Capítulo 32





"Lo siento"







La vida entonces se me fue en un suspiro extasiado entre nuestros labios. Era dulce, tan dulce como lo había imaginado. Pero ni por asomo en mis fantasías me había acercado siquiera a una mínima idea de lo que significaría esto para mí.
Mi corazón estaba palpitando en mis labios. Cada latido resonando allí, donde encontré el abismo que significaba su boca. Y caí, caí en lo más profundo de este, sin ser consiente de lo que realmente estaba haciendo.
Un beso que significaba todo. Aquello que ahora habíamos dejado atrás y eso que nos deparaba el futuro, en el cual seguiríamos perdiendo y ganando una y otra vez.
Y entonces nuestros labios buscaron nuevos caminos en un sinfín de suspiros y temblores que pocas dudas dejaban a su paso.
Estábamos cayendo juntos en aquel abismo, y se sentía bien. Increíblemente bien.

Michael hundió sus dedos en mi cabello, aferrándose a mis risos ante la fuerza magnética que nuestros labios habían descubierto hace ya miles de segundos.
No supe cuánto tiempo llevábamos besándonos, pues perdí toda conciencia temporal.
Sólo el sonido de nuestros corazones repiqueteando uno contra el otro y las olas reventando a un paso de nuestras pieles acompañó al vaivén de sus labios en los míos, explorando nuevos rincones, descubriendo cada centímetro de mi boca mientras su respiración acelerada chocaba contra la cadencia frenética de la mía.
El mar mojó nuestros cuerpos entonces y abrí los ojos un instante. Y le observé mientras daba rienda suelta a cada uno de los deseos que mis labios habían contenido durante tanto tiempo.
Michael abrió los ojos, como si hubiese sentido mi escrutinio sobre sus párpados cerrados. Había fuego en su mirada, el cual quemó en mis venas.
Separó mínimamente sus labios de los míos, terminando con aquel beso, mientras sentía un leve cosquilleo en mis mejillas causado por el roce de sus risos en mi rostro. Y entonces su mirada recorrió mis facciones y terminó por clavarse  allí, en donde hace un segundo había descubierto cada uno de mis secretos.
Entonces, mordió su labio inferior, saboreando con su exquisita lengua cada resto de mis ansias impregnado en ellos, como si cada resquicio de mi esencia se tratase de la droga más adictiva que había probado jamás.
-Liz, yo…- susurró sin despegar sus ojos de mis labios.
Pero no terminó de hilar sus ideas. Y en menos de un respiro volvió a besarme.
Y yo sentí que volvía a caer.
Fundida en él nuevamente, disfruté de aquel aroma que ya había conocido cuando el sueño había nublado mi conciencia. Sí, yo ya había sentido, aunque en una mínima fracción, aquel aroma desquiciante y ese sabor dulce y adictivo.
Esta era la primera vez que yo tocaba sus labios con los míos, pero él ya lo había hecho antes.
Ahora estaba segura de ello.
Y ahí, mientras Michael aprisionaba mi rostro entre sus manos y sus labios se llenaban de cada uno de mis suspiros, entre las mariposas que invadían mi estómago y el temblor en mis manos al tocar su pecho desnudo, deseé haber podido alejarle de mí y gritar un decidido “no” para impedir que mi alma continuara evaporándose, escapando de su lugar, acomodándose en el punto preciso, siendo absorbida por él y su boca de caramelo.
Pero no pude hacer más que entregarme a ese amigo que ahora me parecía mucho, muchísimo más que eso.
Nos encontrábamos en el punto más peligroso. El que estaba más allá del límite.
Lo que por tanto tiempo había evitado ahora se me escapaba de las manos y yo no quería hacer absolutamente nada por remediarlo, porque estar atada a Michael me parecía maravilloso.

Y el silencio del mar susurrando mil te quieros inaudibles que se podían palpar en el aire.
Y el placer de saber que en aquel instante sus labios eran míos, completamente míos. Ahí, cuando la noche ya caía sobre nosotros y la luna era nuestra única testigo, Michael había rasgado mi alma, quedándose en el acto con ella.

La manera en que me besaba era completamente extravagante, aún más que eso. Era demencial. Y yo estaba perdiendo el juicio, mientras mis dedos tejían cientos de figuras en su piel desnuda, aferrando mis manos a su torso descubierto.
Había encontrado mi talón de Aquiles. Él era mi punto débil en todas las formas posibles.

Le sentí temblar un segundo infinito bajo mis manos. Suspiró de pronto y su aroma llenó cada recóndito espacio de mi mente, aumentando la sensación de que todo daba vueltas a mi alrededor. Y entonces mordió mi labio inferior y tiró de él suavemente.
Me estremecí.

Despegó sus labios de los míos y se alejó unos cuantos centímetros de mi rostro, dejando suspendido en el aire cientos de caricias y un par de besos.
Inhalé profundamente, como si no hubiese respirado durante todo aquello, mientras el mundo comenzaba a girar más despacio para mí.
Observé sus ojos y me dedicó la sonrisa más bella que había podido ver en su rostro.
-Deberíamos vestirnos, ya está anocheciendo.- dijo poniéndose de pie.- Venga, te llevo a casa.
Extendió su mano y me ayudó a levantarme. Y gracias al cielo que lo hizo, porque en cuanto me paré, sentí como el mundo volvía a girar a una velocidad vertiginosa.
¿Qué me había sucedido?, ¿qué era lo que Michael había hecho conmigo?
Solté una risita divertida, la cual le contagió también a él, quien se unió a mí.
Recogimos las prendas de vestir que se encontraban esparcidas en la arena y nos vestimos entre sonrisas.


La noche ya había caído sobre nuestros hombros cuando emprendimos el camino a casa.
Michael me contó un millón de historias sobre él y su familia, mostrándome un trocito de su vida. Luego, cuando las luces de la ciudad comenzaban a aparecer, decidió que ya era suficiente de historias sobre los Jackson y me acribilló con preguntas de todo tipo acerca de mi vida, aunque ya casi lo sabía todo, siempre encontraba más y más cosas sobre las cuales me veía obligada a iniciar una explicación con lujo de detalles.
Aunque claro, la mayor parte del tiempo tuve que hacer un esfuerzo por enfocarme en la conversación, pues ciertos recuerdos venían a mi mente una y otra vez.
Michael me había besado y yo aún no lo podía creer.
-¿Estarás ahí mañana?- preguntó cuando ya estábamos en el portal de mi edificio, uno frente al otro.
-Claro que sí. Es un día muy importante para ti, no me lo perdería por nada.
En aquel instante podría habérmelo comido a besos, pero me contuve. No quería que se diera cuenta de lo loca que estaba por él, al menos no tan pronto.

Michael lucía radiante. Tal vez como nunca antes le había visto. Y es que no había parado de sonreír durante todo el camino y ahora que estaba frente a mí, con aquella esplendida sonrisa y esos ojos perforando los míos con ese brillo diamantino, me parecía aún más irresistible.
-¿Quieres pasar?- dije si más. No me apetecía ni en lo más mínimo separarme de él, aunque fuese sólo una noche.
-Creo que esta noche no, Liz. Debemos darles espacio a tus amigas. Lo último que desearía ahora es que terminen por aburrirse de mí, ya que pretendo pasarme por aquí bastante seguido, ¿sabes?
-¿A sí?
-Ajá, muy seguido, a decir verdad. Si tú quieres, claro.
-¿Y que sucedería si no quisiera, Michael?
-Pues, pondrías las cosas más difíciles y tendría que idear alguna clase de plan para infiltrarme en tu departamento.-dijo seriamente, encogiéndose de hombros. Reí ante su expresión. Hablaba como si realmente estuviese yendo en serio con lo que decía.
-Claro que quiero, tonto. Pero ahora será mejor que te vayas. Debes descansar, tienes un día agotador por delante.
-Entonces, mañana nos vemos.
-Ahí estaré.
Su expresión cambio en ese instante. Y yo conocía bien lo que significaba.
Michael, sonriente, mordió su labio inferior. Un gesto de indecisión y ansiedad, que en la mayoría de los casos se volvía peligroso para mí.
Entonces acercó su rostro y sus labios se posaron en los míos durante un segundo fugaz.
-Hasta mañana.
Y tras dedicarme aquella sonrisa de infarto, se marchó. Mientras yo, me quedaba plantada en el asfalto.




-¿Y dónde te ha llevado?
-A la playa.
-¿Y no se lo han comido vivo?
-No.- dije entre risas. Lo mismo había pensado yo al ver el mar.- El lugar estaba desierto, era una playa desconocida, por eso me ha llevado ahí.
-Osea que no quería a nadie cerca para, ya sabes, cosas sucias.- dijo Anne con su característico tono socarrón, ante las risas de Elena.- ¡Ahora lo entiendo todo!, ¡la que se lo ha comido eres tú!-
Risas nuevamente. Pero esta vez mis carcajadas tuvieron algo de culpabilidad. Anne no se equivocaba del todo.
-Oh no…-murmuró Elena mientras el escándalo que teníamos armado cesaba.- No me digas que entre tú y Michael…-
-¡No!, ya les he dicho que él no es de ese tipo de hombres.
-¿Y entonces por qué te has puesto así?, ¿por qué tienes esa cara de culpa?
-Tengo algo que contarles.
-¡Lo sabia!, ¡ya suéltalo!
-Estábamos viendo la puesta de sol…
-¿Y?
-Y Michael me besó.

Silencio. Paseé mis ojos de izquierda a derecha, de derecha a izquierda y otra vez lo mismo.
Perplejas, ambas abrieron la boca hasta el suelo.
-¿Te besó?- preguntó Elena con una pequeña sonrisa formándose en su rostro.
-Es lo que he dicho. Sí, me besó. ¡Me besó, me besó, me besó!
-¡Lo sabía!

En menos de un segundo nos encontrábamos ya saltando por todo el salón. Me sentí como si hubiésemos vuelto en el tiempo años atrás, cuando aún éramos unas adolecentes.
Si algo disfrutaba era la facilidad con que ese par de chicas hacía de mi vida un festival de risas. Ellas tenían la habilidad de quitarle el hierro hasta a la conversación más afilada y desagradable. O hacerla afilada y desagradable.
-Entonces, ¿ya son novios?-
-No, Anne, vamos paso a paso, no quiero arruinar esto, ni presionarle.
-Bueno, al menos te ha hecho una de esas confesiones, tipo “eres el amor de mi vida”, ¿verdad?- rió Anne.
-Tampoco. Sin confesiones.
-¿Ninguna?
-No, ninguna.
-¿Ni siquiera un “te amo”?
-No, Anne, ninguna. Ya te lo he dicho.

Silencio. ¿Por qué tenían que ser tan aguafiestas?

-Pero, ¿estás segura?- preguntó Elena, cuando ya las tres habíamos caído rendidas al sofá.- Quiero decir, ¿estás segura de lo que sientes por él…y de lo que él siente por ti?-
-Estoy segura de que le quiero y de que él siente lo mismo por mí.-
Silencio otra vez. Estaba comenzando a odiarlas. Me habían reventado la burbuja en la que me encontraba.
-¿Tienes la seguridad de querer hacer esto?
-No. Sólo sé que estoy loca por él. ¿Qué más puedo hacer?
-Pero lo mismo has dicho hace un año. Cuando tus ojos brillaban por David. Y ya sabes como ha terminado todo.

Ups. Golpe bajo.
David, aquel guapísimo chico español de cabello castaño y ojos de un cautivante verde esmeralda. Sí, le recordaba bien, aunque mi sucia conciencia me mataba al evocar su imagen.
Y sí, Elena tenía razón.
Cuando conocí a David me había rendido a sus píes. Le había querido desde el principio.
Pero con el tiempo, caí en la cuenta de que sólo sentía eso. Cariño y nada más.
Me había desilusionado, pues con el correr de los meses mi cuerpo ya no vibraba como en un principio ante su tacto. Y sus chistes ya no me parecían tan divertidos.
Pero llegué a esa conclusión demasiado tarde, y él salió herido.
Le herí más que a nadie en el mundo. Y ahora, cada vez que le recordaba, una punzada de dolor se clavaba en mi pecho.





Las horas pasaron y yo seguía ahí, tumbada en la cama, revolviéndome en ella, mientras el sueño no era capaz de callar mis pensamientos.
¿Y qué pasaba si yo lo hacía de nuevo?, si lo que ahora sentía por Michael no era más que una ilusión, sabía que le heriría.
No podría soportar verle sufrir. No podía permitir que él sufriera, no por mí.
Le quería demasiado como para hacerle daño, fuese de la forma que fuese.

Cerré los ojos con fuerza, mientras una idea se fijaba en mi mente.






La prensa ya se encontraba apostada en el gran salón. Más de la que había visto nunca.
Gigantografías, afiches, carteles, cuadros. La imagen de Michael impresa por doquier.
Frente a un largo mesón, en el que ya habían instalado micrófonos, se encontraban los asientos para la prensa.
Me senté en uno de ellos y esperé algunos minutos. Eric se encontraba en la parte de atrás, con Michael, para tomarle algunas fotografías, que acompañarían al reportaje especial sobre el lanzamiento del disco.

-¡Hola!- escuché de pronto a mis espaldas. Volteé mi rostro y le vi.
-¿Cómo has estado?, es un gran día.- sonreí.
-Para serte sincera, con los nervios de punta.
Karen se sentó a mi lado, con aquel alegre semblante, tan característico en ella.
-Y tú linda, ¿qué tal has estado?
-Bien, gracias Karen. ¿Has visto a Michael?, ¿cómo está?
-Un poco nervioso, ya sabes, lo normal. Pero para serte franca, esta mañana ha estado radiante. No sé que le habrá sucedido, pero de seguro ha sido muy bueno. No ha parado de sonreír.-

Algo me decía que yo sabía muy bien el motivo de su buen estado de ánimo, ya que estaba directamente involucrada en ello.
No pude evitar recordar lo que había sucedido el día anterior. Mi corazón repiqueteó en mi pecho con tan sólo rememorar ciertas escenas.
-¡Ahí está!- dijo Karen de pronto.

Y allí estaba, vestido de un impecable negro, mientras su chaqueta resplandecía, destellando sutilmente a contraluz.
Subió a la tarima, tomó asiento y los flashes comenzaron a incidir directamente en él.
A pesar de que aquellas gafas oscuras cubrían sus ojos lo supe.
 Él me había visto y mantenía sus ojos fijos en mí. Lo pude sentir hasta en la última fibra de mi cuerpo.
Saqué mi pequeño block de notas y mi trabajo comenzó.

Luego de hacer la presentación de su nuevo trabajo discográfico, “Bad”, contestó un millón de preguntas y suspiró cientos de veces ante aquellas que no venían a lugar.
La música llenó la estancia, y una melodía rítmica y suave fue la primera canción que dió a conocer. “The way you make me feel”.
Le siguieron una serie de temas increíbles, ¿mi favorito?, “Man in the mirror”.
Finalmente, todo concluyó de la mejor manera.

Cientos de reporteros se pusieron de pie deslumbrados por aquellos nuevos éxitos.
Y mi plan, debía comenzar. Aunque no quisiera hacerlo.

Como suponía, Michael me buscó en cuanto el lugar comenzó a vaciarse.
Y ahí estaba él, con aquella sonrisa que me hacia temblar, esperando alguna reacción de mi parte.
Avancé hacia donde se encontraba. Se sacó al instante las gafas y me miró de aquella manera especial, como si yo fuese su centro de atracción.
-Hola, Michael.- dije deteniéndome a unos tres pasos de distancia.
-Hola Liz, ¿qué te ha parecido el disco?, ¿te gusta?
-Sinceramente, me encanta. Te felicito, definitivamente es lo mejor que he escuchado en mucho tiempo.
-Gracias, pequeña.-
Y entonces supe que esto sería difícil, muy difícil.
Dio un paso más en mi dirección. Retrocedí sutilmente.
-Me encantaría que te quedaras, habrá una recepción y luego podríamos…-
-Michael, no creo que pueda. Tengo que avanzar con esto. Es para mañana, ya sebes. Quizás otro día. – Dije alejándome de él, antes de que me fuese imposible hacerlo.- Nos vemos luego, ¿está bien?

Y entonces di media vuelta y eché a andar hacia la salida. Le dejé ahí, en medio de la estancia vacía, perplejo. Completamente desconcertado.
Sabía que no lo entendería ahora, pero luego me lo agradecería.
Esto era lo mejor para él.




Después de eso no supe nada más de Michael.
Decidí encerrarme en mi apartamento y no contestar sus llamadas.
Todo esto era cruel y mezquino, pero Dios era consiente de que lo estaba haciendo exactamente porque le quería, le quería demasiado.  





El día pasó, sin mayores sobresaltos, excepto el constante sonido del teléfono, que no había parado de sonar en toda la tarde.

Creo que lloré. Lloré más de lo que había llorado hace mucho tiempo. Desde aquella vez, hace tantos años en que también había perdido una parte de mi corazón.
Pero lo mejor era terminar ahora con todo esto, ya que luego, cuando las cosas se complicaran aún más, sería demasiado tarde.

Cancelé la entrevista que debía hacerle a Michael al día siguiente, excusándome debido a un supuesto resfriado que me mantenía en cama. George me había creído y sería cualquier otro reportero quien me remplazara.

Se había terminado.











Recargué mi cuerpo contra el marco de mi ventana.
La noche estaba iluminada por una sutil luminosidad plateada, bañando mi oscura habitación con destellos de luna.
Solté un largo suspiro, mientras mis ojos buscaban respuestas inexistentes en el cielo.
Cientos de estrellas titilaban en lo más alto, incluso más allá de donde mis ojos podían vislumbrar.
Pero de pronto mi mente fue absorbida por un par de ojos marrones.
Sus ojos marrones.
Y entonces nuevamente la congoja me embargó, atrayendo hasta mí los fantasmas que había querido ignorar.
¿Qué había pasado en mi vida?, ¿en qué momento había perdido el control de esta manera?
Cerré los ojos con fuerza, deseando que todo fuese mucho más fácil. Rodeé mi propia cintura con mis brazos, intentando sofocar en vano aquel sentimiento de angustia que se había apoderado de mi pecho.
Había llegado el momento de tomar decisiones. De dejar de actuar de aquella manera irracional, imprudente y nada conveniente para ninguno de los dos.
Sí. Debía hacerlo.
Por él y por mí.
Hace ya dos días que no le veía, ni escuchaba su voz. Y habían sido una completa tortura.
¿Pero hasta qué punto habíamos dejado llegar las cosas?
Abrí mis ojos lentamente, volviendo a posar mi vista en el cielo.
¿Qué era lo que realmente sentía por Michael?,
¿Cariño?
 Hasta más no poder. 
¿Atracción?
Sí, definitivamente.
¿Amor?

¿Era eso acaso lo que ocurría ahí, en lo más profundo de mí ser?
Nunca antes nadie, ni por asomo me había hecho sentir lo mismo que él.
Y entonces sentí miedo, miedo al encontrar la respuesta, al poseer la certeza de que estaba irremediablemente enamorada de él.

Michael.
Una estrella brillo más que ninguna otra en lo más alto del cielo.
Amor. Y aquella simple palabra flotó en el aire, suspendida, evaporándose con cada respiración.
La explicación a todo lo que ahí dentro, en lo más profundo de mi corazón sucedía cada vez que su imagen llenaba mis pensamientos.
Mi vista recorrió la calle, los coches avanzando entre la oscuridad de la noche y a las pocas figuras que se movían entre la penumbra. Pero de pronto, un automóvil negro aparcado en frente captó mi atención.
Alguien abrió una de las puertas traseras y caminó hacia el edificio. Mi edificio.
Y entonces caí en la cuenta.
Era Michael.
Michael estaba aquí.

Y mi corazón casi se sale de mi pecho.
Pasaron algunos segundos eternos, hasta que unos nudillos golpearon la puerta.
Demonios, estaba tan nerviosa que no supe qué hacer. Me quedé ahí, en la sala, en frente a la puerta absolutamente congelada.
Estaba sola y no sabía qué hacer.

Volvieron a llamar a la puerta, esta vez el sonido fue más fuerte y rápido.
Y otra vez golpearon, y otra… y otra.
Abrí la puerta y me encontré de lleno con su figura allí, frente a mí.
-¿Podemos hablar?-

Su semblante lucía sombrío. La sonrisa que yo tanto añoraba había desaparecido por completo.
-Claro,- dije casi en un susurro.- pasa.

Cerré la puerta a mis espaldas y avancé unos cuantos pasos hacia él.
-¿Qué es lo que está pasando, Liz?- inquirió, aniquilándome con la mirada. Vislumbré mil reproches en ella. Y tenía todo el derecho de hacerlo.
-¿A qué te refieres, Michael?
-Oh, por favor. Sabes bien de lo que te estoy hablando.
-No, no lo sé.- mentí.
Soltó un bufido lleno de ironía.
-Has desaparecido por completo, no contestas mis llamadas,  ni me has dado ninguna señal de vida, ¿y ahora me preguntas a qué me refiero?
Y entonces callé. No tenía nada que decir, ni con qué defenderme.
-¿Qué estás haciendo, Elizabeth?, ¿estás terminando con esto, así?- dijo esperando una respuesta de mi parte, pero ni una sola palabra salió de mis labios.-¡Contéstame!, ¿quieres alejarte de mí, sin más?, ¿sin una explicación ni despedida?

Me quedé ahí, sin ser capaz de responder a ninguna de sus preguntas, que más que eso sonaban a reproches.
Su voz se había vuelto afilada, rencorosa. Y yo estaba muriendo por dentro.
-Es muy fácil para ti. ¿No?
-Estás equivocado, Michael.- dije al fin.- No puedes entenderlo ahora, pero lo harás después, e incluso me lo agradecerás, te lo aseguro. Yo no soy la mujer correcta para ti. Mereces a alguien mejor.

Empuñó ambas manos, derrotado. Bajó la mirada y escondió su rostro por un instante.
Ya no podía soportar verle así, me estaba  haciendo trizas.
-Eres una egoísta.-dijo, clavando sus ojos en los míos nuevamente.- Una completa egoísta, Elizabeth. Y una cobarde. Quizás, tengas razón y esto no sea más que un error. Es más, creo que desde el principio, todo esto no fue nada más que un error.

Y sin más, avanzó hasta la puerta, dejándome ahí, en medio de la sala, sintiendo que moría.
Y entonces no me pude contener. Escuché la puerta cerrarse a mis espaldas y las lágrimas comenzaron a correr por mi rostro. Un sollozo salió desde lo más profundo de mi pecho. Y lloré, lloré como nunca lo había hecho.
Cubrí mi rostro con ambas manos. Me sentía terriblemente.
 Lo merecía. Le había perdido, para siempre.


Pero de pronto unos brazos se cerraron a mi alrededor y alguien me estrechó contra su pecho.
-Lo siento, lo siento, lo siento pequeña. No quise decir eso, no debí haberte dicho esa cantidad de estupideces. Lo siento.-
Michael.
Michael estrechándome entre sus brazos.
Me aferré a su pecho y lloré sin poder contener el dolor que sus palabras habían causado en mí.
Besó mi frente, mi cabello, mis manos, una y otra vez.

Retiró mis manos, descubriendo mi rostro empapado.
-Campanita, lo siento, perdóname, por favor. Te lo ruego.- imploró observándome, sin dejar de estrecharme con fuerza.- No llores, Liz, por favor no llores, cariño. -
Sus labios recorrieron mis mejillas, secando con ellos mis lágrimas.
-Seré lo que tú quieras que sea. Pero por favor, no te alejes de mí, Liz.-
Poco a poco mi llanto cesó. Y el miedo y la alarma en su rostro aminoraron con ello.
-Por qué, Liz, ¿por qué huyes de mí, a qué le temes?
-Te temo a ti, Michael. A ti y a mí.- fui capaz de decir al fin.
-¿Por qué?
-¿Quieres saber por qué?, ¿realmente lo quieres?- pregunté observándole directamente a los ojos. Y entonces él asintió.- Porque te amo, Michael. Te amo.-









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11 comentarios:

Agatha dijo...

EXCELENTE CAPITULO NATHY!!!!! OJALA Y PUEDAS SUBIR PRONTO EL PROXIMO CAPTULO.....

Sil dijo...

simplemente un capitulo genial!!!! :DDD

Carol Goten Mars Osbourne dijo...

Te quedo genial!!

Euying Picado dijo...

hala que dijo machael es que nose como explicar ojala que subas rapido otro capi me muero de la curiosida

juliago06 dijo...

Excelente capítulo! Parece que cada día te superas a ti misma. Esto es increíble, linda. Te felicito.

Me has dejado con ganas de leer más, ojalá puedas publicar el siguiente pronto.

Un abrazo!

DARLING DE LA BARRA dijo...

al fin no hay nada mas que esconder, todo esta dicho, pobre chica, no la justifico pero entiendo su decision, es necesario de pronto pasar por todas estas malas ocaciones que pasa el amor, eso nos hace mejores personas y valorar lo qe se tiene. Solo espero que continuen juntos porque me encanta la pareja que hace ^^

Jeisy Jackson Germanotta dijo...

mira niña me vas a matar de un infarto si no subes un capitulo pronto!!!!!!!!!!!!!! muchacha me muero!! y no soy yo sola mis amigas estan aqui y estamos muriendo!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! sube el proximo o te violo y si no lo subes mañana o pronto me MATO!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

Peyton Paz Jackson dijo...

Aaaaaaaaaaaaaaaaaahhhhhhhhh por Diooooosss !! me quieres matar de amorrr ??!! sigueeee 

Emy Mejia dijo...

AAAAHHH!  Naty, esto....esto definitivamente supero cualquiera de mis Espectativas!  ME ENCANTA! mucho mas que eso! Esta Genial...Continua! 
ALFIN! por fin Liz se animo y se lo dijo a Michael! AMOR! "Te Amo, Michael.Te Amo!" Es Exactamente la Pequeña frase que he estado esperando casi desde el principio...
Y No sabes cuanto me fasinaa que alfin haiga sucedido!  Es Sencillamente Genial!

Te Felicito Naty...
Me dejaste sin mas que decir....Sin Palabras.
Espero con ansias el siguiente!
Besos.

barbyajackson dijo...

ohhh diosssss lloree cuando le dijo eso!!!!!!! es solo genialll hermosooooo !!!! eres `perfecta naty!!

Nathalie dijo...

Muchas gracias linda!!

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