"No tengas miedo"
Podría haber
jurado que sólo habían pasado unos cuantos minutos, pero aquello solía
sucederme todas las mañanas, así que no me quedaba más remedio que afrontar la
realidad y levantarme. Aunque a decir verdad, unos segundos más no le harían
daño a nadie. Mantuve mis ojos cerrados, sin la más mínima intención de mover
un solo músculo.
Era domingo y yo
merecía un descanso.
Podía sentir un
aroma exquisito en el ambiente, embriagador, completamente envolvente que me
resultaba extrañamente conocido…y entonces aquel aroma se estrelló de lleno en
mi rostro. Fui capaz de percibir cómo iba y venía una y otra vez, acercándose a
mis labios y alejándose nuevamente, como si la fuente de esa sutil briza
estuviese tan solo a unos centímetros de mi rostro.
Y entonces una
vececilla en algún rincón de mi mente comenzó a tener vagas ideas de lo que se
podía tratar. Pero el sueño otra vez comenzaba a arrastrarme con él y no me
quise resistir, aun sabiendo que se me escapaba algo…
Y aquel aroma se
hizo más intenso que antes, por lo que su origen debía estar, literalmente, chocando
contra mi rostro.
Mis sentidos
despertaron lentamente ante aquel exquisito estímulo a pesar de mi oposición.
Quería dormir, realmente quería seguir en la cama. Pero esta vez fueron mis
labios los que experimentaron una inusual sensación.
De pronto sentí cómo
en ellos se detenía con delicadeza algo sumamente suave…y dulce.
Y entonces
recordé.
No estaba sola en
aquella habitación. Ni en la cama.
Michael.
Seguí sin mover ni un solo musculo, ya que tenía una
leve sospecha.
Ahora estaba
segura de que el aroma que antes había percibido, y que ahora prácticamente me
estaba volviendo loca, provenía de aquello que aún se encontraba rozando mis
labios. Un estremecimiento recorrió mi cuerpo.
-¿Mike?- dije en
un balbuceo.
Y entonces sentí
como rápidamente el peso en mis labios se esfumaba, y con ello, también aquel
olor.
Abrí los ojos poco
a poco, aún somnolienta, mientras intentaba desperezarme, deshaciéndome de
aquel sueño abrazador.
-¿Michael?
Observé a mi lado
y le vi. Pero él no me miró.
-Buenos días,
Liz.-
-¿Estás despierto
hace mucho?
-Hace un rato. ¿Qué
tal has dormido?- preguntó con la mirada fija en sus manos.
-Como si no lo
hubiese hecho en años.- reí.- Debiste haberme despertado. No está bien que yo
duerma de esta manera mientras tú estás aquí, observando el techo. -
Y al fin me miró a
la cara.
Sus mejillas
lucían levemente sonrosadas. Intenté descubrir algún indicio de lo que yo antes
había sospechado, pero era demasiado tarde para pillarle con sus coloretes.
-Bueno, de hecho
no estaba observando el techo, precisamente.
A decir verdad, la
que ahora tenía coloretes era yo.
¿Michael realmente
me había besado mientras dormía?
Me senté en la
cama, frente a él para intentar aclarar mis ideas. Observé su rostro, desde aquella
bonita sonrisa, para luego adentrarme en sus ojos… ¿de verdad lo había hecho?
Y es que si había
sido capaz de aquello, lo disimulaba bastante bien.
-¿Estabas soñando
algo?, has estado muy inquieta.
¿Ah sí?
Mierda.
-No lo sé… ¿he
dicho algo?- inquirí temiendo lo peor.
Cuando soñaba
solía hablar. Y mucho.
Quizás, aquel
aroma y todo lo demás sólo había sido producto de mi audaz imaginación. ¿Pero
un sueño podía sentirse tan real?
-Has murmurado mi
nombre.
-¿Mucho?-
pregunté, sin verdaderas ganas de saber.
-Unas cuantas
veces.-rió.
Una extraña
sensación de Déjà
vu me invadió. Esta mañana era
sumamente parecida a aquella vez en que había despertado en la habitación de un
hotel, con Michael observándome, acusándome de exactamente lo mismo que en este
preciso momento.
Aunque claro, las circunstancias
eran bastante diferentes.
Primero que todo,
ahora estaba relativamente consiente de lo que había dicho y hecho la noche
anterior.
Me pregunté de
cuantas maneras Michael podía causar que me sonrojara en menos de un minuto.
-Suelo hablar
mucho cuando estoy dormida.
-Ya lo he notado.
¿Y es bastante divertido sabes?
Puse los ojos en
blanco. Ahora Michael me haría la pelota hasta el fin de mis días.
-Estás de muy buen
humor hoy, ¿no?- dije alzando una ceja. Y sonreímos a la par.
La tristeza que la
noche anterior había cubierto sus bonitos ojos había desaparecido. Ahora lo
único que podía vislumbrar en ellos era aquella dulzura a la que me tenía
acostumbrada.
Cuando él me
miraba podía sentir como si su alma estuviese expuesta a mi escrutinio, abierta
de par en par ante mis ojos. Y lo mejor de ello, es que sabía que era así.
Y en ese instante,
mientras mi mirada recorría sus labios
recordé lo que había sucedido la noche anterior.
Michael había
estado a unos cuantos centímetros de besarme. Casi lo había hecho.
Y aquel recuerdo bastó para que en mi vientre
se desatara un desastre de proporciones. El cosquilleo se expandió a lo largo
de mi columna vertebral, amenazando con desestabilizar mi ya alterado pulso.
Necesitaba sacar
aquella escena de mi mente. Al menos durante el tiempo en que Michael se
encontrara frente a mí. Pero cómo poder hacerlo, si hace solo algunos instantes
había estado segura de haber sentido el roce de sus labios en los míos.
Aunque claro, no
podía estar segura de que ello fuese real. Quizás, sólo quizás mis sueños me
habían jugado una mala pasada y ese aroma y aquel roce no habían sido más que
una alucinación. Una muy certera alucinación.
-¿Qué sucede?-
dijo Michael de pronto, observándome extrañado, con aquella sonrisa torcida que
tanto me gustaba.
-Nada.- dije
saliendo de mis cavilaciones.- ¿Quieres desayunar?, debes tener hambre, ya es
tarde.
-La verdad es que
no mucha.
-Aun así tienes
que comer. No puedo ser la responsable de que te desmayes en medio del
escenario por inanición.
Sus musicales
risitas llenaron cada recoveco de la habitación. Salté de la cama rápidamente y
saqué un par de toallas del armario.
-Venga, levántate.
Estás hecho todo un holgazán, Michael Jackson.- reí.
-Oh vamos, a quien
se le pegan las sábanas es a ti. Aunque quizás, el pasar tanto tiempo contigo
esté provocando que adquiera algunas de tus características.
-¿Me estás diciendo holgazana?
-Ajá.
-¿A mí?
-Ajá.
-Te odio.
-No es cierto.
-Sí, sí lo es.
Michael se
incorporó y caminó unos cuantos pasos en mi dirección. La dorada luminosidad
que se colaba a través de la ventana a sus espaldas incidió directamente en su
cuerpo, recortando su figura, dándole un matiz divino, sublime en cada detalle.
Su enmarañado
cabello caía sobre sus hombros, mientras un mechón rozaba rebelde una de sus
mejillas sutilmente sonrosadas debido a la cálida temperatura ambiente.
Aquel día estaría
magníficamente soleado y caluroso, muy caluroso. Aunque no sabía si era
precisamente ese el motivo de aquel repentino calor en mi cuerpo.
-Ya habíamos
hablado sobre esto.- dijo deteniéndose a unos cuantos centímetros de mi
posición. Llevó una de sus manos hacia mi frente y acomodó uno de mis risos.- Y
recuerdo que habías terminado admitiendo que, en realidad, no me odias. De
hecho, confesaste que me querías, y mucho.-
Aquel particular
cosquilleo atacó nuevamente cada una de
mis terminaciones nerviosas.
-Y es verdad,
Michael.- dije a penas en un susurro.- Te quiero, y mucho.
¿Por qué me tenía
que mirar de esa forma?
Muchas veces me
había impresionado el control que Michael podía llegar a tener sobre mí. Pero
cada día, cada minuto y cada segundo que pasaba, parecía que su poder sobre mi
autocontrol no hacía más que aumentar.
Y cuando el suelo
comenzó a moverse bajo mis pies supe que en menos de lo que podía imaginar,
Michael terminaría por leer mis pensamientos, así que me alejé un paso más allá
y sonreí, al tiempo en que le lanzaba una de las toallas en la cara.
-Puedes darte un
baño, si quieres. Haré el desayuno o terminaré por comerte a ti.-
No sería mala idea.
De hecho, me parecía perfecta. Más que perfecta, en realidad.
Risas otra vez. Y
a decir verdad, sabía que las risitas que ahora escuchaba tras de mí tenían un
color diferente.
Ya eran las 11 de
la mañana. Tardísimo para Michael, pero casi de madrugada para mí.
Oh vamos, era
domingo y él no entendía el significado de la palabra descanso. Así que en
cuanto terminamos de desayunar comenzó a maquinar todo un plan para el día. Y
algo me decía que a la mañana siguiente ni la tercera guerra mundial sería
capaz de sacarme de esa cama para llegar al trabajo.
-¿Liz?, ¿estás
aquí?- escuchamos a Anne murmurar desde el fondo del pasillo.
Michael dejó de
burlarse de mi cabello al instante y acomodó los mechones que antes él mismo
había desordenado.
-¡Estamos en el
salón!
Arrastrando los
pies le vi doblar hacia el sofá. Aún no se había cambiado el pijama y esos
anchos pantalones de chándal le hacían ver tres tallas más grande. Pero no era
lo peor. En su rostro resaltaban unas oscuras ojeras bajo sus ojos y su melena
disparatada lucia más desordenada de lo habitual.
¿Qué demonios le
había pasado?
Michael y yo le observamos
a la par, absortos con su pinta de vagabunda.
Y entonces, cuando
Anne miró en nuestra dirección estallé en carcajadas. Y su cara de sorpresa al
ver a nuestro visitante no hizo más que darme otro motivo para seguir con mi
ataque de risa.
Y no tardó en
lanzarme uno de los cojines más grandes que alcanzó a su lado.
Parece que no
estaba de muy buen humor.
-Hola Anne, ¿cómo
estas hoy?- dijo Michael con una disimulada sonrisa en sus labios.
-Perdón, Michael.
No sabía que estabas aquí. Sé que no tengo muy buena pinta, pero es mejor que
me veas tal cual soy, porque creo que te veré bastante seguido por aquí, ¿no
Liz?-
Mi risa cesó al
momento en que Anne pronuncio esas palabras. Perfecto. Ahora se desquitaba
conmigo.
-Creo que aún
tienes sueño, Anne.
-No tienes idea.-
dijo llevando una de sus manos hacia su frente.- No he podido dormir en toda la
noche.
-Lo sospechaba.-
-¿Y ustedes, han
pasado la noche juntos?
Abrí la boca pero la volví a cerrar. Observé a
Michael con el rabillo del ojo y noté cómo sus mejillas se encendían.
-Sí.- dije antes
de que Anne pudiera decir nada más.- Michael se ha quedado aquí a dormir. Pero
ya nos íbamos, ¿verdad?
Me incorporé, tomé
a Michael de la mano y le arrastré hasta la puerta.
-¡Adiós y cuidaos
chicos, que no os arrepintáis de lo que vayáis a hacer sobre todo tú Liz!, ¡nos
vemos!- dijo en un perfecto español, lo cual agradecí, ya que Michael no
entendió ni media palabra de las tonterías que gritaba a nuestras espaldas.
Me iba a oír. Ni
toda la misericordia del mundo le podría salvar.
Para mi suerte,
Michael no pareció darle importancia al asunto. O quizás, estaba tan
avergonzado como yo.
Durante todo el
camino se negó a decirme hacia dónde íbamos pero seguramente aquel lugar se
encontraba bastante alejado de la ciudad, lo cual la mayor parte del tiempo me
atemorizó, ya que el velocímetro no bajo de los cien kilómetros por hora.
-“Lo que pasa, es
que tú eres una miedica.”- había dicho él ante mis reclamos.-“No sabes
disfrutar el efecto de la adrenalina, Liz.”
Y yo sólo me había
agarrado con mayor fuerza al asiento del copiloto.
Luego de lo que me
pareció una eternidad, la carretera comenzó a serpentear y mucho más allá
vislumbre el azul del mar.
Poco a poco se fue
abriendo entre nosotros aquella imagen magnánima que tenía tanto de irrealidad.
Bajamos del coche
y caminamos descalzos sobre la fina arena, sintiendo su textura evanescente
bajo nuestros pies.
El cielo estaba
completamente despejado y una cálida briza jugó con el ligero vestido que me había calzado, creando ondas y figuras
en el blanco lienzo que cubría mi cuerpo.
Me extrañó el
hecho de que a pesar de que hacia un día esplendido, la playa estaba completamente
desierta. Sólo éramos Michael y yo caminando por aquel paraíso.
Me detuve un
instante para contemplar la inmensidad infinita que se presentaba ante nuestros
ojos.
Había vida, mucha
más vida a nuestro alrededor de la que algún día podríamos llegar a imaginar siquiera,
todo resultaba sublimemente hermoso cuando te detenías un momento a admirar lo
que muchas veces resulta obvio y cotidiano.
Y entonces
presencié el milagro de nuestras manos entrelazadas, sin mayores exigencias ni
expectativas de algo más. Entrelazadas por el hecho de que éramos uno a partir
de aquel remoto encuentro que ahora me parecía tan distante en el tiempo.
El viento acarició
nuestras mejillas, mientras Michael pasaba un brazo alrededor de mi cintura y
el sol rozaba nuestras pieles.
De pronto una ola
reventó mucho más cerca de lo que habíamos pensado y rápidamente mojó nuestros
pies, al tiempo en que comenzábamos una carrera en contra de ella, salpicando
agua a nuestro paso, riendo sin medir cada carcajada ni preocuparnos por algún
par de ojos que más allá pudiera estar espiándonos.
Estábamos juntos y
éramos libres.
-Había pensado
muchas veces en traerte hasta aquí, ¿sabes?- dijo cuando ya estábamos sentados
en la arena, en frente de aquel espectáculo natural. Sus piernas habían rodeado
mi cuerpo, mientras que yo había recargado mi espalda en su pecho y su mentón
descansaba sobre mi hombro.
-Adoro esto,
Michael. Estar aquí, frente al mar, sin temer porque alguien te reconozca de
repente y una fan intente asesinarme por ser yo la que te acompaña- dije
mientras sus risitas se estrellaban contra mi cabello.- Y lo más importante,
por supuesto, es que estamos juntos. ¿Alguna vez lo imaginaste?, cuando te vi
por primera vez, debo confesar que ni en mis más locos sueños preví esto.
-¿Por qué?, yo supe
desde un principio que esto sería así, o al menos así lo deseaba. Porque, ya
sabes, en el preciso instante en que mi
dirigiste la palabra comprendí que no sería una tarea fácil para mí. En tus
ojos podía notar lo obstinada que eres.- terminó por decir en un suspiro.
-Oh vamos, no
puede ser tan malo. A veces ser obstinada tiene mucho a favor.
-Tienes razón.
Pero para mí conveniencia, en tu caso no me parece necesariamente algo a favor.
Eres una cabezota.
Sus labios besaron
mi frente y sus brazos se cerraron a mi alrededor con mayor fuerza.
¿Existía algo en
este mundo que causara una mayor satisfacción en mí que tenerle a mi lado?
Al menos nunca
antes había experimentado las sensaciones que él había despertado en mí. Eso
debía contar.
-Cuando era todavía
un niño amaba este lugar. A veces, muy pocas, en realidad, Joseph nos traía
aquí a pasar un par de horas. – dijo de pronto, ensimismado en los recuerdos
que comenzaban a arrastrarle un millón de latidos atrás.- Este era el sitio
perfecto para nosotros, porque estaba alejado todo el caos que había desatado
el grupo en las ciudades. No sabes cuánto disfrutaba estar solo aquí. Aunque te
parezca extraño, me sentía mucho más feliz estando aquí, completamente solo en
medio de la arena que en casa o allá, donde los gritos me ensordecían.
Incliné mi rostro
para mirarle. Sus ojos estaban fijos mucho más allá, donde el mar mostraba toda
su inmensidad a través del agua, chocando con el cielo.
-Pero sabía que
algún día no me sentiría solo. Sabía que Dios tenía deparado algo para mí, a
pesar de que muchas veces llegué a cuestionarlo. Realmente creo en Dios,
¿sabes?
En este mismo
momento le siento más que nunca. Sólo ver todo esto hace que mis esperanzas
encuentren nuevos fundamentos.-
Sus ojos buscaron
los míos, ejerciendo aquella fuerza gravitacional a la que jamás me podría
acostumbrar.
-¿Tú crees en
Dios, campanita?- dijo con más que curiosidad. Era autentico interés el que
brillaba en sus pupilas.
-¿Sabes Michael?,
cuando era pequeña papá solía decir que hasta en las cosas más pequeñas y
aparentemente insignificantes se encontraba aquella magia divina. Creía en
Dios, Michael. Pero luego de lo que pasó con mi padre las cosas para mí cambiaron. Pasaron muchos años antes de que lograra aceptar todo aquello.
Creo que hace un
par de años dejé de ser esa chica que, ya sabes, evadía cualquier tipo de cosa
que le recordase sus demonios. Mis
demonios, créeme que eran bastantes.
Si me hubieses
conocido hace tres años, seguramente no tendrías la misma imagen de mí. Ni por
asomo.- Me miró, absorto en mis palabras, sopesando cada una de ellas con
atención. Callé, pero el guardó silencio, con ávido interés por saber más.- Nunca
me involucré en cosas demasiado sórdidas. Pero era la típica chica que,
socialmente, lo tenía todo. Ya sabes, popularidad en la secundaria, gente que
quería codearse conmigo y chicos lamiendo mis pies. Nunca me faltó nada de eso.
Fui la chica dorada, a quien todos admiraban. Quizás muchos me consideraron
arrogante. Es muy probable.
Nunca involucré mis
sentimientos más allá del límite e hice sufrir a muchos que sí lo hicieron
conmigo. Sencillamente, me congelé por dentro. Y los que me rodeaban no lo
notaban. Aunque muchos de ellos lo hicieron en algún momento y salieron
lastimados.
Herí a muchas personas,
Michael. Muchísimas. Pero supongo que aquello tenía un límite y logré
vislumbrarlo.
La briza revolvió
mi cabello y alborotó mis rizos dorados, refulgiendo contra el sol.
Una mano despejó
mi frente, para luego descender hasta mi pómulo, rozando mi piel, apenas
tocándola, con extrema delicadeza, como si tan sólo su tacto pudiese
resquebrajarme.
-Todos tenemos
unos cuantos demonios que enfrentar, Liz. Eso es lo más importante,
enfrentarlos. Y tú lo has hecho, porque lo puedo ver, aquí y ahora, pequeña. Y
eso te hace aún más valiosa.-
¿Cómo no creer en
sus palabras, a pesar de sentir que aquellos demonios seguían ahí, con menos
propiedad que antes, pero acechando por destruir cada latido?
-Te quiero, te
quiero mucho, Elizabeth Forwell.
-Y yo te quiero,
te quiero mucho, Michael Jackson. - dije sonriendo, contagiada por aquella
sonrisa diamantina que me robaba el aliento.-
Toqué su mejilla
con la punta de mis dedos y descendí lentamente hasta su barbilla. Y entonces
una idea atravesó mi mente.
Me deshice de su
abrazo ante su mueca extrañada y caminé unos cuantos pasos hacia la orilla. La
espuma alcanzó mis pies y se sintió bien. Muy bien.
El sol estaba en
lo alto del cielo y la temperatura era altísima. ¡Que calor hacía!
Observé un segundo
el agua y me pareció que nunca había tenido una mejor idea.
-Michael,- dije
volteando para verle. Ya se había puesto de pie y estaba a sólo unos pasos de
distancia.-¿no te parece que el día es perfecto para tomar un baño?-
-¿Ahora?- preguntó
con la expresión más divertida que había visto en mi vida. La confusión en su
voz podría advertirse a leguas de la playa.
-¡Claro!, ¿no te
apetece?, hace muchísimo calor. Por favor, por favor.
-Pero ni siquiera
hemos traído la ropa adecuada.
-¡Oh vamos,
Michael!, ¿quién necesita ropa?- reí.
Solté una
carcajada de aquellas al ver su congoja. Si hasta parecía que le hubiese dicho
la cosa más obscena del mundo.
-¡Vamos, Michael!,
por favor, por favor, por favor.
-Liz, no puedo…
-¡Claro que
puedes!, es más, si quieres te puedo ayudar.
Y entonces caminé
hacia él sonriente y tomé entre mis dedos los bordes de su camisa. Sus mejillas
se encendieron al instante.
Comencé a
desabotonar cada botón de su camisa, uno a uno, pero cuando casi había logrado
llegar a la altura de su obligo, detuvo mis manos.
-¡Liz!- chilló.-
¡Esta bien, puedo hacerlo solo!
Pero no parecía
demasiado dispuesto a mi petición. Dejé a un lado mis manos y esperé. Nada. No
desabotonó ni un solo ojal más.
-Está bien.- dije -
Como quieras hacerlo más difícil…Me voy a bañar y tú también.
Di media vuelta y
dejé resbalar el cierre de mi vestido. Los tirantes rozaron mis brazos y
finalmente el la tela calló sobre mis pies.
Podía hacerme una
idea de la catástrofe de proporciones que en ese mismísimo segundo estaba
viviendo Michael. Si antes se había sonrojado, para lo que ahora estaba viendo,
sus mejillas debían estar teñidas de un rojo furioso.
Mis pies rozaron
nuevamente el agua. Estaba fría, pero resultaba sumamente agradable.
-Michael, tienes
que venir aquí, ¡el agua está perfecta!
Me giré y le vi
observándome de hito en hito con los ojos abiertos como platos y sonrojado
hasta la médula.
Está bien, tenía
que reconocer que la ropa interior que llevaba puesta no era la más recatada
que tenía. Pero tampoco era para tanto.
Porque no era la
primera mujer semidesnuda que Michael veía… ¿verdad?
-¡Vamos, Mike!, ¡o
te quitas tú la ropa o te la tendré que quitar yo!
-¡¡Liz!!- volvió a
chillar.
-Oh vamos, no
tengas miedo, que no muerdo.-
Avancé hacia él y eché
hacia atrás su camisa ya abierta. Y entonces tiré de ella con más fuerza,
provocando que resbalara por sus brazos y finalmente terminara en la arena.
Sentí como bajo mi
tacto su cuerpo era sacudido por un estremecimiento. Y sonreí.
Su figura era
delgada, pero sus brazos, su pecho y torso lucían fuertes. Era atractivo, muy
atractivo.
-Ahora, el
pantalón. Si quieres te lo puedo quitar también.
-¡Elizabeth!
-Está bien, está bien. Te espero dentro del
agua, ¿vale?
Di media vuelta y
caminé hacia el agua sonriendo victoriosa ante lo que había sido capaz de
provocar en él.
Me adentré en el
agua mientras sentía el vaivén de las olas chocando contra mi piel.
No miré hacia
atrás ni una sola vez. Sabía que esto era difícil para él, así que decidí dejar
de presionarle. No pude evitar soltar algunas risitas. Yo le había hecho
estremecer.
-Sí que está
buena.- le escuché decir tras de mí.
-¿Lo ves?, y tú
que querías perdértelo.
Hice ademán de
voltearme, pero apenas le había visto la cara cuando ya me había tomado en
volandas para intentar hundirme.
Y así seguimos
durante toda la tarde. Él haciendo abuso de su superioridad cada vez que podía.
Tragué más agua de la que debía beber en una semana, para su diversión.
Y cuando el sol se
encontraba casi sumergido en el océano, por poco se podría decir que Michael
había dejado de mirarme a hurtadillas cada vez que podía.
Nos preparamos
para ver la puesta de sol sentados uno al lado del otro en la orilla del mar,
en donde aún la espuma alcanzaba nuestra piel.
-Esta imagen
tienes que guardarla en tu memoria por el resto de tus días. ¿Lo prometes?
-Lo prometo, Mike.
El color
anaranjado del sol se reflejó en el agua, creando destellos dorados a lo largo
del océano, mientas que el cielo estaba teñido de una serie de tonos que iban
desde el amarillo al rosado, que luego se tornaba en lila y azul.
-Es la vista más
hermosa que alguien pueda imaginar.- dijo entonces, cuando yo observaba cada
detalle del colorido cielo en el cual comenzaban a asomar las primeras
estrellas.
-Sí. Es un
atardecer maravilloso, Michael.
Sentí como algo
cambiaba de pronto en el ambiente. Percibí sus ojos fijos en mi rostro y le
devolví la mirada, quedando frente a sus pupilas centellantes.
-No me refiero al
atardecer, Elizabeth. Hablo de ti.
El mar, el cielo y
las estrellas perdieron cualquier importancia entonces.
Michael llevó una
de sus manos hacia mi barbilla, sujetándola con firmeza, sin perder aquella
manera delicada de tocarme ni por un segundo. Acercó su rostro lentamente al
mío, mientras mis ojos estaban consumidos en el abismo que me suponían los
suyos y mi pulso atronaba contra mis oídos. Sabía lo que Michael haría a continuación,
adivinaba sus intenciones. El fuego en su mirada quemaba bajo mi piel, mucho
más adentro, ahí donde mi corazón comenzaba a desfallecer en su ritmo
frenético.
Se detuvo un
instante fugaz, a un centímetro de mis labios y su aliento desató la locura en
mi interior.
-Elizabeth-
susurró y el movimiento lento de sus labios centró mi atención en ellos.
Sus dedos
acariciaron mi cuello y subieron sin prisa. Su mano se acomodó en mi nuca y me
atrajo hacia él.
Y entonces
desfallecí en sus labios.
Su boca se unió a
la mía y no opuse resistencia alguna.
Sus labios suaves
buscaron los míos, moviéndose de manera lenta, enloquecedoramente sensual
mientras atraía mi rostro hacia el suyo
con mayor decisión, acortando nuestras distancias hasta lo imposible.
Y nada tuvo
sentido alguno.
El mundo se movió
bajo mi cuerpo, mientas su aliento se convertía en mi nueva marca de heroína.
Rodeé su cuello
con mis manos, queriendo tenerle aún más cerca. Quería sentirle devorar mis
labios en un beso. Y él supo cómo hacerlo.
Sus labios se
movieron tranquilos, arrebatadores y adictivos por entre los míos. Un
estremecimiento me sacudió desde la medula hasta los pies. Y él lo notó.
Y una sonrisa, su
sonrisa, entre nuestros labios.
Y un jadeo
desesperado salió de su boca.
Y la noche, la
noche tiñendo un beso.
Y un amor. Un amor
naciendo.
Y finalmente ha llegado el momento en que todo tomará un rumbo diferente.
Espero que os haya gustado el capítulo, porque verdaderamente aquí comienza esta historia, chicas. Es el momento decisivo para emprender el camino que recorreremos todas juntas.
Ansío con toda el alma que dejen aquí sus comentarios. Es de vital importancia para mí, para seguir en esta travesía llena de magia. Entonces, espero que dejen plasmados sus pensamientos con respecto a lo que ha sucedido hace un instante en ustedes. Quiero saber cada sensación.
Nos vemos muy pronto.
Nathalie.
12 comentarios:
por fin nathi el momento mas esperado!!!! ay que emocion este capitulo es precios nathi.... espero el proximo capitulo con ansias
este capitulo estuvo.. perfectoo!! espere mucho este momento! espero el otro!
Nathalie! Si tu cometido era matarme, debo decir que casi lo logras... Ha sido perfecto! He esperado este momento con ansias, y debo decir que ha sido mejor de lo que imaginaba. El momento en que por fin se besan ha sido tan mágico, tan irreal... que si quisieras saber cada sensación que ese momento ha provocado en mí tendrías que leer un libro.
No puedo esperar para leer más, esta historia es bellísima, y estoy segura de que lo que viene será excelente.
Muchas felicidades, linda. Eres magnífica escribiendo. Esta historia es una de mis favoritas.
Un abrazo enorme!
wow ! Nathy que fabuloso capitulo !! no esperaba menos de ti !! Realmente has logrado relatar y describir el momento mas esperado (el beso de Mike y Liz) de una forma que simplemente me deja sin palabras. Llenaste y superaste todas mis espectativas como lectora !! Eres magica Nathy !! que mas puedo decir ?? ...mori de amorrrrrr con este capi y espero con ansias el siguiente !! ♥♥♥♥♥
AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH OMG !!!!!!!!!!!!!!!! ME MUEROOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO PORFIN EL BESOOOOOOOOO !!!!!! SIGUEEEEEEEEEEEEEEEE QUE NO AGUANTO MAAAAAAAAAAASSSSS !! <3 _ <3
Nathy soy una nueva y fiel lectora de tu novela!!!!! Es fantástica, la mejor que he leido sin lugar a dudas....
Este capitulo ha sido simplemente PERFECTO!!!!
Ame cada palabra, cada línea, fue hermoso!!!!
Espero con ansias el proximo capitulo!!!
Un Beso Enorme!!!
Dios a sido fantástico... poder leer este suceso, es increíble ver la timidez y determinación de un solo personaje... y las distinta situaciones a las que se ven sometidos entre ellos, jamas imagine que la chica le pediría a mike que se bañaran en ropa interior y a pesar de que todas las lectoras queríamos que el beso se hiciera presente... y aunque se veía venir fue perfecto...
muchas gracias nathi ame el capitulo y solo espero que no te demores mucho en publicar el siguiente
Wooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooow.............
Naty, yo...yo....Sucedio exactamente como tu me lo dijiste, que en el Momento menos esperado este magico y hermoso momento pasaria....
Estoy Atonita....No, Siemplemente no puedo hablar, no se ni que poner en este comentario de tantas emociones encontradas....No puedo creer lo que acabo de leer, asi de sencillo....
Gracias, Gracias por escribir esta hermosa historia...Eres Fantastica Naty...
Ojala Liz yaa no de vuelta atras, y siga a su corazon en las desisiones o algunos "si" que deban salir de su boca....Este Capitulo me llego al corazon Naty!
Esperare con ansias la proxima publicacion!!! Cuidate Mucho
Besos.
De verdad naty, este capítulo ha sido perfecto y el momento más esperado por fin a llegado, gracias por compartir tu don con todas nosotras de esa manera tan increíble, cada palabra y cada sensación han sido perfectas y sobre todo inesperadas y llegaron en el momento adecuado ...
espero que llegue pronto otro capítulo .. besos!!!
OMG O DIOS MIO
ESTUVE esperando este beso DURANTE TODOS LOS CAPITULOS OIMG
fue genial! amo es TA NOVELA
LA AMO!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! OMG PUBLICA EL OTRO CAPITULO yaaa♥.♥
QUE TIERNO MIKE AAHHH!!!!!! LO AMO ♥.♥
Amo esta novela Natali ya quiero saber que paso despues del beso ahhhhhh! yeah! u_U1 se besaron hay ya quiero leser el otro esta novele es requetebonbabuenisima!!!!!!!!! amo esta novela ♥.♥
estubo maravilloso me encanta hay que romantico gracia nati esto esta padre
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Gracias por comentar :)