de estos, que me recorrían por entero.
Durante algunos segundos eternos, perdí toda conexión con la realidad.
Mi mirada estudió cada detalle de aquel irresistible chico.
Hoy, sin duda alguna, Michael sobrepasó toda expectativa. Lucía realmente guapo.
Su cabello rizado caía graciosamente sobre sus hombros, enmarcando su rostro, resaltando su belleza.
Vestía de manera formal y elegante, con una chaqueta estilo militar negra, exquisitamente adornada con pequeños cristales.
Contuve el aliento una vez, reprimiendo aquellas vergonzosas granas de suspirar.
Pero sin previo aviso Michael estuvo a punto de dejarme en evidencia, cuando sus arrebatadores labios esbozaron una gran sonrisa, provocando que un desastre a gran escala me sacudiera interiormente.
No pude resistirme a sonreírle, sintiendo como mi pulso atronaba en mis oídos.
Obligué a mi cuerpo a reaccionar, acortando la distancia entre ellos y yo.
-Buenos días- dije saludándoles.
Y aunque moría de ganas de lanzarme a los brazos de Michael, debía guardar la compostura, manteniendo las formalidades. Después de todo, ser la sobrina de George no me salvaría de ser despedida en caso de que él notara la particular cercanía que había adquirido hacia mi entrevistado.

Avancé unos cuantos pasos hacia el inmenso escritorio, siendo absolutamente conciente de que tenía un par de irresistibles ojos clavados en mí.
-Bueno Elizabeth- dijo George, dirigiendo su seria mirada hacia mí.-Te he llamado porque al parecer, tienes algo que contarme.
Le observé confundida. ¿Contarle algo?, ¿El qué?
-Perdón George, pero no comprendo a qué te refieres.-
-La verdad es que yo creo que lo sabes perfectamente, por ello Frank y Michael se encuentran aquí.- concluyó categóricamente- Lo que no entiendo es por qué no me lo habías dicho antes.

Mierda.

Mierda, mierda, mierda. George estaba al tanto de lo que ocurría entre Michael y yo.
Esta vez, nadie me salvaría de las consecuencias. ¿Qué clase de reportera se enamora de la celebridad a la que entrevista?
Estaba oficialmente despedida.
Observé a Michael en busca de algún tipo de auxilio. Pero aquella sonrisa divertida me desconcertó.
Me devolvió la mirada, podía sentir sus pupilas clavadas a las mías, pero él parecía bastante cómodo con la situación.
Absolutamente descolocada, quise interrogarle. ¿Qué le divertía tanto?, ¿Lo atónita que estaba o el que me encontrara irremediablemente desempleada?
-¿Y bien?- dijo George, esperando una respuesta.
-George, yo...-
Pero cuando comenzaría a pedirle disculpas por mi conducta tan poco profesional, George soltó una gran carcajada.
-¡Niña!, ¡con la cara que tienes terminaré por creer que ocultas un asesinato!- dijo aún riendo.
-Elizabeth, vinimos para finiquitar lo que ya nos habías propuesto, ya sabes, lo del reportaje que harás sobre Michael.-dijo Frank, observándome de manera convincente.
Le miré durante algunos segundos, intentando descifrar aquellas palabras.
¿De qué me estaba hablando?, ¿reportaje, qué reportaje?
Ah, ya veo. Algo pareció hacer clic en mi mente. ¡Un reportaje!
-Oh, claro, el reportaje.- dije casi en un susurro, deteniendo mi confusa mirada en Michael, quien asintió levemente, sin dejar de sonreírme de aquella forma arrebatadoramente seductora.
-Sí, el reportaje Liz. ¿En qué estabas pensando, querida?- espetó tío George. Y ahí estaba de vuelta aquella mirada cariñosa y paternal tan característica en él cuando de mí se trataba.-
-Bueno,- dije desviando la vista- creo que he estado algo distraída George. Lo siento.
Suspiré, claramente aliviada. Si que había pasado un buen susto.
 No me habría venido nada de mal algún tipo de aviso de parte de Michael sobre esto, pero ciertamente su plan era magnifico.
Con que ésta era la sorpresa. Sencillamente perfecto.
-Aún no entiendo por qué no me lo habías mencionado. ¡Es una idea brillante!- dijo George, esta vez dirigiendo su mirada a Michael y Frank.- ¡No podía ser de otra manera siendo mi sobrina favorita!
Y distendidamente se echó a reír junto a aquel par de cómplices.
Sí. Ahora me daba cuenta de que Frank era el cómplice de Michael.
Observé la escena con atención.
George parecía congeniar bastante bien con Michael, ya que mientras yo analizaba la situación, ellos relajadamente se gastaban bromas, sumergiéndose en una oleada de risas.
Michael ya se había ganado la confianza de George. ¿Acaso podía ser más perfecto?
-Entonces, Elizabeth- dijo George captando mi atención nuevamente- le harás un seguimiento a Michael durante todo el periodo que anteceda al lanzamiento del su nuevo disco.
-Partiremos hoy mismo. La idea es que estés en las grabaciones de los nuevos videos, ensayos del Tour, ya sabes, toda la preparación que conlleva la salida al mercado del disco. Prácticamente, desde hoy, Michael y tú serán inseparables.- aseguró Frank mirando de reojo a su representado.
Mordí mi labio inferior, conteniendo una sonrisa. Michael era un especialista en conseguir lo que quería.
-Será mejor que comencemos ya mismo, o nos retrasaremos.-dijo Frank poniéndose de pie, emprendiendo una nueva conversación con George.
Michael se levantó de su asiento y se dirigió hacia mí, desatando en mi corazón una serie de latidos desenfrenados, arrítmicos e incontrolables.
Acortó la distancia que nos separaba, quedando frente a mí, mientras que sólo algunos centímetros generaban lo que me pareció un abismo entre nosotros. Le observé quitarse las gafas, derritiéndome.
¿Por qué me costaba tanto controlar aquellas impetuosas ganas de lanzarme a sus brazos?
Algo paranoica, eché una mirada hacia donde se encontraba George, para asegurarme de que no se diera cuanta de la cercanía que había entre Michael y yo. Y sí, el alivio me embargó cuando le vi absolutamente concentrado en la charla que sostenía con Frank.
Pero antes de que decidiera fijar mi mirada en él, Michael tomó suavemente mi barbilla, para clavar sus pupilas en las mías.
¡Madre mía!, ¿Era conciente acaso de aquella electricidad que recorría mi cuerpo cuando me tocaba?
Sus ojos perforaron los míos, torturándome, matándome lentamente.
En ese instante no pude pensar en nada más que en él. ¿Cuál era mi nombre?, no tenia ni la mas mínima idea.
Se inclinó hacia mí y detuvo sus labios cerca, muy cerca de mi oído.
-Te lo dije campanita.- susurró con aquella voz suave, pero segura. Increíblemente seductora, tal vez demasiado para mi cordura.- Te lo he prometido, ¿recuerdas?
Reí tímidamente, mientras Michael depositaba un beso en mi mejilla.
-Claro que lo recuerdo.- dije sonriendo, mientras observaba aquellas ojos rebosantes de dulzura y fatal atracción.
-Bueno, verdaderamente espero que no pienses que estoy loco, pero simplemente no podía conformarme con tenerte sólo algunos momentos, Liz. Creo que has generado una seria adicción aquí, ¿sabes?-
-A veces las adicciones resultan peligrosas, Michael.- le dije mordiendo levemente mi labio inferior.
-En ese caso, prefiero correr el riesgo.
Sentí como un sutil rubor cubría mis mejillas, haciendo eco de la catástrofe que aquel chico había desatado en mí.
Él lo notó. Llevó una de sus manos hacia mi rostro y me acarició con suma delicadeza, sin dejar de exhibir aquella magnífica sonrisa que tanto me gustaba.
-¿Sabes lo exquisitamente hermosa que estás hoy?-
-Michael, ¿te encanta hacer que me sonroje, no?
Soltó una risita juguetona, mientras acariciaba mi labio inferior con la punta de su dedo índice.
-No te lo negaré. Adoro cuando te sonrojas. –Dijo quemándome con el tacto de sus dedos en mis labios.- Pero no lo he dicho con esa intención, realmente estás bellísima.
Bueno, la verdad es que siempre lo estás, pero me sigo sorprendiendo cada vez que te veo.
Mil descargas eléctricas parecían recorrer mi cuerpo, mientras aquella mirada me absorbía, quitándome cualquier opción de escapatoria.
En ese instante fui consiente de lo mucho que nos habíamos acercado sin percatarnos de ello. Nuestros rostros se encontraban a una escasa y peligrosa distancia.
-Michael- susurré entonces, rogando misericordia.
-¿Si?- respondió él, embriagándome con aquel enloquecedor aliento, dulce, enloquecedoramente dulce.
-Creo que deberíamos...deberíamos-
-¿Deberíamos qué?- dijo sonriendo, observando mis labios.
-Deberíamos...- maldición, ya había olvidado lo que quería decir.
Rió suavemente, conciente del efecto que su cercanía tenia en mí
Pero sorpresivamente, con un ágil y delicado movimiento se apartó algunos centímetros, tomando mi cintura para así quedar ambos de frente a George y Frank, quienes justamente se aproximaban a nosotros.
Observé rápidamente a George en busca de alguna señal de que nos hubiera alcanzado a ver, pero lucía perfectamente normal.
Michael había actuado en el momento exacto, ¿Cómo lo supo?, ni idea.
-Chicos, es hora de irnos. Hay mucho trabajo por hacer.-dijo Frank dirigiéndose a nosotros.
-Está bien,- respondió Michael, rodeando mi cintura con uno de sus brazos descaradamente. Observé con el rabillo del ojo su mano en el costado de mi cintura, para luego llevar con sutileza la mía. Intenté quitar su mano delicadamente, con sumo cuidado de que George no lo notara. Pero Michael no pareció de acuerdo con ello.
Al contrario de lo que esperaba, tomó mi cintura con mayor firmeza, provocando que mis paranoicos pensamientos se activaran.
Si George se percataba de ello, sospecharía de las intenciones que Michael tenía hacia mí, lo cual, no me parecía una buena idea.
-Muchas gracias, George- dijo Michael, estrechando la mano del aludido con la que le quedaba libre.-Ha sido un verdadero gusto conocerlo.
-El gusto es mío, Michael.

Los tres se despidieron, mientras yo cruzaba los dedos para que aquel pequeño detalle no fuera percibido por George. Y ciertamente funcionó.
Subí la mirada y me encontré con aquella sonrisa torcida.
-Entonces Campanita, ¿aceptas acompañarme al infinito?- Me preguntó observándome con esos ojos que me mostraban la inmensidad de lo que estaba por venir.
¿Y cómo negarme a aquella propuesta, si precisamente lo que deseaba era perderme junto a él en el país de nunca jamás?
-Por supuesto, Peter. Iré junto a ti a donde quieras.

Y cuando Michael absorbió mi alma con su penetrante mirada, fui conciente de la inmensurable verdad de aquellas palabras.

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