La vida suele presentarnos
momentos secretamente conectados, perfectamente sincronizados unos con otros,
llenos de sentido, el cual muchas veces
no comprendemos. Algunos creen en las coincidencias, otros le llaman destino.
Tiempo atrás le hubiese dado
la razón a los primeros, pero definitivamente ahora sabía con seguridad que las
coincidencias no son más que una absurda explicación.
¿Qué si creía en el destino?
Probablemente.
¿De qué otra forma podría
entonces hallar la respuesta a lo que estaba sucediendo con mi vida ahora?
Mi mente había tratado de
encontrar respuestas una y otra vez, pero mis conclusiones se resumían en una
sola tesis.
Era el destino quien irremediablemente
había hecho las conjeturas que ahora me ataban a esos ojos. Era ese destino
quien había presentado ante mí todo lo que alguna vez podría llegar a desear.
La oscuridad fue abriendo
paso a la penumbra. De pronto abrí los ojos, sabiendo exactamente en donde me
encontraba. El coche estaba varado y entonces supe que todo comenzaría otra
vez.
Miré hacia el lado, y ahí
estaba papá, con una de sus manos en el pecho, con la mirada perdida mucho más
allá de donde mis ojos alcanzaban a ver. Y en ese instante la angustia se
apoderó de mi pecho, mientras la misma inseguridad de la primera vez llenaba cada
recoveco de mi cerebro compungido.
Salí del coche, luchando con
la espesa neblina y pesadez de mi cuerpo, obligando a mis piernas moverse.
Abrí la puerta del piloto y
cargué a papá en mis brazos, arrastrándole conmigo hacia el césped húmedo.
Pero yo ya no era aquella
pequeña niña. Era una mujer. Y sin embargo no podía hacer absolutamente nada,
otra vez.
Le estreché contra mi pecho
mientras las lágrimas anegaban mis ojos y un sollozo desesperado nacía en mi
garganta, en un intento desesperado por retenerle aquí, junto a mí. Pero ya era
demasiado tarde, y yo lo sabía.
Y entonces el bosque comenzó
a desvanecerse a mi alrededor, mientras veía cómo mi padre desaparecía de mis
brazos. Un grito ahogado se escapó de entre mis labios cuando comprendí que
estaba sola en medio de la nada. Él se había ido.
Hundí mi rostro entre mis
manos, mientras sentía el vació llenar mi pecho y la desesperación recorrer
cada fibra de mi cuerpo.
Pero en aquel momento algo
pareció cambiar.
Una cálida brisa rozó mi
cuerpo y al descubrir mi rostro una intensa luminosidad llegó de golpe a mis
ojos.
Y de pronto le vi,
extendiendo sus brazos en mi dirección.
Con todas las fuerzas que me
quedaban, intenté correr hacia él, a pesar de la lentitud de mis movimientos.
Llegué hasta su figura,
recortada entre la intensa luz. Sus brazos me envolvieron, mientras yo dejaba
descansar mi rostro abatido en su pecho.
-Tranquila- susurró contra
mi oído.- Ahora estoy aquí, contigo. Nunca te dejaré, nunca me marcharé, Liz.
Confía en mi, amor.
Y entonces tomó mi barbilla
entre sus manos y acercó su rostro al mío, mientras sus brazos me estrechaban
con firmeza bajo su cuerpo.
La calidez de su aliento se
estampó contra mis mejillas, llenándome de calor y deseo. Rodeé su cuello con
mis manos, observando su mirada ardiente, mientras oleadas de fuego recorrían
mis venas.
-Michael…- susurré, sin
fuerzas ya para hablar.
-No digas nada. Sólo déjate
llevar.
Entonces no tuve fuerza
alguna para negarme. Y me besó.
Sus labios acariciaron
lentamente los míos, desatando el deseo. Enredé mis dedos en su cabello,
atrayéndole aun más hacia mi rostro, lo que pareció encenderle. Sus labios me
besaron con urgencia, de manera deliberada, a la vez en que sus dedos se
clavaban en mi cintura, ciñéndome con firmeza.
Le devolví aquel beso con
desenfreno. Mis labios se entretejieron con los suyos como si aquel instante se
fuese a evaporar de un memento a otro…
-Te deseo, Elizabeth.-
suspiró entonces, aún pendido de mi
boca, sediento por más.
Un latigazo de deseo recorrió
entonces a mi cuerpo.
Michael llevó sus labios
hacia mi cuello, rozando mi piel lentamente. Un jadeo se escapó de mis labios
y…
-¿Liz?, ¿estás despierta?
Abrí los ojos de golpe.
Llevé una de mis manos hacia mis labios, sofocando aquel sonido absolutamente
desconcertante y embarazoso.
¿Qué había sido eso…?
Mi pulso llevaba un ritmo
acelerado y una gota de sudor caía sobre mi frente. Las imágenes de aquel sueño
se agolparon en mi mente. A decir verdad, una sola parte.
-Si me estás escuchando,
saldré con Math y Anne no llegó anoche, ¡así que el departamento es todo tuyo!-
dijo Elena a través de la puerta.
Alargué mi brazo sin muchas
energías en busca del reloj. Las 12 del día.
Cubrí mi rostro con la
almohada mientras los recuerdos de aquella noche volvían a mi mente.
-Y tú, Liz.
¿Podrías enamorarte de mí?
-Sí.
Y otra vez el dolor en mi
cabeza comenzó a punzar. ¿En qué momento aquella palabra había salido de mi
boca? Y es que la verdad, ni siquiera había tenido tiempo de pensar en una
respuesta cuando ya le había soltado aquel “sí”. Michael me había sonsacado
verdades aquella noche. No sabia cómo lo había hecho. Pero lo haba logrado.
Aunque quizás, un serio
problema me estaba aquejando.
Cada vez que Michael me
miraba de esa forma, que sospechaba era intencional o no me lo explicaba de
otra manera, no podía negarme prácticamente a nada.
Claro está que cuando
pronuncie aquella desesperada frase para remediar lo que antes había dicho me dejé
aún más en evidencia, ya que un -“Pero somos sólo amigos, ¿verdad?”- entre
palabras entrecortadas y tartamudeos estaba lejos de ser convincente. Más aún
cuando Michael, tras escuchar aquello, había sonreído todavía más. Obviamente
no se había tragado ni media palabra de aquel embuste. Ni siquiera yo lo habría
creído.
¿Qué era lo que iba a hacer
ahora que, seguramente, Michael había comprobado sus sospechas con respecto a
mis sentimientos hacia él?, ¿Cómo iba esto a afectar nuestra amistad?
Aunque, honestamente,
Michael y yo nunca habíamos tenido una simple amistad.
Claro que éramos
amigos…demasiado amigos, para ser sincera. Y ahí estaba el punto.
Desde un principio habíamos
confundido los límites.
Y cada día estaban más
confusos.
Y mis sueños no ayudaban
demasiado.
Había sido tan real…casi
podía sentir el sabor de sus labios en los míos todavía.
Me reí de mí misma. ¿Por qué
no podía dejar de evocar aquellas imágenes?, ni siquiera habían sido reales. Y
aún más importante, ¿por qué deseaba que fuesen reales?
Cerré los ojos con fuerza,
pero no pude zafarme de aquellos pensamientos.
¿Cómo se sentiría si aquello
ocurriese en realidad, tan bien como…?
Basta, basta, basta.
Si quería conservar la
amistad que tenia con Michael, debía dejar de pensar en ello.
Lo último que deseaba era
perderle. No podía siquiera imaginar mi vida ahora sin él. Sin su risa de
campanillas, sin su mirada perspicaz, sin su bonita sonrisa o aquella manera de
comprender el mundo. Adoraba cada uno de sus gestos, cada palabra y cada
silencio.
Me dolía el sólo pensar en
no tenerle junto a mí. Ahora su amistad lo era todo.
Por ello, no me importaba
tener que tragarme aquellos infames deseos que amenazaban a mi cordura cada vez
que el me tocaba, o el tamborileo desenfrenado de mi corazón cuando me miraba.
No me importaba en lo absoluto si él seguía en mi vida.
Y es que si todo esto
llegaba a convertirse en algo más…si algo salía mal con ello no estaba segura
de lo que podría suceder conmigo. El riesgo que suponía dejar que las cosas
fuesen más allá era demasiado grande, demasiado inseguro. Para él y para mí.
¿Pero qué esperaba ahora?,
¿Qué siguiésemos con nuestra extraña relación
romance-amistad?
Obviamente esas dos palabras
no combinaban. No si quería que nadie saliera herido.
Sabía que debía hacer algo.
¿Pero qué?, alejarme seria demasiado duro. Y comenzar un romance resultaba
demasiado peligroso. Así que la única alternativa que quedaba era seguir siendo
amigos, intentando mantener las cosas claras.
No podía ser tan difícil…
¿verdad?
Era sábado y por ende quería
desconectarme, así que me propuse distraerme. Y no me costó demasiado encontrar
qué hacer, tomando en cuenta el desastre que había a lo largo y ancho del
apartamento.
Partí por lo más urgente. La
cocina. ¿Hace cuanto tiempo no fregábamos los trastes?
Sinceramente, éramos un asco.
Y es que últimamente estábamos cada vez menos en casa. Por una parte, Elena era
absorbida por su trabajo de traductora y el tiempo que le sobraba lo dedicaba a
su novio Math, mientras que Anne estaba la mayor parte del día en el hogar de
niños. Y yo había estado muy ocupada con… varios asuntos que seguramente eran
evidentes. Mi nuevo empleo resultó ser bastante absorbente. Aunque
verdaderamente no sabía con claridad si lo que me quitaba más tiempo era el
trabajo o mi entrevistado.
La tarde pasó rápidamente.
Anne llegó a eso de las siete de la tarde directo a su cama después de haberse
ido de fiesta la noche anterior. ¿Dónde había estado todo el día? Ni idea. Pero
me lo tendría que decir más tarde.
Contemplé el lugar exhausta,
pero satisfecha. Hace mucho, muchísimo que no veía el apartamento tan ordenado.
Sonreí victoriosa y me dejé caer en el sofá. Habría prendido la televisión,
pero se encontraba tan lejos...así que dejé pasar la idea. No quería moverme en
unas cuantas horas.
De pronto, mi cabello se
convirtió en mi única entretención asequible. Jugué con mis mechones durante un
rato, tratando de alisar mis rizos sin lograr ningún progreso. Probablemente en
ese preciso instante mi aspecto dejaba bastante que desear pues mi cabello
estaba hecho una maraña de nudos recogidos en una improvisada coleta y me había
calzado el primer pantalón deportivo que había encontrado en mi armario. Pero
no me importaba en absoluto. De hecho, ser una vaga por un día sabía a gloria.
Me acomodé un poco más en el
sofá, pero mi anhelado descanso no duró mucho.
El timbre sonó y reventó mi
burbuja.
Evidentemente, no me iba a levantar. No me importaba quién fuera o qué era lo que
quería. Le ignoré por completo y seguí disfrutando de las muchas figuras que
podía formar con los matices del cielo blanco del salón, lo que por lo demás,
para las pocas ganas que tenia de moverme, me parecía divertidísimo.
Pero el timbre volvió a sonar.
Tres veces.
Pensé en las posibilidades que
tenía de que Anne se levantara a abrir y no tardé más de medio segundo en
concluir que, ciertamente, jamás ocurriría.
Gruñí, maldiciendo a quien
estuviese detrás de esa puerta.
Y el timbre volvió a sonar dos
veces.
-¡Ya voy!
Me acerqué de mala gana a la
puerta, arrastrando mis pies enfundados en unas raídas calcetas.
Y de nuevo el maldito timbre volvió
a sonar. Giré la manilla rápidamente.
-¡Dije que ya voy!- grité
abriendo la puerta.
Definitivamente no me esperaba
aquello. Mis palabras simplemente se detuvieron en seco.
-Hola.-dijo frente a mí. Un sencillo
“hola” que había disparado mis latidos.
-Michael, ¡lo siento!, no sabia
que eras tú y estaba…
Una sonrisa débil se dibujo en
su bonito rostro. Pero la alegría no llegó a sus ojos.
No pude seguir hablando. Algo
no estaba bien, nada bien.
-¿Qué sucede?- dije tomando su
mano, arrastrándole hacia el interior. Cerré la puerta a mis espaldas mientras
el se detenía nuevamente frente a mí.- Michael, lo siento, lo siento mucho, no quise
hablarte así, perdóname…
Y entonces se dejó caer contra
mi cuerpo, abrazándome en el acto. Sus brazos me estrecharon como si de ello
dependiese su propia vida.
¿Qué estaba pasando?
El solo pensamiento de que mis
palabras hubiesen sido las causantes de aquello detuvo mi respiración por
algunos segundos eternos.
Le devolví el abrazo lo más
fuerte que pude, pues sabía que necesitaba mi apoyo, fuese el motivo que fuese.
Poco a poco noté como Michael
sollozaba.
No quise decir nada. Temí
pronunciar las palabras inapropiadas. Sólo le abracé en todo momento, mostrándole
que yo estaba ahí, junto a él.
¡Quise decirle tantas cosas!
Pero no fui capaz. Cada lágrima que él derramaba era una nueva estocada para
mí.
-Liz- dijo de pronto, separándose
unos cuantos centímetros para mirarme a los ojos.- ¿puedo quedarme contigo esta
noche?
-Claro que sí, Mike. Puedes
quedarte todo el tiempo que quieras.
Entonces llevé una de mis manos
hacia su rostro y sequé con delicadeza sus lágrimas.
Un ángel no debía llorar. Y yo
me encargaría de ello.
Tomé su mano otra vez y nos
dirigimos hacia mi cuarto. Me recosté sobre la cama y tiré de él para que se
tumbara a mi lado. Sus brazos me envolvieron nuevamente y recostó su cabeza en
mi pecho como un niño.
Y así nos quedamos en silencio.
Acaricié su rostro con el dorso
de mi mano, suavemente. Mientras que él permanecía absorto en sus pensamientos.
No sé cuanto tiempo estuvimos así,
pero cuando creí que lo peor había pasado ya y Michael se había tranquilizado,
quise saber más.
-Mike, ¿qué es lo que sucede?-
dije mientras jugaba con uno de los rizos que caía por su frente.
Esperé algunos segundos, hasta
que escuché su voz, no más fuerte que en un susurro.
-Estoy harto de todo esto, Liz.
Quisiera escapar. Quisiera ser libre. Pero no puedo.
-¿Qué es lo que te impide ser
libre?
-Ser quien soy. Ser quien la
gente cree que soy.
-¿A qué te refieres?, ¿Quién
cree la gente que eres?
-Michael Jackson.- susurró aún más
bajo.
Y entonces comprendí el quid de
la cuestión.
-¿Quién es Michael Jackson?-
dije, instándole a mirarme.- ¿Le conoces?, pues yo no. Pero sí conozco a un
chico llamado Michael. No sé si le conoces. Tiene una sonrisa más deslumbrante
que cualquier otra, es muy dulce y le quiero mucho. Es mi persona favorita en
todo el mundo, ¿sabes?
Y Michael sonrió. Eso era todo
lo que quería.
-Tú también eres su persona
favorita en el mundo entero, te lo aseguro.
Y yo sonreí a la par.
-Tú eres la única, Liz. La única
persona capaz de comprender lo que siento.- dijo observándome, esta vez con
mucho mejor animo que antes.- A veces siento que nadie
Puede entenderme. Todos ellos
quieren a Michael Jackson. Nadie se detiene un segundo a conocer a Michael. Por
eso odio todo esto. Quisiera detenerlo, pero no puedo.
¿Sabes una cosa?, estar contigo
me hace sentir que aún quedan esperanzas para mí.
Te quiero, Liz. Te quiero mucho
más de lo que imaginas.
Una ligera sensación de vértigo
me invadió por un momento.
Él se acerco un poco más a mi rostro y se detuvo un instante clavando sus
pupilas en las mías, intentando leer mis pensamientos, sopesar opciones. No
puede hacer nada. Estaba congelada.
No, no, no. Por favor. ¡Aún no había aclarado nada, ni había tomado dediciones!
Pero no me dio más tiempo. Sus ojos observaron cautelosos mi reacción y se acercó lentamente. Y entonces sentí como sus labios se detenía
en la comisura de los míos un instante. Sólo unos segundos fugaces, pero que
a mí me habían parecido los mejores de mi vida. Mi corazón estalló. Sentí como
casi se salía de mi pecho a medida de que fuertes palpitaciones aumentaban su
ritmo.
-Gracias, por todo, Liz.- murmuró.
Se separó unos centímetros y observó
nuevamente mis ojos. Creí que volvería a posar sus labios en los míos y esta
vez sí me besaría. Pero no lo hizo.
En lugar de eso recostó su
cabeza en mi pecho, tal como antes.
Y así se quedó, sin volver a
pronunciar ni una sola palabra.
Yo tampoco lo hice.
Michael había estado a punto de
besarme.
Sus labios se habían detenido ahí. Cerca, muy cerca.
Pero no lo había hecho. Y eso
estuvo bien.
Mordí mi labio inferior, acariciándole
nuevamente, hasta que sentí su acompasada y lenta respiración.
Michael, Michael, Michael.
Y mi vida entera girando en
torno a su universo. Una y otra vez.
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10 comentarios:
Fabuloso capitulo Nathy !! gracias por publicar tan pronto !! creeme que me ha encantado poder disfrutar de un capi mas !! espero que Mike se refugie en Liz y ella con su amor le de el apoyo que necesita y a su vez se vaya fortaleciendo la relacion entre ambos !! ...quiero por un lado que sean novios formalmente pero por otro lado me encanta que se tomen su tiempo para poder vivir estos de amor secreto y no confesado entre ellos que son tan dulces !! gracias Nathy eres genial ! besos ♥
La AMEEEEEEEEEE !! AIGUE PRONTO!! <3
No puede ser! Esto es increíble!
Amé este capítulo con cada fibra de mi ser, lo juro. Fue increíblemente tierno, dulce, y supo capturar muy bien ese sentimiento de impotencia que Michael sentía.
Hubiera deseado que Michael y Liz por fin dejaran fluir sus sentimientos, pero supongo que tendré que esperar al siguiente capítulo.
No puedo esperar! Ojalá puedas publicarlo pronto muy pronto.
Un abrazo, linda, y mis felicitaciones, eres una gran escritora!
muy buen capi nathi!!!! espero que puedas publicar pronto el proximo..... tkm
Comprendo a Mike, eso es muy cierto, la gente solo ve lo de fuera y nunca se para a ver el interior de los demás. Ya estan sobrepasando los límites, de aquí a nada va a pasar algo xD Bueno, Nathalie me encanta tu nove *----* es muy buena :D me encanta la manera en la que narras, todo es desarrollado. A mi me cuesta hacer la mitad de lo que tu haces ._. Quiero que sepas que ya tiene a una nueva seguidora y lectora ^^
Espero pronto tu próximo cap :D
Cuidate mucho, besos ^^
Por cierto soy Yaiza Jackson, no se porque pero se me refrejo como mi correo ._.
AAAAHHH! ¿Como pueden estar tan cerca de besarse y no hacerlo? esto es estresante, yo, yo...lo ubiera besado sin pensarlo!! ¡Como es que! Ahh .-. Ok Me calmare :D
Pero, si respeto la decision de Liz, y no tengo muy en claro lo que Michael pueda pensar pero...Creo que piensa igual que Liz.
Ojala Joe no tenga nada que ver con lo que le paso a Mike.
Me ENcanto este Capitulo Naty!! Esta muy Hermosoo! te Agradezco por dejarme soñar Denuvo...Eres Fabulosa, me Encanta todo esto!!
Esperare con ansias el Proximo capitulo! Te Quiero Mucho
Dios te Bendiga.
OMG OMG OM G OMG AME ESTO!!!!!!!!! LA AMEE ESP3ERE
esto durante cada capitulo
ESTA NOVELA ES GENIAL LA AMO!!!!!!!!!!!
SIGUELA PQ MORI X_X
Hola Natalie!! cm stas??
solo queria decirt que soy una nueva lectora de esta Apasionante Novela!
es hermosa y atrapante..! en serio q lo es..!
gracias x escribirla!! saLUditos..
Magda!
ME MATAS NAT.....TE ADORO...ME TIENES ..MEJOR DICHO SI ME VIERAS....ME PASA DE TODO CADA QUE LEO....WUA...MI CORAZON SE PARA, ACELERA...NO MIS EMOCIONES ESTAN A PUNTO DE ESTALLAR.....MICHAEL TE AMO...DE VERAS....
NAT GRACIAS....TE QUIERO MUCHO DESDE ECUADOR...SALUDOS :)
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