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lunes,
de
"Sí"
-¡ Liz !- escuché gritar a
Anne desde la sala.- ¡Hay algo para ti aquí!
Observé mi habitación y
solté un largo suspiro. Aparté un mechón de mi frente y comencé a
hiperventilar.
-¡¿Qué cosa?!- grité, aún
buscando algún milagro entre aquel desorden.
-¡Pues no lo sé, es una
caja!, ¿podrías venir a verlo tú misma?
-Anne, ¿podrías ayudarme?,
¡estoy hecha un lío, has lo que quieras con esa caja!
Recorrí rápidamente cada
prenda con la mirada.
Demasiado informal.
Demasiado corto. Demasiado provocativo. Para nada provocativo... ¿qué demonios
se suponía que debía llevar puesto para esa ocasión?
Por supuesto tenía que ser
un vestido. Eso ya lo sabía.
Pero ahí estaba el dilema.
Bueno, la verdad no había dilema, ya que no
encontraba absolutamente nada apropiado. Al parecer, mi afición por los
vestidos cortos me estaba pasando la cuenta justo en el momento más
inapropiado.
Hice una rápida rememoración
del armario de Elena. Sí, tal vez ella podría tener algo que me sacase de aquel aprieto.
Lo cierto, es que había
olvidado comprar algo apropiado y ahora, en menos de una hora debía estar
preparada y dispuesta a los pies de la alfombra roja con unas cuantas preguntas
ingeniosas e incisivas que causaran la satisfacción de los lectores e
histéricas fanáticas ávidas por seguir cada respiración de Michael a través del
Daily Records.
-¡Liz!- volvió a gritar Anne
de pronto. Solté un respingo y tensé mis hombros. ¿Nadie quería siquiera
intentar ayudarme?
Con un paso firme y decidido
me dirigí a la sala. ¿Por qué Anne se empeñaba en hacerme perder el tiempo que
precisamente me faltaba?
Y ahí se encontraba, con su
melena castaña y esos ojos azules más despiertos que nunca, sosteniendo una
caja algo aplanada de color rosa pálido en sus brazos.
-Anne- dije poniendo los
brazos en jarras sobre mi cintura.- Has lo que te apetezca con eso, ¿pero
podrías dejar de molestarme por esa estúpida caja?
-¿Ni siquiera vas a
abrirla?- y ahí estaba aquel tono tan característico de Anne cuando intentaba
ser persuasiva. Frunció los labios de manera exagerada, haciendo un dramático
mohín infantil. Negué una sola vez y crucé mis brazos bajo el pecho. Estaba
perdiendo tiempo y luego lo lamentaría.- Pues si tú no lo haces, lo haré yo,
porque estoy muriendo de curiosidad.
Llevó la caja hacia la mesa
y retiró la tapa dejándola a un lado. Escuché cómo apartaba el papel del
interior y soltaba una gran bocada de
aire.
Debía reconocerlo. Yo
también moría por averiguar de qué se trataba.
Me acerqué un poco más hacia
Anne y miré por sobre su hombro, pero solo logré vislumbrar más papel.
-¡Pero que pasada!- gritó.
-¿Qué?, ¿qué es?
Anne se apartó unos cuantos
centímetros para dejarme observar mejor el misterioso regalo.
-¡Pero que chico te gastas!,
¿no tendrá un hermano o amigo que me presente?, ya sabes, alto, moreno, lindos
ojos...aunque bueno, los ojos no me importan tanto...
-Anne- le interrumpí.- ¿podrías
enfocarte y ayudarme sólo un poco? Está bien, prometo que si conozco a alguien
así pensaré en ti, ¿de acuerdo?-
En menos de un latido sentí
un brusco cambio de peso.
-¡Gracias, gracias,
gracias!- gritó Anne infringiendo mi espacio personal. Sus brazos me rodearon
sin cuidado alguno mientras daba pequeños saltitos.- ¿te había dicho ya que
eres la mejor?-
-Creo que un millón de
veces, aunque una más no me viene nada de mal.- reí.- ¿Ahora me dejas ver mi
regalo?
-¡Claro!, ¡todo tuyo!
Me acerqué un poco más y
aparté el fino papel dorado del interior de la caja. Sostuve la pequeña tarjeta
entre mis dedos, mientras Anne se pegaba a mi hombro para poder leer junto a mí.
No pude evitar enviarte esto, ya que tengo la leve
sospecha de que lo necesitarás.
Con esta maravilla estoy segura de que un par de ojos no
podrán despegarse de ti.
Sí, sí, ¡ya sé que soy fantástica!, ¡no me lo agradezcas
cariño!, que ya tendremos tiempo para eso después.
Sólo disfruta, y ya sabes, ¡tengo mis cartas puestas en
ti, cielo!
Con cariño,
Karen.
La tela se deslizó entre mis
dedos, suave y ligera, mientras la luz incidía en ella, causando sutiles
destellos. Mis manos recorrieron el vestido, acariciándole, sintiendo su
exquisita textura, maravillándome con cada roce. Solté el aire contenido en mis
pulmones en una exhalación. Karen se había convertido en mi hada madrina
personal.
-¡Wow!- escuché a mis
espaldas.- ¿Quién es esa Karen?, ¿tu salvadora, o algo por el estilo?
-Eso parece- murmuré, aún
sin despegar mis ojos de la caja.
-¡Se ha pasado, pero qué
hermosura!, ¿sabías que te envidio, cenicienta?
-“Cenicienta”- dije en tono
burlón.
-Sólo falta la calabaza y
completas.
Nos echamos a reír en medio
de la sala, mientras Anne parecía retorcerse bajo el efecto arrollador de su
ataque de risa. Sus alborotados mechones le daban un aspecto de malos pelos, lo
cual no me ayudó demasiado a contener las ganas de reír.
-Ey, tío cosa- dije burlona,
aún intentando sofocar mis carcajadas- que si yo soy cenicienta, tú con esa pinta
no vas mucho mejor.
-Já. Pues que yo no tengo
una cita, bueno, quizás si el sofá cuenta…
-El sofá no cuenta y no es
una cita. Es trabajo, Anne.
-Ajá- murmuró tomando mi
mano, arrastrándome hacia el cuarto de baño.
Seguramente en veinte
minutos es prácticamente imposible estar despampanante, pero no cuando tienes
una amiga con dedos semejantes a los de Miguel Ángel trabajando sobre tu
cabello y rostro.
Observé mi reflejo en el
espejo y una sonrisa de satisfacción se formó en mi rostro.
La delgada tela se ceñía con
exactitud a mi cuerpo, dejando entrever cada forma sin develar nada, sin
embargo. Sutiles destellos casi imperceptibles acompañaban cada uno de mis
movimientos, mientras mi cabello recogido en un peinado alto dejaba al
descubierto mi piel blanquecina desde el cuello, hasta el fin de mi espalda, en
donde un fino y pequeño trozo de encaje sugería lo imposible de develar, para
luego encontrarse nuevamente con la suave textura del satín perlado. El
profundo negro dejaba en evidencia el gran contraste entre la palidez de mi
piel y la tela, otorgándole un matiz extravagante, exquisito en su propia
esencia.
Detuve mi mirada por un
momento en mi rostro. Un par de rizos dorados caían de manera graciosa y
natural sobre mi frente amplia, rozando mis mejillas, causando un leve
cosquilleo allí. Mis ojos, enmarcados por largas pestañas, lucían un brillo
diferente en esta ocasión. ¿Expectación, quizás?
Mi mirada bajó poco a poco
hacia mis labios rojos y definidos.
Esto estaba muy, muy bien.
Estaba definitivamente en deuda con Karen y Anne por todo esto.
-¡Mira que belleza estás
hecha, tía!- escuché exclamar a Anne con su característico acento españolado.-
¡Que si yo fuese Michael te como eh!
-¡Anne!, ¿no crees que me
has peloteado lo suficiente esta tarde?
-¿Quién está peloteando?,
¡que si yo fuera un chico, madre mía!, ya te las verías conmigo.
Reí mientras le daba sin mucha
fuerza un pequeño codazo en su costado y levantaba con cuidado mi vestido para
cruzar la puerta.
La aparatosa alfombra roja
se extendía mucho más allá de lo que mis ojos lograban ver entre el gentío
enardecido que agitaba sus pancartas, llenas de fotografías de aquel rostro que
yo tan bien conocía. Me abrí paso entre las cámaras y los equipos técnicos para
ganarme un lugar frente a la valla metálica, junto a mi compañero, que cargaba
con cuidado su maquina fotográfica.
-Esto es una locura. La
verdad, no entiendo a qué se debe tanto alboroto.-farfulló Eric, notablemente
hastiado con la situación.- ¿Has visto la cantidad de gente que hay del otro
lado?
-Supongo que es lo que
causan las celebridades, ¿no?, vamos Eric, esto no es tan malo como pinta.
-Para ti nada relacionado
con esto parece ser lo suficientemente malo. Me pregunto cuál será la verdadera
razón detrás de ello.
Volteé mi rostro para
mirarle directamente a la cara.
-¿Qué estás diciendo, otra
vez lo mismo, Eric? Sinceramente, pensé que habíamos dejado atrás tu
infantilismo, pero veo que no. El hecho de que intente ayudarte a ver esto de
manera positiva no te da el derecho de hablarme de esa forma.- dije cortante.-
Claro está que si estás dispuesto a pasar el resto de la noche con esa actitud,
lo mejor es que cada uno haga su trabajo por cuenta propia.- le amenacé
volviendo la vista al frente.
Escuché a Eric murmurar algo
ininteligible a mis espaldas. Era evidente que esa noche él no tenía ni las más
mínima intención de divertirse junto a mí.
Los minutos pasaron de
manera fugaz, entre celebridades, preguntas y respuestas, casi no había tenido ni
un sólo respiro, pero después de todo ser reportera no era tan malo, de hecho,
creo que me gustaba bastante y había descubierto que tenía cierta habilidad
para ello.
Con cada minuto que
transcurría parecía haber más y más gente apostada en los alrededores. Las fans
daban rienda suelta a la histeria y todo aquello no hacía más que aumentar mi ansiedad por verle. Ya hace un par de horas
me encontraba a los pies de la alfombra roja y casi la totalidad de las figuras
habían llegado a la mansión.
Excepto la que más me
interesaba.
De pronto, el movimiento se
reactivó con brusquedad.
Los periodistas que se
encontraban a mi lado parecieron olvidarse de que habían más personas a su
alrededor, ya que pasaron prácticamente sobre mí. Me limité a escuchar cómo los
gritos aumentaban en el lugar, desatando la histeria.
Pero de pronto una pequeña lucecita
se prendió en mi mente.
Michael.
Intenté abrirme paso entre
mis colegas, con cuidado de no arruinar mi vestido. No fue muy difícil, ya que
yo era mucho más menuda y ágil. Con unos cuantos empujoncitos ya estaba ahí,
pegada contra la baranda.
Divisé cómo una chaqueta
parecía brillar, resaltando entre todos los que se dirigían hacia nuestra
dirección.
Agucé la vista un poco más
mientras se acercaba. No había duda, era él.
Sus pasos llenos de garbo
recorrieron la alfombra roja de manera magistral e hipnótica. Los gritos se
intensificaron mientras él le daba la mano a una que otra afortunada chica, que
rendida ante su efecto le observaba marchar.
Fui consiente de cómo los
gritos disminuían su intensidad y el murmullo a mi alrededor cedía. Y sabía perfectamente
que a tan sólo mis oídos les ocurría aquello.
Mientras su mirada recorría
los rostros de aquel centenar de fans, yo le recorrí a él.
Llevaba el cabello suelto,
sus oscuros rizos caían graciosamente por sus mejillas y unas gafas estilo
aviador cubrían sus ojos. Una chaqueta a rayas de lentejuelas negras y
plateadas resplandecía, mientras las luces y los flashes incidían sobre su
superficie, deslumbrando a su paso los ojos maravillados de cada una de las
personas que ahí le contemplaban. Mis pupilas bajaron lentamente hacia sus
piernas, sin perderme ni un detalle, admirándole por entero. Un pantalón negro
se ajustaba con precisión a la forma de sus muslos ocultos, dejando entrever su
tonificada forma.
Saludó al público
enloquecido alzando una mano cubierta por un guante blanco.
Avanzó con mayor velocidad
hacia la majestuosa entrada de aquella mansión, deteniéndose un momento, a tan sólo
unos metros de la prensa.
Su mirada recorrió el
sector, buscando, descartando y volviendo a buscar entre los reporteros. Y
finalmente me encontró.
Percibí cómo su mirada me reconocía,
clavándose de lleno en mi figura. Llevó su mano desnuda hacia las gafas y las
retiró lentamente.
Contuve la respiración un
momento eterno, sintiendo cada partícula de mi piel reaccionar ante su
escrutinio.
Sus ojos quedaron al
descubierto, puestos de lleno en mi cuerpo. Estudió mi imagen con tranquilidad,
yendo desde mi rostro hasta mis tacones, degustando cada detalle para luego
alzar su mirada nuevamente hacia mis ojos. Y entonces sonrió. Esa sonrisa
ladeada, exuberante, cien mil veces sensual, completamente adictiva.
Mi favorita.
No pude contener un suspiro
infructuosamente reprimido, sonriendo a la par.
El tiempo detenido allí,
entre los dos una vez más, como la primera vez.
Asintió, saludándome, para
luego llevar las gafas nuevamente hacia sus ojos y retomar el camino.
A partir de ese momento el
centenar de personas que se encontraban apostadas frente a la mansión comenzó a
disminuir considerablemente. Y lo mismo ocurrió con la prensa.
Poco a poco los reporteros,
luego de revisar sus cintas, cámaras y artefactos abandonaron el lugar.
Me despedí de Eric, con la
intención de dejar atrás nuestra pequeña discusión. Pero, a pesar de que el
impasse parecía cosa del pasado, al marcharme hacia la fiesta supe que aquello
no era del todo cierto, pues sus ojos me observaron, acusadores, llenos de
reproches y pensamientos no expresados. Aunque no hacía falta, ya que me podía
hacer una idea de lo que se trataban.
Subí con cuidado los escalones de mármol
blanco y atravesé la gran puerta sintiendo cómo un par de miradas masculinas se
detenían en mí. Avancé con tranquilidad, sin prisa alguna, observando el gran
salón que se extendía a mis pies.
Grandes lámparas de cristal,
colgaban desde el cielo de la habitación, omnipotente y deslumbrante,
provocando pequeños destellos proyectados por la luz.
El lugar estaba repleto de
flores, enredadas a lo largo de los imponentes pilares que sostenían la clásica
construcción, tiñendo la estancia de colores suaves, otorgando un matiz de
delicadeza a todo aquello.
La estancia estaba repleta. Vestidos largos, tacones y trajes de etiqueta
eran los protagonistas de la noche.
Caminé hacia el interior del
salón, dirigiendo mis pasos hacia el bar, mientras la leve sensación de estar
siendo observada me invadía. Y no me equivocaba.
Una mano se cerró en torno a
mi brazo, deteniéndome un segundo.
-¡Te ves deslumbrante!- dijo
Karen con una inmensa sonrisa gravada en su rostro.
-¡Karen!, gracias por todo,
de verdad, tenias razón, me has salvado.
-Lo sabía. No me preguntes
cómo, pero sabía que me necesitarías.
Reí al notar la forma
maternal en la que hablaba. Seguramente no tenía más de treinta y cinco años,
pero su calidez inspiraba confianza y aquel extraño sentimiento de familiaridad
definía nuestra reciente relación de amistad. Karen era de ese tipo de personas
con quienes congenias de inmediato, sin la necesidad de llevar mil años junto a ella.
Un garzón se acercó hacia
nosotras, sosteniendo una fina bandeja de plata. Karen tomó una de las
resplandecientes copas de martini, invitándome a imitarla.
Bebí un sorbo para luego
dejar la copa en una de las mesas que se encontraban tras de mí. Recorrí el
lugar con la mirada. Era uno de los más bonitos en los que había estado, definitivamente.
-¿Ya has notado cuántos
pares de ojos hay sobre ti?- le miré, intentando comprender mejor sus
palabras.- ¿Sabes una cosa?, me atrevería a decir que eres la chica más guapa
de la fiesta. Sin lugar a dudas.
-Tú no te quedas atrás,
Karen.
Y aquello no era sólo un
halago.
Karen llevaba un bonito
vestido estilo años cuarenta, blanco y sin hombros. Había rizado su cabello,
acomodando las ondas hacia el lado derecho de manera elegante y sobria,
mientras que sus labios de un rojo oscuro, le daban color a su rostro de
porcelana.
-Bueno, ¡la ocasión lo
amerita!, pero creo que con toda seguridad, si Michael no se da prisa,
terminará por perder.- río, guiñando un ojo.
La música cambió de pronto y
la iluminación se hizo un tanto más tenue. La banda que se encontraba en un
costado del salón, comenzó a tocar una melodía suave, que fue incrementando su
fuerza con el sonido del saxofón.
Las parejas comenzaron a
moverse al compás de aquella melodía delicada, sensual e intima en el centro de
la magnánima mansión.
-Creo que el pensamiento es
poderoso, ¿eh?- dijo Karen de pronto, observando algún punto a mis espaldas.-
Será mejor que me vaya.
Y entonces echó a andar,
alejándose rápidamente de mí, dejándome allí, completamente desconcertada.
Cerré los ojos un instante
para apreciar la música en plenitud. Pero una imagen se posó tras mis pupilas.
¿Dónde estaría? Tenía tantas ganas de verle, que casi podía palpar la ansiedad
creciendo en mi interior.
Pero de pronto sentí como un
brazo se cerraba en torno a mi cintura. Y sabía perfectamente de quien se
trataba.
Abrí los ojos y ahí estaba,
aún más guapo de lo que había imaginado, observándome de aquella forma
irresistible.
-Pensé que nunca llegarías,
Elizabeth.- dijo mientras uno de sus rizos acariciaba mi mejilla.
-Pero ya estoy aquí,
contigo, Michael.
Y en aquel instante creí que
iba a desfallecer ante su intensa mirada. Respiré, intentando no perderme en
aquellas pupilas, pero todo lo que conseguí fue aspirar su aroma,
enloquecedoramente adictivo. ¿Sabia él lo que era capas de provocar con tan
sólo una mirada? Deseé que no fuese consiente de ello, ya que si llegaba a
notar lo que había generado en mí, los limites se volverían cada vez más
confusos…
Estrechó un poco más mi
cuerpo al suyo con firmeza, mientras entrelazaba su mano restante con la mía.
De pronto nos encontramos moviéndonos sobre la pista, en medio de las demás
parejas.
No pude hacer más que
dejarme guiar por él, mientras su sonrisa me dejaba sin armas con las cuales
luchar. Sentí como sus dedos acariciaban lentamente mi espalda desnuda,
causando estragos con su roce, desatando extrañas descargas eléctricas bajo mi
piel y aquel constante cosquilleo en mi vientre.
Sus ojos se clavaron en mi
rostro, con intensidad, mientras apartaba uno de mis rizos,
acomodándolo con delicadeza,
para luego acercar su rostro lentamente hacia mi oído, jugando con mi sistema
nervioso como sólo el podía.
-¿Sabes acaso lo
exquisitamente hermosa que luces esta noche?- susurró mientras sus labios
acariciaban el lóbulo de mi oído y su dulce aliento rozaba mi mejilla.- ¿Has
notado que al menos la mitad de estas personas tienen sus ojos puestos en ti?
Michael no se alejó ni un
centímetro, por lo que esta vez fui yo la que susurró en su oído.
-¿A si?, creo que eso es
algo que puedo refutar. Me parece más probable es que esas personas, Michael,
tengan los ojos clavados en ti.
Negó lentamente con la
cabeza, al tiempo en que acariciaba mi mejilla con el roce de la punta de su
nariz. Pero cuando comenzaba a perderme en aquella sensación de placer que me
causaba su cercanía se alejó, liberando mi cintura de su brazo.
-Déjame ver.
Y entonces me hizo girar a
su antojo, y como era predecible, hice lo que él quería que hiciese sin ningún
tipo de oposición.
Sentí cómo estudiaba mi
figura, sin ninguna reserva, o al menos así me pareció. Reí ante su descaro,
¿cuándo Michael había perdido la vergüenza?, pues yo seguía teniéndola y rogué
porque nadie nos estuviese observando en ese preciso instante.
-Creo que te equivocas. Sigo
apoyando mi teoría.- dijo atrayéndome nuevamente hacia él.- Estoy más que
seguro de que a la que miran es a ti. Es más, te lo demostraré.-
Sin apartarme ni un
milímetro de su cuerpo, hizo que giráramos rápidamente, dando media vuelta.
-¿Ves a aquel hombre de
traje gris?- intenté ponerme de puntitas sobre los tacones para mirar por sobre
su hombro. Y sí, junto a uno de los grandes pilares se encontraba un hombre de
unos 26 años, bastante apuesto, acompañado por dos hombre más tomando un
martini. Asentí levemente y Michael continuó.- Su nombre es Leonardo Grouth. Él
y sus amigos me han estado fulminando con la mirada desde que te tengo entre
mis brazos. Mueren de ganas por estar en mi lugar.-
Entonces comprobé que
aquellos tres pares de ojos estaban puestos sobre mí y Michael. Leonardo notó
que le estaba observando y sonrió de manera coqueta.
Tenía que concederle la
razón a Michael.
-¿Pero sabes una cosa?-
preguntó, girando de nuevo, mientras volvía a tener un par de ojos marrones
puestos de lleno en mi rostro.- No les permitiré ni por un segundo tenerte.
Porque esta noche, sólo estarás para mí.
Volví a reír al escuchar
aquel tono ligeramente posesivo. Que por lo demás, me encantaba.
-¿Y si decidiera irme ahora,
en este mismo momento con ellos?
-Probablemente, tendría que
tomarte como prisionera entre mis brazos otra vez. Pero confió en que no lo
harás.
Negué lentamente, como antes
lo había hecho él.
-No lo haré.
Apoyé mi cabeza en su pecho,
absorbiendo aquel exquisito olor, mientras él hundía su nariz en mi cabello.
Era sorprendente lo que
sucedía cuando me encontraba con él. Si en ese mismo momento me hubiesen
preguntado en dónde nos encontrábamos, posiblemente no habría podido responder
absolutamente nada. Porque Michael parecía traer consigo una gran nebulosa para
tan sólo él ocupar cada recoveco de mi mente.
Perdí la conciencia
temporal. No sé cuanto tiempo estuvimos así, moviéndonos al compás de la
música, absortos en nuestros pensamientos.
Pero cuando desperté de mi
pequeño idilio, noté cómo casi todos los que se encontraban en el salón tenían
sus miradas puestas en nosotros.
-Michael.- dije despegándome
de su pecho.- No te sientes algo... ¿observado? –
Y entonces él, que parecía
haber estado tan absorto como yo, lo notó también.
Un pinchazo de incomodidad me
recorrió de pronto. No quería que la gente comenzara a hablar sobre nosotros,
ni ha crear chismes con sus conjeturas.
-Salgamos de aquí, Liz.
Tomó mi mano y avanzó
mientras yo le seguía.
Nos acercamos hacia lo que
seguramente, tiempo atrás, había sido un inmenso ventanal del tamaño de todo en
muro, que ahora dejaba unidos el jardín y el interior de la mansión.
Caminamos a través del
caminito serpenteante, en medio de verdes jardines repletos de flores
multicolores. La extensión de terreno llegaba mucho más allá de lo que mis ojos
alcanzaban a vislumbrar entre las sombras de la noche.
Pero entonces, cuando nos
encontrábamos ya a una distancia considerable de la casa, una gran laguna se
extendió ante nosotros. El camino nos condujo hacia el nacimiento de un angosto
puente de madera, que conducía a una pequeña pérgola en medio del agua, la cual
se convirtió en nuestro objetivo.
La pérgola estaba iluminada
por antorchas que emergían desde el agua, mientras que enredaderas de flores
colgaban desde el cielo de esta, construyendo un paisaje maravilloso. Y por un
momento, me sentí como Alicia en el país de las maravillas, pero a diferencia
de ella, a mi lado se encontraba el hombre que desde hace un tiempo ocupaba
cada uno de mis pensamientos.
-¿Te gusta?- preguntó de
pronto, rompiendo el silencio.
Aparté mis ojos del agua
para poder mirarle.
-Esto es hermoso, me
encanta, Michael. Creo que esto es lo más hermoso que he visto nunca.- sonreí.
Pero él no hizo lo mismo, como yo esperaba.
Algo sucedía, algo no estaba
bien.
-Michael, ¿qué sucede?
-Liz, esas personas
seguramente mañana estarán hablando sobre nosotros. Hablar de mí para todos
ellos se ha convertido en un pasatiempo, ¿sabes?, yo sólo… perdóname, perdóname
por exponerte a esto, perdóname por traerte a este lugar, Liz.
-Michael- esperé un momento,
pero él seguía sin mirarme.- Michael, mírame. Quiero que me mires, ahora.
Aguardé por unos segundos y
así lo hizo. Me observó sin atreverse realmente a mirarme a los ojos. Su
expresión lucía ensombrecida y yo deseé más que nada en el mundo borrar
aquellas sombras de su rostro.
-No me importa.- dije con
decisión.- Michael, no me podría importar menos lo que ellos digan sobre
nosotros. Sé que eso puede pasar. Pero sólo me interesa lo que tú pienses. En
este instante. ¿Te arrepientes de haberme traído?
-Por supuesto que no, Liz.
-Entonces quiero que te
olvides de ellos. ¿Está bien?- asintió sin demasiada determinación.- Y ahora
quiero que sonrías. ¿Sabias que me fascina tu sonrisa? Es la más bonita que he
visto en mi vida entera.
Y entonces sonrió, con
timidez, pero sonrió al fin y al cabo.
-Así me gustas más.- dije
guiñándole un ojo, lo cual le sonrojó inmediatamente.
Solté una risita mientras el
despegaba los ojos de mi rostro, volviendo a mirar el agua.
Y en los próximos minutos me
pregunté si mis inofensivas palabras se habían convertido en otro problema,
pues él no volvió a abrir la boca.
Observé el agua cristalina,
iluminada por el fuego y la luz plateada de la luna que, en lo alto del cielo lucía
especialmente majestuosa. Vislumbré algunos pececillos bajo el agua, de colores
vivos y fuertes. Había uno que definitivamente era mi favorito. Era dorado, con
manchas anaranjadas.
Pero de pronto, mis pensamientos
sobre pececillos fueron interrumpidos por Michael, quien tras lanzarme una
fugaz mirada de reojo, había vuelto a mirar al frente. Y en ese momento, por
fin habló.
-¿Crees que una mujer como tú
pueda enamorarse de mí, Liz?
Claro está que no me esperaba
que dijera precisamente eso. ¿Una mujer como yo?
-Michael, cualquier mujer
podría enamorarse de ti.
Silencio entonces. Ahí
íbamos otra vez.
Volví a observar el agua y a
mi pececito dorado, quizás el querría hablar conmigo si pudiera. Pero esta vez,
sentí la mirada de Michael puesta de lleno en mi rostro.
Le observé entonces,
esperando que aquel momento pasara pronto. Quería a Michael de vuelta.
-Y tú, Liz. ¿Podrías
enamorarte de mi?- dijo mientras cada palabra parecía extenderse durante mil
segundos en mi cerebro.
Me quedé en blanco.
Absolutamente en blanco.
Pero mientras esas pupilas
me atraían hacia su órbita algo pareció fallar.
-Sí.
.
Wait a minute, can’t
you see
That I…
Wanna fall from the
stars
Straight into your
arms
I… I feel you hope you
comprehend”
Comenta!
11 comentarios:
OMG! Me re encanto este capítulo Naty! Eres una genia escribiendo! Amo tu novela! Este capitulo fue maravilloso aaaaaaaa! Me encanto cuando Liz le dijo SI te admiro muchisimo! Sigue ASI! Gracias por escribirlo moria de ansias por un capitulo nuevo ahora espero el otro! otra vez lo repito ame este capitulo!!!!
Me encantoo ! , cuando dijo que SI fue como oooooooo, chanchan *.*, espero el prox capitulo :)
puchaaa!!! por que tenias que dejarlo hasta aca?? Dios lo unico que queria era seguir leyendo!!! solo espero que para el otro capitulo no te demosres mucho!... por lo demas el capitulo esta muy bueno, con gusto a poco pero muy bueno, de igual manera que los anteriores me a hecho ver la imagen de ellos dos en mi mente, y espero pronto la continuacion es que o puedo creer esta conversacion entre los protagonistas da para mucho osea estan hablando de enamoramientos y cosas :P el amor no es un tema facil de tratar... Pero bueno esto es algo que se veia venir no?
muchas gracias por este capitulo y continuala pronto por favor no no hagas esperar demaciado
ohhh Nathy fabuloso capitulo !! Me encanto la actidud de Karen , en este capitulo en especial le tome aun mas cariño jeje...y el baile de Mike y Liz y luego el paseo hasta la gorgola me han dejado con el romanticismo a flor de piel ! creeme no exagero se me sale por los poros !! el romance entre Mike y Liz me encantaaaaa! y cerraste con broche de oro con el "Si" al final...ohh Nathy ojala publiques pronto me dejaste con toda la intriga y la ansiedad de seguir leyendo ..que viene despues de ese "Si" ???????....Hermosa novela !! besos
ay Nathalie que hermoso capitulo awww!!!!! nos has dejadoen suspenso eres un genio espero que no dilates mucho en subir el proximo capitulo porfavor tkm
No! No puedes hacer eso! No puedes dejarlo ahí!
Dios! Fue hermoso! Sin dudarlo, uno de los mejores capítulos. No! El mejor!... Liz dijo que sí!! (Nótese mi histeria)
Eres increíble! Juro que me has dejado con la boca abierta, todo ha sido hermoso: las descripciones, la forma en que transmitiste cada sentimiento, la magia en el aire. El capítulo ha sido simplemente perfecto. Parfait!
No sabes cómo deseo que subas el siguiente capítulo pronto. Moriré si no lo haces!
Un abrazo, linda!
AAAHHH Me Encanto Naty...este capitulo esta Increible...! Enserio, Enserio quiero que ya se confiensen su amor D: Pero...Bueno, sere paciente :B
Michael esta a un segundo de decirselo a Liz, Lo se, lo seee!! D:
Me Encanto liz, gracias por tus hermosos capitulos!! Siempre haces que mi mente descanse y se llene de ilusiones son esta hermosa historiaa!
Esperare con ansias el proximo capitulo, Cuidate
Besos. :*
Nathalie ........... aahh!!!!!, no sé que decir ... en verdad es genial, estuvo increíble .
Me encantó la manera en la que se comían con la mirada ... OH DIOS..!!! en verdad debieron de haberse visto guapísimosssss...
... cómo todos los hombres hubieran deseado estar con liz pero ella solo era de Michael ...
... cuando se quedaron hipnotizados con el ritmo de la música y con el contoneo de sus cuerpos..
... cuando ella le dijo que SONRIERA.. que su sonrisa es la más hermosa que había visto en su vida ... Y OBVIO QUE ES LA VERDAD MÁS ABSOLUTA !!!!!
pero mi momento favorito fue cuando ella dijo "SI" ... y es que ¿¿quien le hubiera dicho lo contrario???..!!!!!!!
me sorprende cómo michael se menosprecia (y se menospreciaba)... que aunque esté escrito en la novela, es algo que sí sucedió en la vida real.. ¿CÓMO SE ATREVE A PREGUNTAR QUE SI UNA MUJER SE ENAMORARÍA DE ÉL?!!!!!!
perdón... creo que me exalté demaciado..jajajaja NI AL CASO MI ÚLTIMO COMENTARIO..
PORFAVORPUBLICAPRONTOOTROCAPI..!!!!
Dios mio!!!! éste capitulo es realmente hermoso... es realmente mágico... gracias por compartirlo con nosotras ;)
hayy q me emociono y se acaba :(
Nathy!!! la ultima parte de este capi me ha matado! en serio *.*
Me encanta que Michael sea tan coqueto y tierno :3 ... Esa pregunta, awwn cosito! y si! su sonrisa es la mas bonita del mundo ♥
Espero la conti, y con muchas ansias!
ahhhh! ♥
Saludos :)
awwww me encanta sigue por favor eres muy buena haciendo esto n.n
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